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Un terremoto llamado Moby Dick

2017-10-03 05:25:27

 

 

En Guerrero murieron seis personas por consecuencia del pasado sismo. Suman más de ocho mil viviendas con daños estructurales y 50 templos con algún tipo de afectación. Taxco fue el municipio más dañado con mil 228 inmuebles afectados, 146 en la zona urbana y en la zona rural más de 800 viviendas. 30 iglesias y cuatro monumentos históricos afectados, entre ellos, la Iglesia de Santa Prisca y la San Sebastián. Sin embargo, hay más estragos en la entidad que no son visibles porque el foco de atención mediático no ha volteado a verlos. En este texto, Yelitza Ruiz evidencia lo que la centralización informativa ha ocultado

 

 

 

Por Yeliza Ruiz*

 

Todo lo que sabíamos sobre terremotos eran las historias que nos heredó el sismo de 1985, los que todavía no nacíamos en esa fecha, conocíamos del acontecimiento a partir de la memoria de nuestros padres y amigos. Treinta y dos años después la memoria nos hace eco, la tierra también tiene el hábito del recuerdo. Cuando las redes de comunicación comenzaron a reactivarse después del sismo de las 13:14 horas del 19 de septiembre, la información empezó a fluir, y lo que empezamos a escuchar y a ver no nos consolaba. La ciudad de México y otros estados de la republica como Morelos, Guerrero, Chiapas y Oaxaca también se habían visto afectados. El sismo de 7.1 grados que azotó varios estados de la república había derrumbado edificios y casas; la prioridad en ese momento era la de encontrar personas con vida bajo los escombros, prioridad que se extiende hasta el día de hoy. La consigna RESCATE PRIMERO, NO MAQUINAS, se escuchó en todos los sitios donde hubo un derrumbe. Y sí, el valor de la vida se convirtió en la consigna de todos, entre la desgracia, recuperamos la empatía que parecía perdida entre nosotros.

Después del sismo la atención de los medios de comunicación empezó a concentrarse en la Ciudad de México; sin embargo, es importante comenzar a descentralizar la información, ya que el resto de los estados afectados tienen las mismas necesidades. En Guerrero, por ejemplo, la mayor afectación está en las viviendas que se cayeron por el sismo, la reconstrucción de casas y escuelas debe ser una prioridad. Los municipios que se vieron afectados son Atenango del Río, Huitzuco, Chaucingo, Tuxpán, Tepecoacuilco, Copalillo, Taxco y las comunidades que lo rodean, todas estas poblaciones pertenecen a la zona norte de Guerrero, son municipios que colindan con el estado de Morelos, de ahí que la intensidad del sismo los haya afectado en mayor medida. Guerrero es un estado en el que gran parte de su población vive en situación de pobreza y que no tiene un plan de acción estatal que cuente con los recursos suficientes para afrontar un fenómeno natural como el que vivimos el pasado martes. Atenango del Río es uno de los municipios más afectados, más de 950 casas se cayeron y el apoyo llega en forma de despensas, pero lo que más se necesita es ayuda para retirar los escombros, clasificar el material de la casa que se puede reutilizar, como la teja o las laminas de asbesto. La labor en las comunidades de Guerrero consiste en reconstruir las viviendas, los víveres son de gran utilidad en el momento, pero necesitamos organizarnos para que a corto y largo plazo sigamos monitoreando las necesidades y no sólo sean cubiertas a corto plazo.

El estado ha quedado rebasado ante la situación de emergencia, en Guerrero han sido los guerrerenses los que se han organizado para salir a las comunidades ha repartir y a brindar la ayuda, han sido los ciudadanos que sorteando los caminos plagados de inseguridad llevan las brigadas médicas, alimentarias y de limpieza. Hay que decirlo, las carreteras están llenas de peligros, de esa inseguridad de la que el propio estado no puede librarse porque parece que la alimenta. Sin embargo, eso no ha permeado en el ánimo de apoyo que tienen los guerrerenses, aunque los ciudadanos que resultaron damnificados por el sismo ya fueron coptados por los brazos de pulpo de un sistema político que se mueve en total impunidad, en comunidades como Atenango del Río, ya les pidieron su credencial de elector al momento de otorgarles las despensas, los habitantes recibieron la visita de los que se perfilan para gobernadores del estado o para algún cargo de representatividad popular en la próxima elección del 2018. Porque si algo tiene la clase política de Guerrero es que han sabido capitalizar la desgracia ajena, pero no cuentan con que el sismo no sólo movió la tierra, también a los ciudadanos que pese a todo han encontrado las formas de organizarse y de salir a la calle a reclamar los espacios que siempre han sido suyos. No es reiterativo, pero es cierto cuando dicen que los jóvenes son los que han tomado la batuta, mientras la clase política sólo ha recorrido la zona para hacer turismo político de la desgracia que azota a nuestro estado. 

Según los datos de protección civil del estado de Guerrero cinco personas perdieron la vida a causa del sismo. A la perdida anterior se suman los daños ocasionados por el huracán Max en Costa Grande, Acapulco pero principalmente en Costa Chica del estado, además de las mil 200 casas que sufrieron afectaciones por el sismo, 60 escuelas, 2 puentes, 28 unidades médicas, 23 tramos carreteros y 54 iglesias, incluyendo Santa Prisca que se encuentra en Taxco, una de las más antiguas. El dictamen es claro, lo daños estructurales que sufrieron algunas edificaciones van a requerir una reconstrucción total y todo los anterior en menos de un mes. En estos cuatro días he visto a muchos jóvenes sacar los escombros de las casas, levantar techos de teja y amarrar láminas de asbesto, pero también los he visto reconstruir una casa que parecía deshabitada entre tanta violencia y convulsión que nos ha tocado padecer en Guerrero. Los veo reconstruyendo una casa donde habita la empatía y el compañerismo que nuestra gente mantiene pese al estado de violencia que nos reusamos a normalizar. Levantan la misma casa que veo en los jóvenes de Morelos, Oaxaca, Chiapas y la Ciudad de México. Se organizan y reparten atole, clasifican alimentos y cantan después de la jornada. Como dice Isabel Zapata, no vuelvan a decir que tenemos el gobierno que nos merecemos, y suscribo, no lo vuelvan a decir porque no es cierto y ya lo hemos dejado claro. Hace apenas unos días, -16 de septiembre para ser exactos-, nos cuestionábamos el significado de la patria, de esa identidad que el estado patriarcal ha forjado con base a nacionalismos inventados y forzados que se asemeja más a un espectáculo de lucha libre dividida entre rudos y técnicos que al contexto actual. Si algo hemos comenzado asimilar en estos días que parece que no avanzan, que siguen estacionados en uno solo, es que el concepto de patria que forjó el estado, le queda corta a esta sociedad. La ciudadanía es ahora una luciérnaga que alumbra la cara del otro, y que ya es imposible no recordar. Nos tenemos a nosotros y es cierto, hay que apelar a que la memoria arrope los rostros del vecino. Como se lee en un pasaje de Moby Dick, vagando siempre en la pertinaz búsqueda de hijos perdidos, encontró a otro huérfano. Sin embargo, teniendo tantos hombros donde recargarnos, este país ha hecho durante estos días de la orfandad un mito.

 

*Yeliza Ruiz. Nació en Iguala, Guerrero, el 26 de diciembre de 1986. Poeta y ensayista. Estudió la licenciatura en derecho y la maestría en estudios de arte y literatura en la UAEM. Es directora del Encuentro Nacional de Jóvenes Escritores Acapulco Barco de Libros.En 2013 obtuvo la Beca para Jóvenes Creadores del FONCA. Recibió el Premio Literatura Joven  2012, categoría ensayo, otorgado por el gobierno de Guerrero, por Juan José Arreola, narrador que se revela en el poema; el Premio de Poesía en Morelos 2012 por Todos los gritos son ahora; el Premio Estatal María Luisa Ocampo 2012, (Guerrero) por Cartografía del tren. Su obra ha sido compilada en las antologías Poesía de vanguardia, editada por Grupo Yohuala en 2008; Reunión de nuevas voces guerrerenses, editada por la UAG en 2012; Jóvenes creadores del FONCA, editada por CONACULTA en 2014; XV años del Premio María Luisa Ocampo, Mantis, 2015 y Triángulo del sol, Praxis, 2015.

 

Ilustraciones: Yesenia Torres. 

Revista Desocupado