Entrevista

Por Norma Salazar* 

Claudia Shapiro ha fotografiado el cuerpo humano con mucha pasión, simbolizando sus fotografías con el paisaje y la naturaleza, además de la arquitecturas en algunos casos. Shapiro da una gran importancia al cuerpo y lo hace interactuar con la complejidad de los paisajes. El cuerpo humano es uno de sus temas piramidales dentro de su trabajo con la imagen; algunas fotografías de formato blanco-negro nos recuerdan a otra gran artista visual, me refiero a Imogen Cunnigham.

Claudia Shapiro muestra sus desnudos con una pureza sublime, retrata los cuerpos con especial cuidado centrándose en los primeros planos sin perder de vista la finura de la luz para resaltar la estética del cuerpo humano, sean desnudos o rostros clarososcuros; el lenguaje del cuerpo con sus formas simétricas de cariátides están unidas con la luz. De manera muy evidente, Shapiro muestra un carácter multidisciplinario del arte visual; íntimamente en cada fotografía existen diversos componentes que determinan la estética y su interpretación fotográfica futura.

Los detalles primordiales en su obra resaltan la profundidad entre sus modelos y reivindica una primera situación: le confiere a la fotografía la posibilidad de transmitir al sujeto con un nuevo significado. La fotografía instruye el contenido de la realidad, pero ahora bien, ¿cómo alcanza a mudar en palabras sus significados visuales?

Sus imágenes tienen un objetivo de comunicación y revelan los sentidos, es decir, son un enfoque, un encuadre que busca su objetivo para captar la honradez de ese objeto en imagen. Sus fotografías insisten en estar en la mira de nuestro entorno porque está relacionado con nuestras impresiones, con nuestros propios sentidos.

La hondura del foco visual es una identificación muy directa entre las imágenes que pondera, si es que la foto no está sub-expuesta o sobre-expuesta y atrapa al espectador. Sus fotos dinámicas de ánimos melancólicos o apacibles están atentas para cada contraste y utiliza sus frecuentes tomas hasta intuir la toma final. Shapiro prepondera en sus series la gran preeminencia de un peso visual; las ataña entre diversas grafías para unirlas; esto se debe gracias a la colocación de sus equipos de cámaras, las cuales están estáticas o dinámicas.

El mundo está lleno de imágenes, miles de ellas pasan en segundos a lo largo del día y de la noche, enfrente de nuestro mirar, pero, hay que saber observar con detenimiento y analizar sus componentes. Ahora ¿qué sucede con la textura de una fotografía?, en sus trabajos es un apoyo de ilusión óptica que le ayuda a reconocer aquellas sensaciones táctiles; asimismo, la textura en una fotografía de Shapiro nos aporta cierta tridimensionalidad y no las vernos como fotografías planas. Y es que Claudia Shapiro cuando trabaja sus fotos con textura se notan muy marcadas y por ello resalta un alto nivel de realismo.

Esto lo observamos en su serie de retratos que con su textura miramos imágenes con carácter, con cierta rudeza y otras con rostros ensimismados, otros más lejanos. ¿Qué sucede con sus paisajes? En ellos muestra ecosistemas fríos, duros, atemporales muy nostálgicos, es ahí, donde ella encuentra las texturas más lisas y suaves, espacios limpios y por qué no decirlo, mágicos.

Déjenme ser enfática, un ser humano cuando observa la imagen suele concebir una determinada representación y con un orden va evocando sensibilidad. En el trabajo visual de Claudia Shapiro podría hallar fotografías con un lenguaje subliminal que transmite diversos efectos emotivos.

*Norma Salazar es investigadora, crítica de arte y poeta.