Crónica

 

Cuando el Tintico apagó la gozadera

2020-01-05 11:40:29

Este espacio, en pleno corazón de la capital mexicana, hermanó a Colombia con México por más de nueve años

 

 

Por Alejandra Flores*

 

La última noche de gozadera. Entre pintura, gastronomía, música, ritmo, alegría y la convicción con que abrió sus puertas hace nueve años, la de estrechar lazos de amistad entre México y Colombia mediante el arte y la cultura, Tintico se apagó.

Mi intención es platicar con Mayerly Beltrán Sáenz, promotora cultural y coordinadora de las actividades de Tintico, pura gozadera. Quiero conocer su historia y la historia del lugar. Apenas pasan de las nueve de la noche y comienzan a llegar los amigos, los seguidores del Tintico, los jóvenes turistas que, tras deambular por el Centro Histórico, se detienen a las puertas del Tintico y preguntan: qué clase de lugar es ese que suena tan bien, y entonces deciden entrar. También llegan los incrédulos que se niegan a que sea la última noche para la gozadera. Entre todo ese ajetreo, decido esperar a Maye, como le dicen sus amigos, quien parece que no tendrá un minuto de respiro. Me dirijo al restaurante. Un pequeño espacio al aire libre rodeado de enredaderas, con mesas cuya única luz es la de las velas colocadas al centro de cada una. El espacio tiene una atmósfera agradable, apartada del ajetreo que comienza a sentirse en el área de conciertos con música en vivo. Esta noche es especial. Dos jóvenes agrupaciones de Medellín despedirán al Tintico: La Guaneña y Chalupa Travel. No las conozco. No sé qué esperar. Mientras puedo acercarme con Maye, ceno algo de la cocina colombiana: una carne oreada me convence. Los sabores son agradables, pero tengo que hacer una pausa: se acerca Maye. Dejo mi platillo, nos sentamos en una mesa lo más alejada de todo:

“(El propósito) era precisamente abrir un espacio gastronómico con una fuerte perspectiva cultural que además sirviera de varias formas: una, para abrir las puertas de este edificio y mostrar la obra arquitectónica, la primera. La segunda, para desarrollar un espacio público que cambiara la dinámica de la calle que es completamente nocturna, completamente de bares, de chelas al 2X1, una zona con una actividad nocturna fuerte y con unos problemas sociales también fuertes, mucha indigencia, tenemos mucho comercio en la calle, hay demasiados, falta de vida de barrio, lo que propicia que de día esté totalmente solo y abandonado, y entonces hay lugar para asaltos y para no tener vida de barrio”, relata Mayerly.

De origen colombiano, Mayerly aclara, orgullosa, que ya cuenta con la nacionalidad mexicana. Y continúa su relato:

“En ese sentido, se abrió ese segundo objetivo, y el tercero fue revitalizar la zona con un proyecto cultural y así lo hicimos, desarrollamos Tintico, tintico significa café, es una bebida que te ofrecen cuando llegas a cualquier casa colombiana y que lo que busca es aperturar y propiciar el diálogo, darte la bienvenida. Entonces a mí me parecía que por mi nacionalidad y demás, Tintico podía resonar y empecé a hacerlo. La gente empezó a pedir comida colombiana, empezó a preguntar y en ese sentido fuimos desarrollando un proyecto que va a entablar un diálogo entre la comida, la música y las artes visuales con Colombia”.

En 2010, el Fideicomiso del Centro Histórico recuperó el inmueble ubicado en el número 43 de la calle República de Cuba. La rehabilitación de esta edificación del siglo 18, ganó el Premio Obras 2010 a la mejor recuperación de edificios históricos, como recuerda Mayerly:

“Este proyecto surgió dentro de un proyecto piloto que se denomina el primer condominio cultural del centro histórico. En aquel entonces, el Fideicomiso del Centro Histórico se encontraba ante la dificultad de que recuperaba edificios, pero luego no sabía o no tenía, no sabía a quién dárselos para qué, pues porque de ahí sigue una serie de trámites de gastos que tienen que ver con el mantenimiento, con que se paguen los servicios, con que se habite, la habitabilidad de los edificios recuperados. Entonces llamó a varios emprendimientos culturales y entre ellos nos llamó a nosotros”.

Mayerly te sigue con la mirada. Tan acostumbrada a escuchar entre el barullo y los sonidos fuertes, me parece que ha adquirido una habilidad notable para leer los labios. Su expresión es de satisfacción cuando rememora cómo inició su rol de gestoría cultural:

La Malquerida, Gestión Cultural, es la Asociación Civil constituida por cinco jóvenes mujeres, entre ellas Mayerly, quienes, en un primer intento, lograron abrir un espacio cultural en la calle de Allende 21. Aquel lugar, al que le pusieron por nombre La Malque, funcionó apenas un año ocho meses debido a cuestiones burocráticas que les impidieron obtener los permisos necesarios para continuar operando. Posteriormente, una segunda oportunidad llegó y se mantuvo durante nueve años.

Tintico, pura gozadera fue un espacio de esfuerzo y de resultados, mismo que le permitieron operar de manera autogestiva. Así lo sintetiza convencida, Mayerly:

“Me llevo un gran sabor de boca, un excelente sabor de boca, porque Tintico ha logrado ser un centro de reunión para la comunidad colombiana pero también un lugar que entabla un diálogo profundo de hermandad y colaboración y de una camaradería positiva entre México y Colombia, desmoronando todos estos estigmas que se tienen sobre la comunidad colombiana, sobre la cultura colombiana en México, porque he de contarte además, que en Tintico se ha dado la oportunidad de generar otros muchos proyectos. Por ejemplo, unas amigas generaron una investigación acerca de la migración colombiana y el resultado es que la primera actividad que venimos a hacer los migrantes colombianos a México es estudiar. Somos la comunidad con mayor nivel de estudios, la comunidad migrante extranjera con mayor nivel de estudios en México: doctorados, post-doctorados, maestrías. Somos una comunidad que le aporta económicamente a la productividad de México. Entonces, en ese sentido, creo que los visitantes que llegan a Tintico se llevan esa imagen de la comunidad colombiana en México, una comunidad que ama profundamente a México, una comunidad que está profundamente agradecida por las oportunidades que nos brindan y una comunidad que aporta a la cultura, a la economía y a la vida en México”.

LOS RESULTADOS

“Tenemos una galería pequeñita que ha funcionado sobre todo mostrando propuestas de jóvenes fotógrafos y tenemos algo de cosas pictóricas. La galería principalmente funciona con jóvenes que están buscando espacios para exhibir su obra, principalmente la obra fotográfica que utiliza técnicas de impresión o técnicas de producción artesanales o antiguas. En la galería hemos tenido a cerca de 30 artistas, unas 60 exposiciones.

En el área de gastronomía lo que sí hemos hecho es un diálogo Colombia – México. Qué es a Colombia la tortilla, o qué es a México la arepa, entonces ahí hemos tenido todo un recorrido y hemos tenido la oportunidad de invitar a cocineras de tradición a chefs reconocidos de Colombia que nos hacen muestras gastronómicas y nos muestran toda la diversidad gastronómica de Colombia y de la misma manera, hemos tenido la oportunidad de llevar la cocina mexicana a Colombia y hacer muestras gastronómicas en Colombia. Y siempre es como entablando ese diálogo, ese ir y venir. Todos los días ofrecemos un menú saludable, económico de ocho y media a las seis de la tarde. ¡Tenemos todos los permisos para operar! Esa es una proeza para una asociación civil. Atendimos en promedio a unas 50, 60 personas diarias.

En la música hemos sido muy contundentes, hemos tenido a Los Gaiteros de San Jacinto, como hemos tenido a Los Vega, los dos grupos emblemáticos del folklore mexicano y colombiano y de eso se trata. Colombia es rico en recursos creativos y expresivos y a mí me ha interesado mucho mostrar esa parte de la música colombiana, entonces desde el principio la curaduría ha sido esa: mostrar qué hace Colombia con su propia música y con su propia producción musical. En ese sentido, hemos empezado con Emilsen Pacheco, que es un maestro de tradición que viene de una zona recóndita que lo obliga a tomar una lancha, avión, un autobús y otro avión para traerlo aquí. Es la tradición pura. Esa tradición se está insertando y los jóvenes están viendo la manera de traer a esos maestros de tradición a la música contemporánea. O a esos ritmos de tradición a la música contemporánea. Cómo me planto ante un mundo cada vez más globalizado desde mi identidad, desde mi música, desde mi raíz. En el Foro Cultural hemos tenido más de 100 conciertos con 50 artistas de Colombia, México, Chile, Argentina y Venezuela. En este lapso de 9 años atendieron a un promedio de 250 mil personas”.

Mediante la figura del comodato, Tintico, pura gozadera, pagaba la administración del edificio. Tenía un contrato cuya vigencia vencía en 2020. Sin embargo, en agosto pasado, una decisión unilateral lo canceló. Mayerly nos relata lo sucedido:

“El Fideicomiso del Centro Histórico, la nueva administración, decide de una manera unilateral y sin ninguna explicación rescindir el contrato. Nos mandó una carta el contador Carlos Rivas. Solo diciendo que, con base en una de las cláusulas del contrato, hay una cláusula en el contrato que de buena fe firmamos los dos en donde yo puedo decirle al Fideicomiso que ya no puedo ocupar el espacio o ellos pueden pedírmelo. Ellos se basaron en esa cláusula para decirme que ya no me iban a respeta el contrato y que necesitaban el inmueble”.

El 27 de agosto comenzaban a correr los quince días que el Fideicomiso le dio a La Malquerida para desocupar el inmueble, a lo que Mayerly respondió solicitando una prórroga. Era necesario contar con más tiempo para finiquitar los contratos laborales de las diez personas que hicieron posible la operación de Tintico, pura gozadera. La relatoría de Mayerly es la siguiente:

“En la primera junta con el contador me dijo: ´no haces actividades culturales, obedeces a otros intereses´. Pero le dije que él tenía un informe que yo le había entregado a inicios de año al Fideicomiso con un reporte de actividades. Yo creo que es una decisión desinformada. Es una decisión corta de visión, la está tomando una persona que no tiene las suficientes herramientas para evaluar un proyecto y para tomar decisiones sobre la gestión cultural en el Centro Histórico y cómo pueden dialogar diferentes visiones sobre un proyecto cultural. Es un trabajo auténtico, digno, nunca tuvimos que bajar un centavo de apoyo de ninguna dependencia para operar. Siempre mediante la autogestión. Me parece que es un gran proyecto, sensato, viable”.

Tintico, pura gozadera, incidió positivamente en la recuperación de espacios públicos. Maye lo tiene claro: “fue hacer una calle posible. Posible venir a visitar esta calle sin miedo, sabiendo que puedes venir en la noche o en el día y vas a encontrar buena comida, buena música, un lugar que te respeta y te cuida, aquí han venido infinidad de mujeres a comer, a dialogar siempre bajo el respeto, a tomar clases de danza. Abrió la posibilidad a los vecinos de tener un lugar donde tomar un café y charlar sin que fuera un bar o un antro que también son necesarios, pero un equilibrio no hace mal. Un equilibrio para tener vida de barrio”.

Cuando le pregunto si quiere agregar algo, si quiere que la gente del barrio, los seguidores de Tintico o quien lea esto sepan algo más, Maye me responde: “Estoy agradecida por las muestras de apoyo. Se logró elaboración de una carta solicitando el apoyo de la Doctora Claudia Sheinbaum directamente y a la autoridad del Fideicomiso del Centro Histórico que reconsideraran la decisión o que nos dieran la oportunidad de acceder a otro espacio. Esta carta la tiene cerca de mil firmas. Quiero agradecer a quienes la firmaron y a los que apoyaron siempre el proyecto”.

Ante un futuro incierto para quienes apostaron por un proyecto que durante 9 años demostró su viabilidad, Mayerly ignora el uso que las autoridades del Fideicomiso del Centro Histórico le darán al inmueble. Por el momento, quienes hicieron posible la concreción de Tintico, se tomarán un respiro que les permitirá retomar fuerzas para continuar en la gestoría de proyectos culturales. El rostro de Maye se torna triste, fatigado, aunque no tiene en absoluto el gesto de quien se siente derrotado. Maye se vio obligada a poner fin a un proyecto que demostró su funcionalidad. Que fue una realidad. Lo que no pudieron ni podrán arrebatarle, es la convicción de que esta ciudad sí permite vivir y disfrutar nuestra cultura. Ya encontrará otros caminos.

Al finalizar la entrevista, regreso a mi mesa. Termino de cenar. Finalizo con un tintico, por supuesto. Delicioso. Escucho que comienza la música en vivo. El concierto de despedida de Tintico, pura gozadera, inicia con palabras de agradecimiento de Mayerly que arropan generosos aplausos de los ahí presentes. Tata Castañeda, vocalista de La Guaneña, agrupación que basa su propuesta musical en la indagación a partir de sus raíces culturales colombianas dentro de un contexto urbano y moderno, tiene razón. No es noche de finales. Es una noche de transición.

Me sorprende La Guaneña. Ritmos fusionados que desconozco; temas alusivos al contexto actual de Colombia. “Nadie dice Na” (2016) suena tan bien, con tal fuerza, que por momentos olvido lo que pregona: ¡que nadie dice na! Que nadie dice nada sobre los desaparecidos, víctimas de la violencia. Sin embargo, pese al complicado escenario colombiano, perdura su idiosincrasia parrandera y festiva. ¿Válvula de escape? ¿Catarsis musical? Tal vez ambas.

Esta noche aprendo del Bullerengue, el palitiao, el porro chocoano, el bunde, el son, la cumbia, la Champeta y el Currulao, que me obliga a improvisar el tradicional pañuelo blanco que acompaña a este último con una servilleta. Tradición con influencias propias del funk, el jazz, el blues y la salsa. Poco a poco me sumo a una forma distinta de bailar, de mover el cuerpo. Más libre, menos estructurada. Me divierto. Me integro. El ambiente es festivo, de quienes exprimen cada minuto a fuerza de movimientos corporales contagiosos. Risas, aplausos, vitalidad. La voz de Tata Castañeda tan potente y tan suave, tan versátil, pues, merece los generosos aplausos que recibe.

Si es la última noche de Tintico, bien vale la pena un tequila. Lo saboreo mientras sube al escenario Chalupa Travel.

Todos nos reacomodamos para escuchar a esta agrupación igualmente joven y llena de energía. Energía que emana de las cumbias, el fandango, la champeta, el bambazú del pacífico norte. Música de arraigo colombiano interpretada a partir de conceptos académicos que ha llevado a sus integrantes a denominarla folclor alternativo. Nos prenden. Nos impiden mantenernos quietos o indiferentes.

Y ante todo lo que vi y escuché esta noche, yo solo me quedo con algunas preguntas que van dirigidas al contador Carlos V. Rivas Tovar, Coordinador de Administración y Finanzas del Fideicomiso del Centro Histórico de la Ciudad de México: ¿Esto no es cultura, contador? ¿cuál es su concepto de cultura? ¿tiene alguno? ¿es adecuado que las decisiones del cierre de centros culturales las tome unilateralmente un contador? ¿son las finanzas el único parámetro que debe privar para decidir el cierre de lugares como Tintico? ¿conoció usted el lugar? ¿su oferta? ¿su decisión se basó en el estudio minucioso de la aportación social/artística/cultural de Tintico a la zona? ¿cómo toma usted estas decisiones? ¿desde un escritorio? ¿Cuál será el destino de este inmueble del siglo 18?

 

Revista Desocupado