Alejandra Flores nos cuenta el origen de estos versos tradicionales afganos y cómo sus letras se han modificado debido a la convulsionada historia reciente de esta nación
Por Alejandra Flores*
A lo largo de su dolorosa historia, Afganistán no ha conocido mayor fertilidad que la de la guerra. Sus montañas y su terreno agreste han sido escenarios de encarnizados enfrentamientos que han involucrado lo mismo a combatientes rebeldes, fundamentalistas que a milicias de países extranjeros -Reino Unido, la ex URSS, Estados Unidos- durante años e incluso décadas en aras de democracia y progreso, desarrollo y civilidad.
Al revisar su pasado, otra constante salta a la vista: tantas batallas, tanta sangre derramada, tantas armas, llevan intrínseca una lucha identitaria. Afganistán ha sido Imperio, Protectorado británico, República, República socialista, República Islámica, Emirato Islámico, monarquía absoluta, monarquía constitucional, dictadura.
Sus interminables luchas han sido internas -tribales e ideológicas- y externas. Por razones de poderío geopolítico, Afganistán ha sido desgarrado por las potencias de ambos polos del mundo y otras naciones.
Y en el medio, cientos de miles de civiles, de población inocente con la vida contada, sobreviviendo a la incertidumbre de continuos bombardeos, ráfagas de armas, explosiones inesperadas. Destrucción de ciudades, de provincias, de su futuro.
Sin embargo, aunque resulte inimaginable, la poesía se ha abierto paso en este contexto tan complejo. La poesía, en forma de breves, aunque poderosos, catárticos y liberadores cantos emanados de las mujeres. Precisamente de quienes han sido aisladas, cuyas vidas han sido fracturadas y podrían ser nuevamente nulificadas.
LANDAYS
Cuando las hermanas se sientan juntas,
Rezan por sus hermanos.
Cuando los hermanos se sientan juntos,
Venden sus hermanas a otros. (1)
Yo llamo. Tu eres piedra
Un día cuando me busques, descubrirás
que me he marchado (2)
Hacer el amor con un hombre viejo
es como cogerse un arrugado tallo de maíz ennegrecido por el moho. (2)
Poemas breves de estructura estricta, ya que deben sumar 22 sílabas: 9 en un primer verso y 13 en el segundo. Más parecidos a poderosas sentencias, los Landays se han transmitido generación tras generación mediante la tradición oral. Aunque sus orígenes son nebulosos, algunos de los más antiguos datan del siglo XIX. Si bien son utilizados por los hombres, es más común escucharlos de labios de las mujeres.
Así lo explican Eliza Griswold -poeta y periodista estadounidense- y Seamus Murphy -fotógrafo, cineasta y escritor irlandés-, quienes recorrieron gran parte del árido territorio afgano durante varios años para recopilar Landays.
En sus orígenes, los Landays -que etimológicamente, significa serpiente venenosa de pequeñas dimensiones-, hacían referencia a la luna, a los paisajes, al amor, cuando los pashtunes viajaban en caravanas. Entonces, los hombres reunidos por separado de las mujeres los entonaban alrededor de una fogata en una suerte de competición a lo largo de la cual rememoraban los Landays que sus abuelos o sus padres les compartieron.
Al escuchar esta forma poética en su lengua original, el pashto, la sonoridad es suave, dulce, melodiosa. Una primera apreciación de este tipo es engañosa, ya que detrás de esa cadencia sonora se encuentra una sentencia que puede ser más dura que una roca:
Vuelve negro de pólvora o rojo sangre
pero no vuelvas entero a deshonrar mi cama.
Entes vivos, los Landays han cambiando con el paso del tiempo y de los acontecimientos, en su mayoría sangrientos y dolorosos, para incorporar referencias a las distintas ocupaciones que han padecido; para hablar de la importancia de luchar con honor hasta la muerte; para hablar del desarraigo que han tenido que enfrentar, del dolor y el sufrimiento padecidos a lo largo de interminables guerras.
Se trata de una forma poética con raíces profundas en el pueblo afgano y su vida cotidiana. Forma parte de las bodas, en donde las mujeres los repiten reunidas, sin identificar autor alguno.
Sus temas se han ampliado hasta incluir temas como la internet, términos bélicos como tanques o drones. También son amargas sentencias de carácter político:
Hamid Karzai envió a nuestros hijos a Irán
Bush, no te enorgullezcas tanto de tu carro armado.
Mi bomba remota, desde lejos, lo hará volar en pedazos.
Los Landays despliegan el sentir femenino respecto a la guerra, única constante en sus vidas, junto con la pobreza y la incertidumbre. No son cantos que emanen de las gargantas de los combatientes sino de las mujeres, esas madres, hermanas, hijas en permanente duelo, como lo refiere Eliza Griswold.
Seamus y Eliza continuaron así con el trabajo de un famoso intelectual afgano quien llevó a cabo la recolección de Landays durante la década de los 70 y 80 del siglo pasado.
Al mismo tiempo, ambos desarrollaron un trabajo de rescate de una cultura golpeada permanentemente por la guerra, por la destrucción de un futuro posible para generaciones enteras de afganos. Y lo hicieron mediante la poesía.
La poesía ha sido un medio liberador particularmente para las mujeres afganas no solamente en forma de Landays. Nadia Anjuman, quien fue asesinada a golpes por su esposo en 2005, a los 25 años, es testimonio fehaciente del significado de la poesía en su vida:
No tiene sentido (fragmento)
La música ya no tiene sentido, por qué debería componer, el tiempo
me abandona, ya sea que cante o me quede inmóvil.
Cuando las palabras son veneno para la lengua, ¿para qué probar?
Cantar canciones es la habilidad más fuerte de mi abusador.
Nadie en ningún lugar se da cuenta o le importa si
lloro, si me río, si muero o sigo
aquí, en la celda de este cautivo con pena y remordimiento;
Por qué vivir, si mi lengua está sellada, todavía. (3)
En un claro caso de feminicidio, el esposo de Nadia, Farid Ahmad Majad Mia, licenciado en literatura y empleado en la facultad de literatura de la Universidad de Herat, aceptó haberla golpeado, aunque negó ser el responsable de su muerte. El homicidio no se investigó debidamente y el asesinato de Nadia Anjuman quedó impune.
Sin embargo, su poesía mantiene viva su memoria, su lucha y su valentía. Gracias a su profesor Rahyab conoció a Shakespeare, Balzac, Dostoievski, Dickens, Tolstoi, Joyce, Nabokov. De manera clandestina, Nadia fue parte de los círculos de costura La aguja de oro, en donde debía aprender lo único que le era permitido: coser y bordar. Pero Nadia bordó en letras sus sentimientos, sus frustraciones, sus anhelos. Logró publicar un único libro: el poemario Gol-e-Duda, o flor de humo que la ha hecho inmortal.
*Alejandra Flores es periodista.