Crónica

 

D.H. Lawrence, el peregrino salvaje

2017-05-27 10:05:16

"México tiene un cierto misterio de belleza para mí, como si los dioses estuvieran aquí"

 

 

El 21 de marzo de 1923, el autor de El amante de Lady Chatterley y su mujer Frieda von Richthofen, cruzaron Ciudad Juárez y abordaron un tren a Ciudad de México. También visitaron Puebla, Orizaba, Cholula y Atlixco. Ese y otros viajes al lago de Chapala, Oaxaca y Teotihuacán inspirarían sin duda al novelista inglés para escribir La serpiente emplumada y Mañanas en México

 

 

Por Carlos Framb*

 

 

Fue una tarde fría y luminosa de fines de diciembre de 2016, en una librería de viejo de la calle Donceles, cuando me enteré del paso del novelista inglés D. H. Lawrence por tierra mexicana. Baruc, el joven librero, que conocía mi interés por el tema de los escritores extranjeros en México, me enseñó un par de libros de dicho autor: La serpiente emplumada y Mañanas en México.

El 21 de marzo de 1923, David Herbert Lawrence y su mujer Frieda von Richthofen, cruzaron la frontera en Ciudad Juárez y abordaron el tren con destino a Ciudad de México. Pasaron su primera noche en el Hotel Regis y después se mudaron al Montecarlo, hotelito italiano en la calle Uruguay. El Excélsior anunció su llegada en la sección de viajeros del 25 de marzo. El escritor norteamericano Witter Bynner y su secretario Willard Johnson, amigos de los Lawrence, se les unieron una semana después y juntos fueron a Cuernavaca, la Cuauhnáuac de los Tlahuicas donde antaño Hernán Cortés impuso su espuela de oro y su voluntad de hierro, y donde los vestigios de Emiliano Zapata le arrancaron a Lawrence una lágrima, contemplaron la nevada cumbre del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl y montes de aristas azuladas o cubiertos por una caperuza de nubes, colinas y laderas nadando en un nimbo de luz, cactus con sus dedos como puñales, setos de mezquite y palo blanco, mesetas enjutas, todas rocas y sequedad, la estela de una serpiente en el polvo, la mancha blanca de un pueblo a lo lejos, tierra calcinada y descolorida, oscuros bosques de pino y estrellas centelleantes como ojos de coyote.

El itinerario incluyó Puebla, Cholula, Atlixco y Orizaba. Cuántas imágenes: iglesias con su ábside como una enorme pompa a punto de reventar, vigilantes por encima de las chozas, calles pedregosas, casuchas de adobe donde rojea un fuego precario, una solitaria capilla de dos torres, un viejo tranvía de mulas, un molino y un naranjo, unas cuantas cabras y un camino entre árboles desperdigados, el aguador corriendo con un palo en los hombros y dos pesadas latas llenas de agua, un perro que guía a un ciego, mujeres envueltas en rebozos azules, descalzas y con revuelo de faldas voluminosas, mujeres lavando arrodilladas sobre piedras, llevando cántaros de barro al hombro o moliendo maíz y haciendo masa para las tortillas. Y niños indígenas bañándose en un charco, hombres envueltos en sarapes o arrebujados hasta los ojos en ponchos colorados, el cuerpo bajo, el rostro broncíneo, los ojos de negro pedernal cuyo brillo acerado semeja a un puñal en la noche, ojos de mirar selvático y penetrante, a un tiempo temible y acariciador. Visitaron las pirámides de Teotihuacán. A Lawrence le fascinó el muro de Quetzalcóatl, el grande y terrible dragón de México, la deidad venerada en forma de serpiente enrollada en sí misma, con garras y cubierta de plumas. Tal vez ese fue el germen del tema de su novela The Plumed Serpent. Ya en su primer trabajo sobre México, Au revoir USA, Lawrence aludió a la serpiente de cascabel enroscada en el corazón de México.

Lawrence y Frieda llegaron a México por vía indirecta. A fines de 1917, tras acoso constante por parte de las autoridades militares, los Lawrence se vieron obligados a dejar Cornualles. La nacionalidad alemana de Frieda, su pareja desde 1912, así como el rechazo abierto de Lawrence al militarismo, levantaron sospechas de espionaje en una Inglaterra en guerra. Esto, y la censura a su obra literaria por supuesta obscenidad, lo llevaron a emprender lo que él mismo llamó su peregrinación salvaje. Tras pasar unos meses en el pequeño pueblo rural de Hermitage y otros en Mountain Cottage, la pareja abandonó Reino Unido en 1919 y puso rumbo al sur, a Italia, Austria y Alemania. Entre tanto, América se iba convirtiendo para Lawrence en la ilusión de una vida nueva, más plena y humana, lejos del consumismo y la tecnocracia. En una carta a Harriet Monroe escribe: Tengo que ver América: aquí el otoño de la vida se ha iniciado, la caída: somos apenas algo más que fantasmas en la niebla, (…) Tengo que ver América. Creo que solo puedo hallar esperanzas allá, donde la vida surge de sus raíces, cruda pero vital. Aquí el árbol de la vida está muriendo. Tengo que ver América.

Inicialmente, Lawrence quiso visitar el suroeste norteamericano e incluso manifestó su deseo de hallar una granja en algún lugar apartado. Mabel Dodge Luhan, mecenas, lo invitó, en 1921, a formar parte de su colonia de artistas en Taos, Nuevo México. Lawrence vaciló y después partió para Ceilán y Australia. No encontró allí lo que buscaba, y a fines de 1922 arribó a lo que por entonces era Kiowa Ranch, cerca de Taos, Nuevo México. Le conmovió la danza antigua de los hopis, que es la de los aztecas, zapotecas e huicholes, danza de pie silencioso, cinta en el tobillo y escarceo de cascabel, el cuerpo que se apoya suavemente en la rodilla dejándose caer sobre la tierra como el pájaro macho al fecundar a la hembra, danza del maíz que germina, danza del escudo y de la espada, de la emboscada y la sorpresa, del venado y del antílope.

Tal vez porque Taos no resultó lo que esperaba o porque viajar es una espléndida lección de desencanto, los Lawrence continuaron su peregrinación. En Ciudad de México, Lawrence asimiló parte de la bibliografía obligada: La Historia, de Bernal Díaz, Vues de Cordillères, de Humboldt, el Diario, de la señora Calderón, la Historia, de Prescott, The Gilded Man y The Delight Maker, de Bandelier, la Autobiografía, de Dana, The Mexican People, de Pinchon y Gutiérrez de Lara, Mexico, de Terry, The Gods of Mexico, de Spence, y varios volúmenes de los Anales del Museo Nacional. Lawrence fue presentado a escritores y artistas de la ciudad. Una noche de bohemia, en la colonia Roma, conoció al dibujante Miguel Covarrubias, apenas un adolescente, quien acompañó al escritor a ver a los muralistas Diego Rivera y José Clemente Orozco pintando sus frescos en el Ministerio de Educación y la Escuela Preparatoria. Años después, Covarrubias haría varios dibujos de memoria del escritor inglés, uno de los cuales utilizó Bynner como portada de Journey with Genius, memorias de su experiencia de viaje por México con Lawrence.

Ansioso por realizar el sueño de construir una especie de comuna, en la que él, su mujer y sus amigos más cercanos pudieran vivir creadora y libremente, e intrigado por las descripciones de las riberas del lago de Chapala, en Jalisco, Lawrence decidió ir solo a averiguar si convendría que los demás se trasladaran allí. Poco después Frieda y los dos amigos se le unieron. Los Lawrence se hospedaron en Los Cuentales, en la calle Zaragoza, y Bynner y Johnson en el Hotel Arzapalo. Lawrence empezó entonces la redacción de su novela The Plumed Serpent. En ella Chapala se convirtió en Sayula y sus amigos americanos se disfrazaron con los nombres de Owen Rhys y Bud Villiers. Él mismo es un alter ego de la protagonista Kate Leslie. Mañanas a orillas del lago de Chapala, la luz tiñendo de oro la superficie o la bruma opalescente velando el aire, una barca solitaria surcando el agua color tórtola, internándose en la sombra, y jacintos acuáticos flotando a la deriva…

Hacia mediados de julio, Frieda embarcó en Nueva York hacia Inglaterra para visitar a sus hijos de un primer matrimonio, y Lawrence partió a California, donde renovó su amistad con Knud Merrild y Kai Gótzsche, pintores daneses que había conocido en Taos, y les propuso acompañarlo a la costa oeste de México en busca de un lugar para instalarse, y Gótzsche aceptó. El 26 de septiembre, Lawrence emprendió su segunda incursión en tierra azteca. Se dirigieron al sur, pasando por Guaymas, Navojoa, Mazatlán y Tepic. Desde Navojoa se desviaron brevemente a Minas Nuevas y Álamos. En esta visita encontró parte del escenario para The Woman Who Rode Away, relato donde aparecen la mina y el mercado de Álamos. Desde Tepic volvieron al este. Viajaron en coche y a lomo de mula, dejando atrás reatas de asnos envueltos en nubes de polvo, asnos cabizbajos amblando cadenciosos con patas menudas, bajo el peso de canastos y conducidos por hombres tostados por el sol abrasador. Arribaron a Ixtlán del Río, y allí tomaron el tren hacia Guadalajara, desde donde escribió a su amiga Catherine Carswell: México tiene un cierto misterio de belleza para mí, como si los dioses estuvieran aquí. Ahora, en octubre, los días son tan puros y bellos que producen una especie de encantamiento. Desearía poder construir un pequeño rancho, donde pudiéramos tener nuestras casas de adobe y comenzar una nueva vida; y que usted pudiera venir con Don y John Patrick. (…) Es extraño, recorrí toda la costa del pacífico pensando: es mejor regresar a Inglaterra. Y luego, una vez que hube cruzado la barranca de Ixtlán, era aquí, donde los dioses pueden ser terribles pero son jóvenes, donde quería estar, aquí, en México, en Jalisco. Y hay lugar, lugar para todos nosotros.

No obstante, debía volver a Inglaterra a reunirse con Frieda, y el 22 de noviembre embarcó en Veracruz. Lawrence propuso a sus amigos ingleses que le siguieran a América para crear una colonia. Cuando los Lawrence zarparon en el Aquitania en 1924, solo tuvieron la compañía de miss Dorothy Brett. Se instalaron cerca de Taos, en un rancho que Lawrence intercambió con Mabel Dodge Luhan por el manuscrito de su novela Sons and Lovers. En su último texto de tema americano, Un poco de claro de luna con limón, inspirado y escrito a orillas del Mediterráneo y recogido en Mornings in Mexico, evoca con nostalgia su rancho de Nuevo México, la única posesión que tuvo en su vida, el rancho al que no pudo regresar y donde hoy reposan sus cenizas.

A fines de octubre de 1924, la pareja y miss Brett, ingresaron a México, con destino a Oaxaca. Querían explorar el sur debido en parte a la presencia de comunidades zapotecas y mayas. En la escala en la capital, Lawrence fue retratado por Edward Weston, desairó a Somerset Maugham y visitó el Museo Nacional de Antropología donde, para su indignación, un guía le rogó que se quitara el sombrero. Y donde contempló el Templo de Quetzalcóatl con sus cabezas de serpiente cascabel emergiendo del cáliz de una flor, y contempló un puñal de obsidiana, el puñal de puñales, el puñal de los sacrificios con que el sacerdote abría el pecho de la víctima para arrancarle el corazón y ofrecérselo a Huitzilopochtli.

El 8 de noviembre salieron para Oaxaca. Alquilaron una casa en la avenida Pino Suárez, Lawrence tomó un criado, Rosalino, y empezó a explorar los mercados y las calles, fue a caballo a ver el árbol gigante de Tule y las ruinas de Mitla. Sentado en el jardín de su casa, en pleno diciembre y mientras trabaja en The Plumed Serpent y Mornings in Mexico, Lawrence se maravillaba de la temperatura, ni muy fría ni muy cálida, y se demoraba en el calidoscopio de formas y colores, olores y sonidos que lo rodeaba: el oscilante magenta de las buganvilias, pájaros escarlata semejantes a gotas de sangre, vibrando en la brisa o bañándose en un estanquillo, colibríes incandescentes y grandes y hermosos gavilanes, un ligero perfume de claveles y rosas de té, el resinoso olor de madera y la fragancia de los cafetales, y el ruido de las pezuñas de la manada, el chirrido de una carretera de bueyes, rumores de lluvia y de palmas agitándose al viento y un redoble de tambor en el silencio de la mañana…

En marzo de 1925, Lawrence tuvo una grave crisis de salud; el diagnóstico, tuberculosis avanzada, le obligó a volver a Taos a fines de mes y de allí a Europa. La aventura mexicana había terminado. La pareja se estableció en una villa al norte de Italia, en las proximidades de Florencia. Durante sus últimos años y aunque disminuido por la enfermedad, Lawrence visitó algunos hermosos rincones de Europa, retomó su gusto por la pintura en acuarela, escribió The Virgin and the Gipsy y Lady Chatterley's Lover, su obra maestra. Pintó y escribió e hizo cosas y cantó y cabalgó… Poco después de recibir el alta del sanatorio, falleció en Villa Robermond, en Vence, Francia, el 2 de marzo de 1930.

 

*Carlos Framb, escritor colombiano nacido en 1963. Autor de los libros de poemas Antínoo y Un día en el paraíso, y de las novelas autobiográficas "Del otro lado del jardín" y "Deslumbramiento". Actualmente reside en CDMX. Esta crónica sobre D. H. Lawrence forma parte del libro Seducción Mexicana, título en construcción.

Revista Desocupado