Crónica

 

NACHO LÓPEZ. EL ENSAYISTA DE LA IMAGEN

2016-08-14 20:38:30

Ésta es una crónica de un día por la exposición que conmemora el 30 aniversario luctuoso del que es considerado el padre de la actividad conceptual en México

 

Por Elizabeth Guzmán*

 

Tres de la tarde y el sol infernal ilumina la avenida Juárez en plena CdMx. Allá a lo lejos está ese resplandor casi cegador del Palacio de Bellas Artes. El semáforo frena mi emoción. Logro esquivar uno que otro turista, citadino y curioso.  

Por fin, boleto en mano, mi pase al universo de Nacho López (Tampico, Tamaulipas, 1923 – Ciudad de México, 1986), el “Messi de la fotografía”. Me dispongo a una transportación ilusoria. A recorrer seis salas, donde yace la obra del pionero de la actividad conceptual en México.

Y es que a 30 años del fallecimiento de Ignacio López Bocanegra, mejor conocido como “Nacho López”, el Palacio de Mármol es anfitrión de este homenaje, donde la atmósfera de sutileza intimidatoria, soberbia porfiriana, contrasta con la pobreza, con el mundo de los desposeídos que fotografió Nacho López.

                                                    

Seis salas que te permiten conocer no sólo al fotodocumentalista, fotoensayista, fotorreportero y fotopoeta, sino al hombre amante de la acción provocada y del experimento.

Ser adelantado a su época, sí. Con ese espíritu imparable de poder otorgar a la fotografía un lugar como objeto artístico y no sólo como documento visual.

Yo, el ciudadano, Páginas visuales, Tierra y tiempo, Trastocación, Multidimensionalidad y Lo cinematográfico son seis núcleos que parecieran unirse en una sola unidad cúbica como simula el montaje museográfico. Esto me conducen al piso 32 de la Torre Latinoamericana con el fotoreportaje Pasos en el cielo para sentir ese vértigo, la “cuerda floja”, y lanzarme de un golpe al abismo, a  olfatear la tristeza y la podredumbre de las familias que viven entre montañas de basura. Nacho puso como cabeza para este reportaje: Una vez fuimos humanos, la cual no deja dudas sobre lo que quería expresar.

Otros pasos y Nacho me guían a Un día cualquiera en la ciudad. Desde coheteros, Voceadores. Filósofos de la noticia, carpas, vecindades, azoteas, ambulantes, globeros, avenidas, cabarets hasta proyectos fotográficos, donde el espectador participa en un acto planeado.

Tal es el caso de la serie Una mujer guapa parte plaza por Madero, o bien, La Venus se fue de juerga por los barrios bajos, donde un maniquí femenino con buena delantera y retaguardia pasea en brazos de un hombre por la calles, cantinas y transporte público, con ese gesto de provocación, de intensión, de broma para así atrapar de manera natural al espectador y convertirlo en un personaje de la escena.

Concluye la muestra en la planta baja. Subo las escalinatas para continuar el recorrido en el segundo piso y me detengo para contemplar una panorámica del muralismo mexicano de David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera, por mencionar algunos, cuyas obras revisten las paredes del Palacio.

Llego algo agitada al pueblo indígena de Nacho, con el hombre-naturaleza. Así frente a mí los Coras, Tarahumaras y Mixes. Costumbres, ritos, música y ofrendas. La muerte de cerquita y sigilosamente me golpea la espalda con ayuda del aire acondicionado y hace un recorrido escalofriante en todo mi cuerpo, mientras observo el peregrinar del difunto, cargado en hombros o bien postrado en la tierra, en la tumba rodeada de luces, de veladoras con ese gesto de acompañamiento de sus familiares, dando el último adiós.  

Melancólica y algo tambaleante, salgo de la sala, porque en la mente ese rostro de la muerte refresca el dolor de la pérdida. Todo se mueve y se diluye como relámpago.

La voz de  la coreógrafa Pilar Urreta e hija de Nacho López te recibe en la próxima sala, mediante una proyección de una entrevista que concedió de manera especial. Veo el rostro de Pilar hablando de su padre. Del Nacho que no hizo registro fotográfico de la danza, sino que logró captar  el movimiento, ese clímax de la puesta en escena, con esa sutileza y energía de un acto fugaz, porque consideraba que la danza era la más espiritual de las artes.

Otro pasillo. Otra sala y aflora el experimento, la química de la fotografía de Nacho López que por primera vez se expone. Se observan imágenes construidas de negativos sobrepuestos para crear otra realidad. Imágenes fantasmales, intervención en papel fotográfico, toda una gama de posibilidades, saliendo de todos los convencionalismos de su época.

Me encuentro con un término desconocido por mí, Vasedactigrafía, y es que López fue hasta ese punto de lo imaginable, realizando impresiones sólo con el contacto de un cuerpo cubierto de vaselina (petrolato) sobre el papel fotográfico. Sin la utilización de la cámara fotográfica y sin la existencia de un negativo. Además de colocar acentos de color con breves toques de pigmentos y acrílicos. Porque ese era el lugar de la fotografía: un objeto artístico, único e irrepetible, como bien lo apunta el académico y crítico fotográfico José Antonio Rodríguez en el libro-catálogo conmemorativo de esta muestra.

                                            

Entro a un cuarto oscuro para vivir de cerca el simulacro de la Vasedactigrafía, sin la necesidad de desvestirme y cubrirme de vaselina, aunque con esas ganas me quedo. Ahí adentro un guía me explica el proceso. Me concentro en las indicaciones y puedo acércame a la pared, casi besarla, así de cerca para adoptar cualquier posición que desee. Abro los brazos, quiero simular un ave y alumbra la luz de un flash. Ahí queda mi silueta. Después me proporcionan una lámpara para escribir con luz. Mi mano fluye y plasma tres palabras: Yo soy libre.

Y con esa rapidez que suceden los momentos agradables, tengo unos segundos para registrar en mi mente ese espejismo de mi otro yo. Encienden la luz y mi silueta se esfuma. Me explican sobre el químico fotográfico fosforescente colocado en la pared blanca y salgo con esa sensación de asombro, como si fuera un niño cuando corretea y trata de alcanzar su sombra.

Observo la cámara Kodak Baby Brownie de Nacho con esa vitrina que resguarda lo valioso, recorro por medio de instantáneas la filmación en Cuba de la película En algún lugar del mundo (1959). Llego a la sala de la pantalla grande para sentarme en una banca de madera y observar parte del trabajo cinematográfico de Nacho. Unos cuantos segundos y salgo.

Bajo escalón tras escalón mientras mi recuerdo visual hace un recorrido maratónico por la obra de López. Agradezco sacando mi celular, dirigiendo la mirada a la cúpula del Palacio de Bellas Artes y lanzando un par de fotos.

Sin duda, Nacho dejó documentado en su Collage Manifiesto de 1981: Los exquisitos viven de ilusiones-los obsesivos viven de locura-los recurrentes de la memoria desgastada-el fotógrafo vive de la cámara insolente y no escapada por el camino fácil-testigo es como conciencia perenne.

 

Fotografías: INBA

 

*Elizabeth Guzmán (Ciudad de México, 1982). Egresada de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Es coordinadora del proyecto artístico  Estudio Kolibrí. Colaboró para Canal 22, Milenio TV y Radio Fórmula. Pero sobre todo intenta volar. 

 

Arte en fotografías: Ian Sebelius (Montreal, 1990) estudió Comunicación Social en la UAM Xochimilco. Es postproductor en Efekto TV. Vive en un mundo de mentiras fabricando fantasías.

Revista Desocupado