Entrevista

 

Xipe Vitan: la otra visión del metal

2017-08-04 16:34:51

Sin autodenominarse como un movimiento, esta banda incorpora sonidos de instrumentos y lenguas de los pueblos originarios como forma de resistencia cultural e histórica

 

 

Por Rafael Cervantes Flores*

 

La música pasa por una crisis, un estancamiento que mantiene al público, específicamente a los jóvenes, en la enajenación ante la falta de propuestas frescas, lo puede ser un reflejo del trance por el que pasa la sociedad en general. Sin embargo, siempre habrá algunos porfiados que a partir de senderos que tan disímbolos –como pudiera ser el metal y las lenguas originarias– se rebelen para modificar su realidad. Ese es el caso de la banda Xipe Vitan Jä’i, la “gente del cambio de hoy”.

A toda acción corresponde una reacción. Una visión de los “vencidos”, por llamarlo de alguna forma, que recae sobre las naciones originarias, una visión que sigue ubicándolas como piezas de museo, eso fue lo que motivó a Thubini Mästoho (voz y flautas), Trece Muerte (guitarra), Una Tatyi Tuun (instrumentación) y Tliluetska (guitarra), a responder a una necesidad histórica concreta y, sin pretenderlo, convertirse en el contrapeso de los discursos hegemónicos que impactan directamente en el desarrollo de la sociedad. Ellos, con el tiempo, se unieron a Jahir Morales (guitarra), Pablo Ramírez (bajo), Eduardo Munguía (guitarra) y Marco Nafate (batería).

“Se nos quiere vender la idea de que son cuestiones viejas, añejas, cuando el hecho de reconocer la existencia de las lenguas vivas implica que reconozcamos a su vez las luchas y necesidades de los pueblos originarios como tal. La lengua se mantiene en movimiento, en lucha, entonces no podíamos permanecer estáticos. Nosotros también tenemos que contribuir a través de un mensaje al público que no está muy relacionado con las lenguas originarias o que tal vez vienen de pueblos originarios pero se niegan a sí mismos”, explica Tliluetska a Desocupado.

Desde sus inicios tuvieron esa reminiscencia hacia el dios Xipe, pero no en su advocación de “nuestro señor el desollado”, sino de manera metafórica: el cambio, la evolución, la transformación, el dinamismo. Su música, al tratarse de un arte vivo y que se transforma a cada momento, ha servido para visibilizar a culturas de diferentes regiones y también ha hecho las veces de espejo. La fuerza de su música aspira a provocar acciones concretas por parte del espectador, más allá de un simple slam.

“Xipe no es el último eslabón de una cadena, pero pretende ganar esa fuerza con una argumentación lingüística variada, investigada, de cosmovisión, con una propuesta que realmente aporte una fortaleza a ese eslabón histórico; que sea fuerza, que llame a la investigación de la gente que lo escuche y no sea solamente mero entretenimiento, sino una especie de ventana a eso que llamamos cultura originaria”, advierte Trece Muerte.

Xonechpiki uipili noaxka (Envuélveme huipil mío)

Probablemente se trate de la primera banda en México que ha recurrido a incorporar las lenguas originarias y una parte de los cientos de sonidos existentes al metal, no sólo los sonidos en el territorio nacional, sino del continente, más allá de un atecocoli (caracol) y una ocarina. Se trata de un atisbo de lo que son los ritmos “americanos”: cuerdas como el huapango, la samba, el bailecito, el vals, la cueca, la vidala o el son jarocho; percusiones como el huehuetl y el teponaztli; inclusive alientos como flautas de carrizo, quenas o el mismo atecocoli. “Se ha hecho un buen bordado, un buen tejido”, reconoce Thubini, remitiéndose a la metáfora del arte textil que aún guardan las primeras naciones.

“Un ritmo que predomine no lo hay, es una mezcla de lo que conocemos, de lo que hemos experimentado y vivido musicalmente en cuanto a sonidos se refiere. Seguiremos experimentando porque hay una inmensidad de ritmos que todavía no hemos utilizado y no sabemos ni siquiera tocar el instrumento, como son los violines o los bajoquintos. No va a predominar ninguno, simplemente va a ser experimentación, prueba y error, así hemos trabajado”, añade Trece Muerte.

Sobre el escenario, la banda recurre a prendas femeninas como fajas o huipiles y pintura con motivos de la iconografía de los pueblos originarios. Cuando suena el galopar del bajo y la fuerza de la batería, mezclada con las atmósferas creadas por flautas y ocarinas y la delicadeza de la guitarra acústica o el cuatro venezolano, entretejidos con frases en lenguas supuestamente “extrañas”, del otro lado no saben cómo reaccionar; no saben si mover la mata, armar el slam, mentarle la madre a los músicos o simplemente irse. Superado el shock, las opiniones en torno a ellos son más de forma que de fondo.

“Los metaleros se han centrado en esas situaciones de forma, pero no en torno a nuestra argumentación ideológica. No hay un rechazo, lo que pasa es que no saben qué hacer ante las lenguas, ante nuestro discurso de lucha, de resistencia, el cuál en el género del metal es poco común porque regularmente la gente que lo escucha es más individualista, más de la idea del ego o la fuerza”, considera Tliluetska.

De Anauakayotl a Poth’i ma ya mfenihü (De la mexicanidad a sembrar nuestros pensamientos)

La banda ha atravesado por tres momentos creativos. En un principio se sumergieron en en el pasado prehispánico, concretamente la cultura mexica –lo más difundido por la historia oficial, al ser una de las bases de su discurso de nación–, con la intención de rescatar unas “raíces” que ni siquiera ellos conocían en ese momento.

“El racismo, la discriminación, la invisibilidad, el abuso de poder, la violencia, la negación, han sido instrumentos de dominación del Estado y eso se reflejó en la educación. ¿Historia de México? Época prehispánica: olmecas, mayas, teotihuacanos, zapotecas, mixtecas, y sobre todo, mexicas. Conquista de México: Tenochtitlan. O sea que como derrocaron a Tenochtitlan, el país ya se terminó. No, cada pueblo tiene un origen milenario, una lengua y cosmovisión milenarias, una historia que se le ha negado, que se le ha prohibido”, expresa Thubini.

Con el paso del tiempo, hicieron valer el nombre de su proyecto para redirigirse hacia la realidad actual de los pueblos originarios a partir de su cosmovisión y vivencias personales; finalmente, el momento actual no se limita a reproducir una visión romántica, sino que trata de mostrar una postura crítica ante el panorama político, histórico, económico y lingüístico que rodea a las naciones originarias, siempre con líricas en náhuatl, hñähñü y tu’un savi, principalmente, aunque también se han valido del xna’nuj’a (triqui), tsa jujmi (chinanteco), e inclusive, del quechua.

Ante la corriente denominada “metal prehispánico” –en la que han llegado a encasillar a Xipe–, Thubini considera que hay todavía una enajenación debido a la ausencia de propuestas musicales críticas con una argumentación ideológica sólida. “Las bandas no investigan porque desde pequeños se les enseñó a reproducir todo lo que veían, no a generar propuestas. Tampoco hay un público inteligente, crítico, exigente, documentado, contextualizado con la verdadera cultura de nuestros pueblos, o nuestra verdadera raíz, que no es una sola”, arremete.

En esto radica la diferencia entre Xipe y el resto de las bandas encasilladas dentro de este subgénero. Para Trece Muerte, el público al que han llegado a través de su música ha sabido reconocer que no se trata simplemente de estridencia, sino que hay todo un discurso detrás que, lo mejor de todo, despierta interés. “En este asunto del individualismo que tiene estereotipado al metalero, se puede decir que también les gusta investigar sobre temas diversos; ahí vemos una oportunidad de llegar a la gente y de que los temas por los que abogamos se hagan más presentes”.

Si bien en las comunidades donde se hablan lenguas originarias el metal es prácticamente desconocido, pues lo común es escuchar música regional, banda, norteños o corridos, el hecho de que llegue una música hasta cierto punto estridente rompe con los esquemas: “Tratamos de que no sea un sonido primigenio, sino la atmósfera creada con esa fuerza. Tal vez eso es lo que a la gente no le desagrada y cuando se mezcla con su idioma o alguna parte de su cosmovisión es un plus, los atrae más, los identifica y nos da a todos fortaleza para enfrentar estereotipos y prejuicios sociales”, agrega Trece Muerte.

Otra diferencia reside en la definición de su propuesta. No se quedan sólo con la etiqueta de banda que graba rolas, saca discos, tiene fans o arma tocadas con un fin lúdico. En los últimos años, se han conformado como un “proyecto músico-cultural en lenguas originarias” debido a que su radio de acción se ha ampliado, desarrollándose en otros ámbitos como el trabajo comunitario y político, la investigación lingüística y la docencia de manera colectiva.

Antuni jiaa, nute kuií, ndoo tatyi (Nuevo pensamiento, agua clara, viento limpio)

En 2015, la banda participó en la segunda edición del ciclo de “música contemporánea en lenguas originarias” llamado Estruendo Multilingue, celebrado en el Museo del Chopo. Los miembros de Xipe coinciden en que fue la oportunidad de mostrar todo el trabajo realizado en los últimos tres años, además de ofrecer un set acústico con una fuerza tal que a ellos mismos les sorprendió el resultado, reflejado en canciones como “Xonechpiki uipili noaxka” o “Tahuantinsuyo Naujtlampaj”. Aunque reconocen que hay matices.

Ante las intenciones de un Estado que no cesa en su intento por homogeneizar a la población y hacerle creer que sólo existe una lengua, que además posee el status de oficial, Xipe va a contracorriente. No es complaciente ni da concesiones ante políticas indigenistas ni instituciones que bajo el discurso de la tolerancia y la multiculturalidad folclorizan a las culturas originarias. “El Estado dice una cosa y nosotros otra. El hecho de que metamos lenguas originarias atrae a la gente, somos un puente para que la gente tenga esa duda y se acerque a investigar, tampoco es darles todo”, externa Tliluetska.

Y aunque podría decirse que actualmente hay una efervescencia de bandas que cantan en lenguas originarias como bats’i k’op (tsotsil), diidxazá (zapoteco), conca’ac (seri), náhuatl o maaya t’aan, algunas de las cuales ya llevan más de dos décadas en el camino, los integrantes de Xipe admiten que para ellos no existe un movimiento como tal.

“Pareciera que hay un movimiento, pero una cosa es cantar en una lengua originaria y otro nivel distinto es ver si lo que se canta tiene la reproducción de los intereses de esa línea hegemónica que hay en torno al desarrollo de las cosas. Para que se hable de un movimiento tiene que haber una propuesta que empuje nuevas relaciones sociales y planteamientos de transformación de la realidad. Hay muchas bandas porque existe la necesidad de expresar lo que se vive en una comunidad de diversas formas; las música es una de ellas, pero no implica de facto que haya un movimiento”, remata Tliluetska, incisivo como sus riffs y solos.

La música llega y gusta a cualquier tipo de público si es sincera. La coherencia entre lo que se expresa líricamente, lo que se toca y sobre todo, lo que se hace fuera de los escenarios, facilita distinguir si es o no una pose. Así es en el caso de Xipe Vitan Jä’i: “Es una postura de vida. Yo desde hace mucho tiempo me manejo así en mi vida, hablo lenguas, las estudio y las aprendo. Nosotros ya estamos en otros asuntos”, externa Thubini.

Pero además de que la propuesta musical sea atractiva para los jóvenes, lo busca Xipe es una contribución social tangible; que se luche por los derechos, por defender a las lenguas y los pueblos originarios, por detener la violencia y el abuso de poder con la finalidad de lograr una mejor sociedad. “Hay mucha gente que no le importa; pero si comenzamos a sembrar esa semilla, alguien un día la va a cosechar. Aquí la onda es no caer en el error de reproducir lo que se ha hecho; hay que ser arriesgados”, concluye el vocalista.

 

*Rafael Cervantes Flores. Autodenominado “obrero de la palabra” es periodista egresado de la FES Acatlán-UNAM. Apasionado de las culturas originarias de México, ha vivido en comunidad y aprendido las lenguas náhuatl, tu’un savi y yoreme.

Revista Desocupado