Verdad histórica, verdad alternativa y medias verdades son las temáticas de esta novedad de la editorial Secker & Warburg
Dentro de la literatura de ciencia ficción, el género de las distopías ha alcanzado un cenit en los últimos años. En este sentido, al terminar de leer 1984 de George Orwell, me vino a la mente una novela clásica, El hombre en el castillo, de Philip K. Dick, y con ello recordar un pasaje casi olvidado de la historia del siglo XX que me parece pertinente mencionar antes de entrar en materia: la Segunda Guerra Mundial terminó con la victoria de Japón y Alemania en 1945. Al menos esta fue la noticia que recibieron con júbilo en la colonia de inmigrantes japoneses asentados en la ciudad de Sao Paulo, Brasil –unas 250,000 personas. "Los americanos e ingleses aceptaron las condiciones impuestas por Japón. El general MacArthur firmó en Tokio la rendición incondicional de sus tropas... El primer ministro de Inglaterra, Winston Churchill se encuentra desaparecido". Todo esto se mencionaba en los periódicos que circulaban en esa época, donde también se rumoraba que había sido cuestión de meses que las tropas niponas desembarcaran en la costa oeste de Norteamérica, cuyas ciudades habían sido reducidas a escombros como consecuencia de los intensos bombardeos.
Pero no todos se creyeron estas noticias, sobre todo los japoneses que sabían portugués. Los llamados makegumis, o derrotistas, aseguraban que todo aquello era mentira, pues sabían gracias a la radio y periódicos brasileños que un par de bombas de gran potencia habían barrido las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, obligando al gobierno nipón a rendirse. Pero quienes se atrevían a contradecir la otra versión, la de los katchigumi, o victoriosos, sufrieron las consecuencias; una banda de asesinos, los tokkotai, encabezados por el activista Kamegoro Ogasawara, se encargaron de ejecutarlos. Los tokkotai fueron el brazo armado de la organización Shindo Renmei, "Liga del camino de los súbditos", la cual entre 1945 y 1947 se dedicaron a publicar noticias falsas para crear una realidad alternativa entre sus compatriotas.
En aquel periodo murieron 23 personas y más de 150 fueron heridas por intentar dar a conocer la auténtica verdad sobre los hechos. Aunque las autoridades brasileñas tardaron en enterarse, al final se percataron de la magnitud de esta operación, y tras varias redadas se detuvieron a miles de sospechosos, de los cuales 400 recibieron penas de prisión, acusados de conspiración, espionaje y asesinato, y al menos 80 fueron deportados. La Shindo Renmei tenía como último propósito boicotear la producción de caucho en Brasil, además de mantener su propia versión de la historia para mantener engañados a sus compatriotas. Al enterarse de la realidad, muchos recurrieron al suicidio ritual por la vergüenza de la derrota.
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Ahora imagina que vives en un país sin acceso a internet. Esto se vive hoy en Corea del Norte, o en Camerún, donde el gobierno ha cortado el servicio por un mes. En Cuba el acceso sigue muy limitado. Imagina que tampoco hay servicio de telefonía celular. Suena como una especie de desastre. Sin estas herramientas, los únicos medios tecnológicos disponibles para brindar información a los ciudadanos serían básicamente la radio y la televisión. Pero estos serían controlados por el Estado. Tenemos así un país "primitivo moderno", tecnológicamente hablando desde nuestra perspectiva del siglo XXI. El sueño de un gobierno totalitario.
En su más reciente novela, el británico George Orwell se imagina cómo sería la vida en uno de estos países en un futuro no muy lejano, donde la normalización de las "verdades oficiales" es un hecho. El siniestro retrofuturo que propone 1984 sigue los pasos de Winston Smith, empleado del ministerio de propaganda de una dictadura, denominado apropiadamente "Ministerio de la Verdad". En aquella nación militarizada, la conducta de cada individuo es sometida al escrutinio de la "Policía del Pensamiento", quienes persiguen, entre otros delitos de índole político, el llamado "crimental", el más terrible de todos, el tener pensamientos contrarios al gobierno. El líder de aquella sombría nación, es denominado "Gran Hermano", nombre inspirado en aquel programa de televisión de fines de la década de 1990 y cuya mecánica hoy es el eje de la programación de MTV y dinámica favorita en redes sociales; la vida cotidiana de los ciudadanos es seguida con detenimiento, y una tarea diaria es atenerse a los dictados de las transmisiones oficiales por televisión. Ahí se reconoce que el gobierno paternalista del "Gran hermano" es "El vértice de la pirámide... éste es infalible y todo poderoso. Todo triunfo, todo descubrimiento científico, toda sabiduría, toda felicidad, toda virtud...", y es quien ejerce control sobre la versión oficial de la historia:
"La alteración del pasado es necesaria... [el proletario] tolera las condiciones de vida actuales, en gran parte porque no tiene con qué compararlas. Hay que cortarle radicalmente toda relación con el pasado, así como hay que aislarlo de los países extranjeros, porque es necesario que se crea en mejores condiciones que sus antepasados y que se haga la ilusión de que el nivel de comodidades materiales crece sin cesar…".
Recuperando el ambiente que se vivía en países comunistas o fascistas del siglo XX, y que nos recuerda a tantos otros regímenes contemporáneos, la distopía de Orwell podría considerarse un manual de resistencia para jóvenes lectores modernos, una oscura fábula contestataria que no niega sus influencias, y rinde tributo a Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley, o la novela gráfica V de Vendetta (1982/1988).
A diferencia de las sagas de ciencia ficción distópica para adolescentes que inundan el mercado, la novela de Orwell no se pierde en grandes arcos dramáticos, pensados para convertirlo en un best seller. Se rumora, esos sí, que su compatriota Terry Gilliam lo adaptará a la pantalla grande, así que es buen momento para echarle un ojo y después comparar las dos versiones –antes que el soundtrack y los actores sean más populares que la historia.
Vivimos en un mundo donde la democracia resultó ser un timo y los papeles han cambiado; China luce como la defensora del libre mercado y Alemania se ostenta como líder del mundo occidental; Rusia ganó la Guerra Fría y su aparato de inteligencia influyó en la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, nación ahora convertida en una caricatura de sí misma. Ignoro si Orwell se haya inspirado en la noticia de la comuna japonesa en Brasil, aunque quizá tuvo en cuenta aquel dicho atribuido al ministro de propaganda del Tercer Reich, Joseph Goebbels, quien aseguraba que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Así, 1984 sigue con atención las pistas que nos deja el presente y proyecta un mundo con "verdades históricas" dudosas, "noticias falsas" que quizá no lo sean, y pone en boca de su protagonista una idea: "La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados".
SPOILER: vivimos en un mundo donde dos y dos son cinco.
"1984"
George Orwell
2017, Secker & Warburg, Londres.
*Gerardo Sifuentes es periodista de ciencia y narrador. Ganador del Premio Kalpa 1998 por Radiotéknika Cantina, Premio Philip K. Dick 1998 por Perro de Luz, Premio El crimen como una de las Bellas Artes 2000 y Premio Internacional VID/MECyF de Ciencia Ficción y Fantasía 2001 por Pilotos Infernales. Su más reciente libro de cuentos es Paracosmos (2016). Es considerado un autor imprescindible en la historia de la ciencia ficción mexicana. Twitter: @sifuentes
Arte en fotografías: Ian Sebelius (Montreal, 1990) estudió Comunicación Social en la UAM Xochimilco. Es postproductor en Efekto TV. Vive en un mundo de mentiras fabricando fantasías.