Entrevista

 

La poesía fulminante de Hubert Matiúwaà

2017-05-20 14:49:39

"Apuéstale a tu lengua, es la que te va a dar herramientas", es lo que dijo a Desocupado el poeta Hubert Matiúwàa, ganador del Premio de Creación en Lenguas Originarias Cenzontle 2016

 

 

Por Rafael Cervantes Flores*

 

Ningún ser humano es estático, durante siglos, cientos de migraciones han ocurrido y prueba de ello es la expansión de diversas culturas y el parentesco entre las lenguas de algunas de ellas, pese a lo inmenso del territorio del Abya Yala. La nación Mè’phàà –asentada actualmente en la región de La Montaña de Guerrero– no fue la excepción, se extendió hasta Nicaragua.

El poeta Hubert Matiúwàa, siguió las huellas de sus antepasados en busca de respuestas y se encontró con una sorpresa que, lejos de desanimarlo, fue el catalizador para entrar en acción en torno a este idioma milenario.

“Los Mè’phàà llegaron a Nicaragua, donde los llaman Sutiabas pero ellos se autodenominan SÄIndiÅAi. Me fui buscando rastros de mi lengua y al llegar, ya no había gente que la hablara; el poeta Enrique de la Concepción Fonseca recordaba varias palabras, pero no podía hablar fluido. Fue como si yo me mirara en un futuro; ese sentimiento de impotencia al no poder articular una palabra como yo la articulaba la sentí como mía y me generó la necesidad de escribir más sobre la lengua”, explica el joven escritor que con mochila al hombro, jorongo y sombrero, es un andante permanente, como lo fueron sus ancestros.

Después de ocho horas de viaje en autobús desde Tlapa a la Ciudad de México y con el cansancio que ello implica, un café y el olor a libro nuevo de su primer poemario, Xtámbaa –el primero en lengua Mè’phàà–, son los detonantes perfectos para hablar de letras con Hubert. El título proviene de una ceremonia en la cual los abuelos, a través de la técnica de “medir el hueso”, adivinan la identidad del hermano animal de los recién nacidos y conocen dónde hacer dicho ritual. Una vez que lo saben, los encomiendan a la tierra para que se cuiden mutuamente.

“Escogí este título como metáfora, para que la lengua Mè’phàà sea como un hijo al que hay que cuidar y hacerle la ceremonia de Xtámbaa, porque en estos tiempos, hay un sistema violento que absorbe casi todas las formas de saber y pretende homogeneizar las diversas culturas que existen en el mundo. Es necesario cuidar nuestra palabra para que nos muestre el camino; cuidar nuestra manera de ver el mundo, de sentirlo, de pensarlo”, explica en torno al nombre, que en español significa literalmente “Piel de tierra”.

Se trata de un libro dedicado al cuidado de la palabra, un elemento de suma importancia, no sólo para la nación Mè’phàà, sino para todas las culturas, puesto que a través de ella se cuentan las historias y los sentimientos de un pueblo, las cuales se anteponen a la supuesta modernidad, que se empeña en separar el mito de la razón como si se tratara de algo superficial.

“Cada pueblo tiene una lengua, tiene su manera de nombrar el mundo y eso implica una manera de sentirlo y de construirlo. Por lo tanto, no podemos hablar de una modernidad, sino de muchas modernidades afincadas en la historia de cada cultura. El pueblo Mè’phàà tiene su manera de ver el mundo y está expresada en su lengua, donde están configurados los símbolos de su historia e identidad”, considera el poeta en entrevista.

 

Palabra diversa, creación colectiva

La palabra de Hubert Matiúwàa es bastante heterogénea. Desde los consejos de la abuela, hasta el dolor que aqueja a La Montaña: la violencia, la venta de niñas, la irrupción de la cerveza en la región que ha desplazado al pulque y propagado el alcoholismo, el asesinato de su paisano Antonio Vivar Díaz por parte de la Policía Federal, o un poema –que da nombre a la obra– dedicado al Mè’phàà Mauricio Ortega Valerio, uno de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa.

 

Xtámbaa

Nè’ne xàñúun a’ó

mbi’i rí nìrugáan,

àtsíyáa rí xùgii rí núñaa ikháán núñí ikhúún nye’,

nìndxá’wa ló’ ná nixphíbí rìga ràwúan,

ná nìgrigá’ ló’ gàjmíí anjgián’ ló’

khamí xuge’ nángua rá,

náa màro’ó gà’khó rìge rá,

tsá jàyá ìdxúu xuajíín ro’,

naa krùse màxtrigùùn ñò’ón tsí nudii a’ó rá,

naa júbà màxkhámaa nàkuáa’

xùge rí nanbra’á mìnaa ngàmí xùbía’

khamí nàgajáa iñúu tsìá’ ló’ rá.

 

Piel de tierra (fragmento)

 

Mi voz se hizo nido

El día que te agarraron,

¿Qué no saben que todo lo que te hagan me lo hacen a mí?,

aullé el relámpago en tu boca,

donde anduvimos con los nuestros

y ahora, ya no,

¿Dónde amarraré este dolor que enciende la esperanza?

¿Quién traerá la cabeza del pueblo?

¿En qué cruces colgaré aves que sepultan mi lengua?

¿En qué tierra he de encontrar tus pasos,

ahora, que tu cuerpo se acobija en el miedo

y crece la espiga de nuestra rabia?

 

Para él, la poesía es como el trabajo en el campo, donde la palabra es una herramienta que siempre debe construir. Pero esa construcción, para él, debe obedecer a una comunidad y reflejar el sentimiento de un territorio. Ese andar es un encuentro consigo mismo, “en el que muchas veces se asume esa idea colonizante de modernidad donde sólo existe una cultura, por lo que se debe migrar para acceder a salud, educación, o con suerte, justicia; entonces, se vuelve necesario estar afuera para poder estar adentro”. El autor admite que actualmente se encuentra en ese trance.

 

Akuán bègó

Nìgùwáán akuán ná xtóo xtámañà’,

judéé dùùn nìgùwéé khamí nìyáxììn rí tsíngìnuu èwè,

tsí ìwá nìkhí jàyá a’wáa tátà bègò,

Toño,

ikháán itsúu ngo’xó khamí ìdúú àñà’;

nìgùwáán nùndá’èe rí màgumá mbáníi xtàngòò,

¡dxáma!

tsígòo ru’wa, go’óò gòn’, ñawún màthá.

 

Hormigas rayo (fragmento)

Volvieron las hormigas en la piel del encino rojo,

cargadas de nubes levantaron la tristeza del hambre,

el más viejo traía tu voz de rayo,

Toño,

la piedra del caracol y el ojo de venado;

regresaron a pedir justicia,

¡Muchacho!

semilla de lluvia, casa de luna, brazo de río.

 

“Uno escribe de lo que vive o lo que sienten los otros, a veces a los amigos les suceden cosas y uno las siente, sea una injusticia o una esperanza, ahí te das cuenta de que la esperanza se construye colectivamente, que tú solo, caerías, que se necesita de los otros para poder caminar, de gente como tú. A final de cuentas, esa gente es la que te mantiene sin darte cuenta; lo mismo me sucede a mí con la poesía, es colectiva.

“La Montaña es bella, pero también hay en ella consecuencias de las políticas asistencialistas de los gobiernos; la poesía debe hablar del tiempo que nos tocó y obedecer justo a esta parte de la comunidad, debe tener un territorio de donde nazca, una lengua, una mirada”.

 

Corona Extra

 

Nìnujngoo ìdúú àkha’

khamí jambòò gòn’

nàkí rí xòwè

nìrákuá skìyúú ná awún iya mi’xá

khamí ndi’yèe rí ma’nè gàgii akíaan ló’,

xùge rá ná xuajiín rí Xkua Gàgii

nàkújma nà’kha xkrajndí awún yojnda’,

jàgo tsí’tsú rí nà’thá “Corona Extra”

ná gajno’ rí tsingìnáa ló’.

 

Corona Extra

Pasaron ojos de sol

y caminos de luna,

después de que el tlacuache

pusiera su fuerza en el pulque

y buscara nuestro contento,

ahora, desde Monte Alegre,

se mira llegar entre el polvo,

camiones en donde enfrascada

viene con la palabra “Corona Extra”,

nuestra tristeza.

 

Escribir para mantener la memoria

Desde hace varios años, voces diferentes al castellano se expresan en México a través de la literatura. Tu’un savi, bats’i k’op, p’urhépecha, diidxazá, náhuatl, tutunaku, son algunos idiomas en los que se está creando poesía, cuento o narrativa. Trabajos como Xtámbaa son definidos por la academia y los medios como “poesía indígena” y considerados un elemento más de la “cultura nacional”. Pero Hubert rechaza ese término y explica por qué:

“La poesía indígena no existe, porque lo indígena es una categoría racial que sirve para diferenciar las clases sociales; donde viva una lengua siempre va a existir la poesía. El hecho de que sean invisibilizadas o no tomadas en cuenta, quizá obedece a un proyecto de nación y una lógica de canon. También hay una tendencia de convertirla en moda, folclorizarla justo para invisibilizarla. Yo creo que los espacios que hoy existen se deben a una historia; la moda pasará pero la historia va a seguir caminando”.

La creación literaria en lenguas originarias cobró un nuevo sentido desde el EZLN o la Policía Comunitaria en Guerrero, movimientos que representaron un parteaguas en cuanto al reconocimiento de los derechos de las primeras naciones y devinieron en la apertura de espacios o la escritura de las lenguas. “Nosotros no estamos aquí por estar, sino somos consecuencia de algo. En mi caso, hubo alguien que en algún momento, generacionalmente, apostó a la vida de esta lengua para que yo pudiera nombrar el mundo como lo nombro o escribir un poema en lengua Mè’phàà”, afirma Hubert.

 

¿Qué tan viable es, a través de la palabra escrita, aprehender toda esa manera de ver el mundo en culturas donde la oralidad es tan importante?

 

Tiene sus pros y sus contras, pero si consideramos que hay que luchar de todas las maneras posibles para que nuestra lengua viva. Las comunidades de El Salvador tienen un proceso llamado oralituria, “tránsito de oralidad a la escritura”, que da valor a la tradición oral en la producción de literatura de los pueblos originarios, ya que en éstas se afinca su cosmovisión, su sentí-pensar, su filosofar.

“Si pensamos de manera dicotómica, escritura u oralidad, es una discusión que no tiene mucho caso porque seguiríamos en el mismo punto: buscar una sola manera de entender una cultura, entonces estamos perdidos. Una cultura se debe de aprehender de todas las maneras en que el ser humano pueda expresarse y sería genial que existiera poesía escrita, oral, música, pinturas, todo lo que pueda reflejar el sentimiento”.

Hubert comenzó a escribir como una forma de hacer memoria de los caminos de La Montaña, para retener imágenes, consejos y recuerdos. Se burla un poco de sí mismo cuando reconoce que lo tomó más en serio que otras personas, aunque no sabe si su andar continuará por ese camino que ya lo llevó a presentar su libro en el Palacio de Bellas Artes y ser merecedor del Primer Premio de Creación en Lenguas Originarias Cenzontle 2016.

Además, por vez primera se escuchó la lengua Mè’phàà en la Sala Nezahualcóyotl como parte del Festival de las Lenguas de América, organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México. Más que como persona, estos logros tienen un significado para su lengua y su cultura, catalogados durante mucho tiempo como minoritarios. Sin embargo, hay matices.

 

Gu’wá

 

Xí mbuyá xò’ xùge’ rá,

gájmàá chìdé murúthíin ajuàn’ ná jùga’ ra’an xò’,

mutsíkhée ndèla rí ma’ne mbítha’a ná jìna riga

khamí rí tsígu maxa’ kha jayóo rí tsíngìna,

mùradíin ajmíi òò atsúun mbàxtá tsí monè gìyáa jùma

khamí mudíi ná awuán tsína’ rí nayaxaa ló’.

 

La casa (fragmento)

 

Si nos vieran ahora,

con machetes romperían los fierros que nos esconden,

quemarían velas para alumbrar esta oscuridad

y para que los años no traigan la desesperanza,

sacrificarían dos o tres gallos para regar la memoria

y se siembre en tu vientre la cicatriz que nos mira.

 

 

“Se ha visibilizado mucho y me gusta porque puede generar esperanzas de escritura a la gente que habla la lengua Mè’phàà, durante mucho tiempo se nos enseñó que no se podía escribir, ni sentir; entonces es una forma de volver a sentir, de volver a contar. Hablar acerca del premio es complicado porque hay mucho desdén por parte de las instituciones, por más que digan que las políticas ahora son diferentes o que hay una inclusión, no es cierto, hay violencia; lo peor de todo es que no se dan cuenta de que esa violencia existe. Aún está pendiente la publicación del libro Cicatriz que te mira, ganador del premio”, lamenta con indignación.

Finalmente, con la frase que concluye su poema Gu’wáCasa, en castellano–, así Hubert Malina –como también se autodenomina– cierra la charla: “y se siembre en tu vientre la cicatriz que nos mira”. Esta frase refleja su sentir frente a la poesía, creación que siempre debe asirse simbólicamente al territorio. “Apuéstale a tu lengua, es la que te va a dar herramientas, te va a dar cobijo”, recomienda.

 

 

*Rafael Cervantes Flores. Autodenominado “obrero de la palabra” es periodista egresado de la FES Acatlán-UNAM. Apasionado de las culturas originarias de México, ha vivido en comunidad y aprendido las lenguas náhuatl, tu’un savi y yoreme.

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