Ensayo

 

Rene Aviles Fabila, un recuerdo

2016-10-10 01:17:58

...Se jactaba de ser un escritor político...

 

 

Por César Abraham Navarrete Vázquez*

 

Con Ollin Eyecatl Buendía Salazar

 

René Avilés Fabila refería que Octavio Paz le había endosado un epigrama, a partir de su nombre y su primer apellido: "René, ah vil es". Cuando se lo pregunté previamente a la entrevista que le realicé hace algunos meses en la Fundación que lleva su nombre, ubicada en la calle de Yacatas, a unos cuantos pasos del metro Etiopía, me respondió que “la confrontación se suscitó debido a su amistad con Elena Garro”, primera esposa del Nobel mexicano.

También en el preámbulo de la conversación, le manifesté que lucía muy bien. Fui más allá. Le pedí que me compartiera el secreto de su lozanía y me respondió que practicaba la natación. Era un hombre de vestir impecable. Aquella tarde se atavió con un traje azul marino, camisa blanca y corbata roja.

En dicho encuentro, Avilés Fabila señaló que, ante todo, se consideraba escritor, si bien a lo largo de su trayectoria desarrolló notablemente el cuento, la novela, el ensayo, la minificción y el periodismo. También fundó y dirigió la revista El Búho.

Jorge Luis Borges y Ramón Gómez de la Serna lo trascendieron. Sin embargo, su escritor predilecto fue Edgar Allan Poe: “Considero que la cuentística moderna se desprende de su obra y de sus teorizaciones al respecto. […] Su espléndida literatura aterroriza, paraliza, es una perfecta estética del horror que nos atrapa y nos hace al mismo tiempo sufrir y gozar”.

La lucidez y el sentido del humor afloraron durante la plática. Cuando le pedí que me leyera algunos textos, se sorprendió al enterarse de que había sido antologado por Rogelio Guedea en El canto de la salamandra. Antología de la literatura brevísima mexicana (2013) de la editorial tapatía Arlequín (el libro, por cierto, fue un obsequio generoso de su director general, Felipe Ponce). 

En Material de lo inmediato (Nueva imagen, 2005), artículos y ensayos periodísticos, cuyo último ejemplar conseguí en la Librería Porrúa de Justo Sierra impulsado por mi interés en el texto dedicado al español vanguardista, Avilés Fabila brinda homenaje, entre otros artistas, a Juan Rulfo, Rubén Bonifaz Nuño y a Juan José Arreola, de quien fuera alumno junto a José Agustín, su inseparable amigo de juventud, en su legendario taller literario Mester.

Se jactaba de ser un escritor político. “Aunque la mayor parte de mi tarea periodística es de tipo político, nunca he sentido la necesidad de conservarla en libros”, apunta en las Preliminares de Material. Su novela El gran solitario del Palacio (1971) se inspira en el movimiento estudiantil de 1968.

 

 

Horas antes de la cita, realicé una escala fugaz en las librerías de Miguel Ángel de Quevedo. Ahí conseguí Los oficios perdidos y otros cuentos (Instituto Politécnico Nacional, 2009), libro en que se compilan prosas breves.

En 1970, René Avilés Fabila conformó la Antología del cuento breve del siglo XX en México por encargo del poeta Carlos Pellicer, entonces presidente de la Comunidad Latinoamericana de Escritores. La selección se publicó en el boletín número siete de dicha comunidad.

El libro de la imaginación, compilado por Edmundo Valadés, y que se tiene por la obra referente del género mínimo, apareció seis años después de este intento antologador, como señala el escritor e investigador Javier Perucho en Dinosaurios de papel. El cuento brevísimo en México (Ficticia, 2009).

El propio Perucho escribe: “La administración pública, las tareas editoriales, la docencia universitaria, el periodismo cultural, los talleres de creación literaria, la difusión cultural y el comentario político, son los principales ámbitos en que se ha desenvuelto”. Y más adelante, añade: “Es a partir de [José Emilio] Pacheco y Avilés Fabila que se percibe un cambio en el paradigma profesional del escritor. Se inscriben en la universidad no sólo para allegarse información y consolidar la propia formación, sino también porque facilita el acceso a esferas laborales y sociales”. 

De su larga faceta como docente y funcionario cultural en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), recojo un par de testimonios de amigos que fueron sus alumnos. Agradezco sobremanera el permiso para tomarlos de sus respectivas cuentas de Facebook y reproducirlos.

César E. Castro: “Lamentable y repentino el fallecimiento de quien me enseñara el verdadero valor de las letras, pero no sólo eso sino también el verdadero valor de disfrutar ser quien uno es, de la inteligencia en el buen humor y de lo liberador que es encontrarse fuera de la corriente por voluntad y con gran estilo. Un escritor admirable, amigo de tantos que a veces ya ni los recordaba. No sé cómo era mejor, como amigo, como enemigo, como maestro y tantos más. Adelante profe que allá lo alcanzamos. Gracias”.

Francisco Maldonado, quien subió una fotografía de Los animales prodigiosos, firmado por el autor: “Es muy difícil escribir sobre el fallecimiento de una persona, trato de mantenerlo solamente para mí, sentir la tristeza interna y asimilarlo a mi ritmo. Pero hoy es necesario arrastrar líneas para liberar el caos que embarga el corazón. Se fue un profesor a quien quise mucho, del que disfruté tanto sus clases y de las maravillosas anécdotas que contaba con fascinante ritmo. Alguien que incitaba al gusto por la lectura, por el análisis y siempre tenía un toque de sarcasmo espléndidamente usado. Te vamos a extrañar mucho querido maestro. Gracias por haber sido parte de mi vida. Hasta pronto René Avilés Fabila”.

Al concluir la entrevista, se dirigió a uno de los libreros del fondo. Tomó un libro que posteriormente me obsequió y firmó: El bosque de los prodigios (Laberinto, 2015).

Antes de despedirnos, fisgoneé en las vitrinas. Además de sus ediciones príncipes, distinguí una fotografía con su esposa, Rosario Casco. Estaban en Ámsterdam, en uno de los puentes que cruzan el río Amstel. El maestro, tomándola a ella del brazo, me confesó: “Mucha gente piensa que tuve muchas novias, pero siempre fui hombre de una sola mujer”.

Semanas después, al enterarlo de la publicación con su entrevista, me escribió: “Todo lo que se refiera positivamente a mí y mi trabajo literario, me encanta”. 

 

*César Abraham Navarrete Vázquez (Tlalchapa, Guerrero). Comunicólogo, escritor, viajero, traductor literario, fotógrafo, bloguero, documentalista y etnomusicólogo. Autor de Poenimios y Fábulas-o- heces.

Revista Desocupado