Entrevista

 

Prohibición de las drogas en México, un asunto de intolerancia y clasismo

2018-01-22 17:13:35

En esta charla, Ricardo Pérez Montfort estudia la historia del consumo y distribución de las drogas en México; cómo pasaron de ser sustancias comerciales a elementos de salud y seguridad públicas

 

 

 

Por Javier Moro Hernández*

 

 

Por un breve periodo en México el consumo de drogas fue legal y controlado por el Estado mexicano que, encabezado por el general Lázaro Cárdenas, generó una serie de dispensarios médicos atendidos por especialistas de la Dirección General de Salubridad, que entonces era dirigida por el doctor Leopoldo Salazar. Estos dispensarios atendían a adictos a la morfina y a la heroína, a quienes les suministraban dosis a bajos precios para controlar su adicción. Sin embargo, la presión del gobierno de los Estados Unidos, que amenazó con dejar de suministrar medicinas y productos necesarios para la industria farmacéutica nacional, hizo que el Gobierno federal mexicano tuviera que echar marcha atrás a esta política novedosa que contravinó la ola "prohibicionista" que desde el norte condenaba el uso libre de las drogas.

México fue pionero en una política que toleraba y que vio a los adictos como personas enfermas. Pero el proceso de prohibición de las drogas había iniciado en nuestro país en 1917, cuando el grupo de congresistas cercanos a Venustiano Carranza iniciaron una política de control y represión sobre el consumo y la producción de drogas en el país, que contravenía a lo que había sucediendo en México a lo largo del siglo XIX, cuando la marihuana se podía encontrar libremente en los mercados de las ciudades y la cocaína y la heroína se vendían en las farmacias, en las boticas, como remedios en contra de diferentes males.

Para el investigador del Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Ricardo Pérez Montfort (México, 1954), la tolerancia a las drogas en nuestro país venía de una larga tradición. Los pueblos indígenas mexicanos usaban diferentes plantas con propiedades sicoactivas, y aunque durante la colonia estas prácticas fueron perseguidas por las autoridades eclesiásticas, nunca se perdieron del todo. La llegada de la migración china a finales del siglo XIX y la llegada de las empresas farmacéuticas alemanas e inglesas pusieron a disposición de los habitantes de las grandes ciudades mexicanas una serie de productos y sustancias, que fueron adoptadas y que cambiaron tanto el consumo como la conciencia que se tenía sobre ellas por parte de la sociedad mexicana.

A finales del siglo XIX los soldados del Ejército porfirista fumaban marihuana, mientras los dandis y los intelectuales de las grandes ciudades deleitaban sus sueños fumando opio. El consumo de drogas era algo conocido y tolerado por los ciudadanos mexicanos. El gobierno controlaba la producción y la venta se hacía en farmacias, en boticas, en puestos de mercado. De las drogas se hablaba en la prensa, en las canciones populares. Sin embargo, esa tolerancia empezó a cambiar. Las nuevas ideas positivistas, tan en boga entre el grupo gobernante, empezaron a señalar que el atraso económico del país se debía al atraso síquico de sus ciudadanos. Esto llevó a este grupo gobernante a señalar el consumo del pulque, de la marihuana y de otras sustancias.

A partir un profundo trabajo historiográfico lleno de referencias culturales, iconográficas, literarias, periodísticas y cinematográficas, Ricardo Pérez Montfort analiza el papel que han desempeñado tanto la sociedad mexicana como sus gobiernos en la restricción de la producción y el consumo de estas sustancias y nos cuenta la historia de las drogas en México de 1840 a 1940, periodo crucial para entender cómo se estableció el código de salud moderno y la actual política prohibicionista.

Ricardo Pérez Montfort también es profesor de la Facultad de Filosofía de la UNAM, fue director de las revistas Desacatos, Revista de  Ciencias Sociales entre 1998 y 2000, de la Revista de la Universidad de México, entre el 2000 y el 2002, y Desocupado platicó con él sobre su más reciente libro, Tolerancia y Prohibición, publicado por la Editorial Debate.

Javier Moro Hernández: El libro es parte de una investigación más amplia, pero quería preguntarte ¿cómo surge el interés por el tema de la prohibición de las drogas en nuestro país?

Ricardo Pérez Montfort: El tema me empezó a llamar hace como 15 ó 20 años, estaba trabajando otro tema, pero de repente en los periódicos y en los documentos que estaba revisando empecé a encontrarme con referencias sobre las drogas, y traté de buscar que había en México al respecto; pero hace 15 años sólo se conocía sobre el gran problema del narcotráfico en México, pero no se conocía la historia del consumo y la producción de drogas en nuestro país, así que empecé a reconstruir esta historia, tomé como modelo la obra de Antonio Escohotado, Las historias de las drogas, el trabajo de David XXX, “La enfermedad americana”, buscando modelos en donde se habla de la relación social con las drogas, lo cual me dejó claro que necesitábamos entender este fenómeno en México, y poco a poco fue creciendo la idea, que era preguntarme ¿cómo se va construyendo la idea sobre las drogas y la idea de "la idea prohibicionista"?, ¿cuál es el origen realmente de la prohibición en México?, y eso es lo que traté de explicar en este libro, aunque para ello no solamente tenía que hacer una historia de índole jurídico, analizando las leyes que se redactaron en ese momento sobe el tema, a mí me interesaba un poco más el cómo se incorporaron las drogas a los fenómenos culturales. Entonces lo que traté de hacer fue una especie de  historia social y cultural en torno de las drogas, y por eso el libro tiene el subtítulo de Aproximaciones la historia social y cultural de las drogas en México 1840-1940.

JMH: Durante el periodo de estudio que abarca tu libro, entre 1840 a 1940, hay un proceso pendular entre la tolerancia y la prohibición de las sustancias sicoactivas, aunque se podría decir que existía una tolerancia social hacia el consumo de estas sustancias, que fue cambiando poco a poco, generando un proceso de intolerancia que se va manifestando y se va afirmando con el paso del tiempo.

RPM: El libro da cuenta en buena medida de cómo en función de la conciencia adquirida sobre estas sustancias las distintas esferas van reaccionando de distinta manera. De hecho en un inicio la misma palabra “droga” tiene una connotación inocua o incluso hasta positiva, es considerada como un remedio o como una sustancia que sirve para aliviar algún mal, pero poco a poco la palabra se va acercado a una definición que tiene que ver con una sustancia que altera la conciencia y es justo ese fenómeno de alterar la conciencia, de fomentar un bienestar artificial, lo que empieza de alguna forma a anatemizarse; en el fondo la construcción de la intolerancia es, por un lado, una prohibición muy puntual al libre albedrío, pero además es un intento de imposición de una mirada intolerante hacia el otro, en la base de la propia prohibición se encuentra establecida la base de que un sector social no tolera a otro, que utiliza estas sustancias con fines de ampliar su propia conciencia, con fines de evasión, con fines recreativos, etcétera.

JMH: Resulta muy llamativo que la base de prohibición, en el caso mexicano, se construya con base en la idea de la superioridad racial. En tu libro mencionas casos que, desde el conservadurismo, se genera la idea de que las drogas degeneraban las razas. Lo que provoca la prohibición a las drogas muchas veces es la intolerancia visto a través del racismo y del clasismo, pero que se encontraban basadas en supuestas ideas científicas.

RPM: El liberalismo estaba muy asociado a la escuela filosófica del positivismo, por lo cual adopta los modelos norteamericanos y europeos de clasificación de los distintos grupos sociales, pero también adopta su proceso de jerarquización, entonces, quienes tienen las posiciones de poder y de decisión en el país asumen y deciden qué es lo bueno y qué es lo malo para el resto de la sociedad, y ese resto de la sociedad rara vez tiene voz para decir algo al respecto, y no sólo no tiene voz sino que tampoco es escuchado, es ignorado profundamente.

JMH: El consumo de la marihuana, dentro de las clases populares, estaba bastante extendido o normalizado. Mencionas que la marihuana se compraba en mercados, se vendía abiertamente, además se consumían hongos y peyotes.

RPM: Porque esos consumos formaban parte de sus condiciones sociales y culturales, de cada uno de ellos, pero en el caso de esta historia social, que se trata de enfocar en el mundo popular, una de las cosas que llama la atención, no solamente era la enorme tolerancia que existía al consumo, sino también la dimensión lúdica que existía: había una posición en la que no sólo se acepta el consumo, sino que además se divierten con ello; entonces en la intolerancia también hay un rechazo del bienestar del otro, a la diversión, al juego, incluso a la misma inconciencia del otro, hay una negación a permitir que los otros rompan con esta “realidad”, con esta supuesta realidad. En ese sentido el rechazo y la prohibición se basa precisamente en la limitación de la libertad del otro.

JMH: Esta tolerancia se extendía también a consumidores de otras sustancias, como la heroína o la cocaína, que en su mayoría provenían de otras clases sociales. Estos consumidores fueron tolerados por una parte de la sociedad mexicana. Los mismos productos fueron vendidos libremente en farmacias, boticas, etcétera.

RPM: Y no existía una venta clandestina, no existía una delincuencia instrumentalizada que interviniera en los procesos de producción y distribución, sino que estaba perfectamente identificada quiénes eran los que podían producir y vender estas sustancias, las empresas farmacéuticas francesas, alemanes, inglesas, vendían sus productos a gran escala en las farmacias mexicanas y los farmacéuticos podían expender sin ningún problema, y no existía un fenómeno de masas adictas, que es lo que argumentan los defensores de la prohibición, durante muchos años la venta fue libre y los mexicanos no se convirtieron en masa a ser consumidores de marihuana o de opio, eso no es cierto, por ejemplo en el censo de 1940 de toxicómanos no va más allá de seis mil individuos, que se registraron casi todos en la Ciudad de México, que para esos años ya era una ciudad que rebasaba el millón de personas, seis mil individuos no es un problema social, sino que además, si se les concibe desde una visión médica, podrían ser considerados como enfermos, un término que también puede ser puesto a discusión, por lo cual tampoco es un problema grave de salud pública, era un problema controlable, no se trataba de una pandemia, en esa época tenía poca relevancia para la sociedad.

JMH: Existía una visión que en México veía a estas personas como enfermos, una visión sanitaria, que no pretendía criminalizar a los consumidores de drogas. El otro proceso que se va narrando en el libro es cómo la visión sobre las drogas va pasando de ser un problema de salud pública para convertirse en un problema de seguridad pública.

RPM: Pasa a ser un problema judicial y eso conlleva una visión más intolerante y de corrupción; la prohibición, tanto en México como en Estados Unidos lo que ha hecho es favorecer y fortalecer a un sistema de corrupción que involucra a las autoridades sanitarias y a las judiciales, pero además fortalece a las redes de producción y de distribución de las sustancias; entonces, el proceso de criminalización trae consigo, inevitablemente, un proceso de desajuste social creado por la corrupción, algo que podemos ver hasta ahora.

JMH: Quería preguntarte sobre el papel de los Estados Unidos, como gran impulsor de la prohibición, y qué presionó a los gobiernos mexicanos, que decidieron apoyar esta política.

RPM: Desde luego hay una especie de espacio receptivo en México de las políticas conservadores, incluso no es raro que las primeras leyes restrictivas sobre las drogas en México vengan del grupo carrancista, que realmente tratan de instrumentar un control del opio, porque esta sustancia estaba haciendo “improductivos” a los chinos, que había sido la mano de obra en ciertos estados en esos años, y entonces había que controlar ese consumo y esa producción, entonces los primeros afanes de control a partir de decretos vienen de Carranza, aunque ya en el Porfiriato ya habían existido algunos leves asomos que buscaban controlar más la producción y el consumo que se generaba a través de la venta en farmacias y había posicionamientos muy concretos en contra del uso de la marihuana en el Ejército de Díaz, un lugar en donde se consumía bastante esta planta. Entonces había que buscar el control del consumo de los soldados rasos, que en muchos casos provenían de las clases marginales de la sociedad, por lo que existía también una intolerancia muy fuerte hacia esa pobreza, hacia los miserables, pero también hacia el placer que mostraban los consumidores, que demostraban los consumidores hacia las autoridades, un placer que a veces les permitía mostrar una cara irreverente, que por supuesto a las autoridades mexicanas les generaba una intolerancia brutal. Pero cuando aparece la dimensión sistemática de judicialización hay una influencia muy importante de Estados Unidos, cuyo gobierno es el gran promotor a nivel internacional de las políticas prohibicionistas, y que tiene a unos personajes completamente intolerantes a la cabeza.

JMH: Tu investigación es una muestra de que los intentos de control y de prohibición del uso de las sustancias fue generado por un cambio cultural, que se encontraba cruzado en muchas ocasiones por motivos raciales y clasistas, y que en realidad esta política tiene menos de cien años. En este sentido en nuestro país se ha venido discutiendo sobre la posibilidad de legalizar el consumo de la marihuana y quería preguntarte ¿cuál es tu opinión sobre este debate?

RPM: Esta discusión, desde mi punto de vista, adolece de un problema fundamental, que es que está muy permeada por intereses económicos y no por intereses sociales o por una búsqueda de bienestar de las personas. El debate tampoco muestra preocupación en el ejercicio de la libertad, no, el debate se encuentra instrumentalizado por intereses económicos muy claros, de personas que se han dado cuenta de que la marihuana, en sus múltiples dimensiones, es un negocio, que se encuentra dominado por grandes corporaciones delincuenciales, en el mundo entero, entonces los empresarios y algunos políticos están queriendo participar en este negocio, pero no porque se encuentren interesados en que los mexicanos puedan descubrir que existe la posibilidad de convivir con estas sustancias, sin que esto quiera decir que se altere por completo la conciencia o su condición de entes pensantes. Están interesados en que ahí hay un negocio fuerte, no en vano uno de los propulsores es Vicente Fox, que no es un hombre liberal, ni piensa que los mexicanos deben de tener la libertad de consumir lo que deseen, sus razones son meramente económicas, él quiere participar en el negocio, y en ese sentido sí creo que hay una hipocresía y que hay un tratamiento oculto de los verdaderos intereses que están detrás de esta idea de la legalización, aunque también creo que hay que aprovechar el proceso para legalizar pero también para denunciar este tipo de situaciones.

JMH: ¿Cuánto crees que haya cambiado México, para bien o para mal, a partir de la prohibición tajante del consumo de las sustancias?

RPM: Creo que la historia es muy importante para entender el presente, y casi me atrevería a decir que sin historia no existe prácticamente nada, como diría don Luis González, todo es historia, pero creo que la historia en determinado momento, y sobre todo esta historia, puede servir para que en determinado momento la gente se dé cuenta, el lector se dé cuenta de que las cosas eran distintas en determinado momento, que había debates, discusiones, había reflexiones, que merecen la pena ser rescatadas y volver a presentar, precisamente porque pueden alimentar y ayudar al conocimiento de un fenómeno que sí está alterando realmente a la sociedad mexicana, ya que a raíz de la prohibición lo que ha sucedido es precisamente una guerra, una situación de tensión que crea esto que ahora llamamos narcotráfico, que es en buena medida resultado de la prohibición, porque en vez de haber aprendido la experiencia de la prohibición del alcohol en Estados Unidos, lo que se hizo fue radicalizar esa idea de control, y lo que tenemos es un resultado mucho peor que el de Chicago de la década de 1920, de la época de la mafia, hoy tenemos un fenómeno de “gangterización” mundial, para eso puede servir la historia. No creo que haya que idealizar ese momento en que el consumo era permitido, pero lo que sí hay que hacer es conocerla, para que te ayude a pensar e informe y que acabe con los clásicos prejuicios que caracterizan este tipo de debates.

 

 

*Javier Moro Hernández. Es poeta, periodista y promotor cultural. Autor del poemario Mareas (Abismos, 2013) y de las plaquettes Los Hipopótamos de Pablo Escobar (Deléatur Estudio, 2016) y Los salvajes de ciudad Aka (Deléatur Estudio-Dos10, 2012). Colaborador de La Jornada de Aguascalientes y de revistas digitales como Suplemento de LibrosNoiselab, entre otros.

 

Revista Desocupado