Crítica

 

A 90 AÑOS DEL CHE GUEVARA

2018-06-19 10:24:39

En este texto el autor analiza los aciertos y errores teóricos y estratégicos de las campañas revolucionarias que emprendió este personaje a lo largo de América y África

 

 

 

Por Enrique Martínez Aguilar*

 

En este mes de junio Ernesto Guevara de la Serna, el Che, habría cumplido noventa años de edad. Pero no será así; hace exactamente 50 años el Che libró su último combate y pagó con la vida el querer volver realidad su consigna de crear muchos Vietnam. Antes de librar su última campaña guerrillera en Bolivia, la etapa de enfrentamiento armado llevada a cabo en Sierra Maestra Cuba, en la que tomó parte El Che, va del 2 de diciembre de 1956 al 1º de enero de 1959. Apenas dos años. Es decir, desde el desembarco de los expedicionarios del yate Granma que, dirigidos por Fidel Castro retomaron la lucha armada para derrocar la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista hasta el triunfo de la revolución; durante esa campaña El Che intervino en escaramuzas y combates de poca o regular envergadura. Sólo hay una batalla -Santa Clara- en la que sus fuerzas, dirigidas con gran habilidad derrotan a un ejército en franca desmoralización, conducido por jefes que ya para entonces habían dado pruebas de total incompetencia.

Desde el comienzo de la campaña, a la que en principio se había incorporado en calidad de médico de la fuerza armada encabezada por Fidel, El Che dio pruebas de su gran capacidad como jefe guerrillero. En uno de esos giros azarosos tan propios de la guerra revolucionaria, El Che quedó al cuidado de los heridos del combate de Uvero, asumiendo en los hechos el doble papel de médico y líder militar de una pequeña columna que no sólo cumplió la misión encomendada sino que, al reincorporarse de nuevo a la columna de Fidel, se había visto acrecentada con nuevos combatientes reclutados entre los campesinos de la zona. Comenzaba así a forjarse su leyenda.

Al consolidarse el primer núcleo armado y creadas las condiciones para formar una nueva columna, Fidel Castro no vaciló en nombrar al Che comandante de lo que en un comienzo se llamaría –en un intento por confundir los servicios de inteligencia de Batista- Columna Cuatro del Ejército Rebelde. Ya con el grado de comandante el Che se destaca como un extraordinario líder guerrillero, de valor temerario y gran visión táctica, dotado de un gran sentido de organización, muy exigente con sus hombres pero al mismo tiempo preocupado por cada uno de ellos; se da tiempo para conducir la acción propiamente de combate a la vez que organizaba servicios de retaguardia y logística. Comprende perfectamente la importancia de la propaganda y en noviembre de 1957 funda un periódico en plena Sierra Maestra: El Cubano Libre, llamado así en homenaje a los héroes independentistas que en el siglo XIX combatieron con Carlos Manuel de Céspedes en la manigua cubana. Los primeros tres o cuatro números vieron la luz bajo la dirección personal del Che. En febrero de 1958 salió al aire Radio Rebelde, la estación radial que él fundó y que hasta hoy día se mantiene activa. La emisora se convirtió en la voz oficial de la guerrilla de Fidel Castro, rompiendo el cerco informativo impuesto por la dictadura de Batista, al transmitir partes de guerra, difundir proclamas y orientaciones hacia la población que de ese modo podía apoyar de manera efectiva la lucha revolucionaria.

El último día de agosto de 1958 partió de Sierra Maestra al frente de su columna hacia la provincia de Las Villas, arribando a su destino al cabo de 6 semanas. Sus objetivos eran llevar la guerra al llano, unificar bajo su mando a los distintos grupos armados que actuaban en la zona, enfrentar y derrotar al ejército batistiano en combates propios ya de la guerra regular, tomar la estratégica ciudad de Santa Clara dividiendo la isla en dos preparando así el asalto a La Habana. El Che cumplió de manera brillante esta misión y finalmente tomó Santa Clara el 28 de diciembre de 1958. Batista abandonó el poder y la isla en la madrugada del 1º de enero de 1959. Las fuerzas revolucionarias al mando del Che y Camilo Cienfuegos entraron a La Habana los días 2 y 3 de enero. La Revolución había triunfado.

Ya en el poder y echado a andar el proceso que llevaría a la revolución a declararse socialista, el Che cumplió distintas tareas de Estado en la construcción de la Cuba revolucionaria. No obstante sus responsabilidades como funcionario de un régimen que emprendía transformaciones inéditas en la historia de cualquier revolución latinoamericana, el Che se dio tiempo para escribir sobre la gesta libertaria cubana. Así, en 1960 publicó uno de sus libros más leídos y difundidos: La guerra de guerrillas. Y en 1963 vio la luz su libro Pasajes de la guerra revolucionaria, obra en la que plasma, en sus propias palabras “una serie de recuerdos personales de los ataques, escaramuzas, combates y batallas en que intervinimos”. El Che comienza a analizar cuáles fueron a su juicio los factores que hicieron posible el triunfo del Movimiento 26 de Julio.

Pero aquí no comenzó la lucha del pueblo cubano por su emancipación, ésta se remonta al siglo XIX. El primer levantamiento se produjo en 1812 y fue rápidamente sofocado. Posteriormente, en distintos momentos -1823, 1826, 1844, 1850, 1851- los colonialistas españoles hubieron de reprimir numerosas conspiraciones y levantamientos independentistas. A lo largo de esos años la provincia de Oriente fue la más levantisca de todas. Es precisamente en Oriente donde Carlos Manuel de Céspedes lanza en octubre de 1868 el Grito de Yara -¡Viva Cuba Libre!- proclama la independencia de la isla y la abolición de la esclavitud. Céspedes establece la República de Cuba en Armas. La guerra dura 10 años. Sin embargo, Céspedes muere en combate en 1874 y finalmente el gobierno insurgente capitula en 1878, firmándose el Pacto de Zanjón mediante el cual los independentistas obtienen míseras concesiones por parte del colonialismo español. Sólo el general Antonio Maceo rechaza rendirse y parte al exilio. Se perfiló en el horizonte ya desde entonces cuál era la nueva potencia que vendría a ocupar el lugar que dejaría vacante el decadente colonialismo español: los Estados Unidos de América.

La lucha por la independencia resurge nuevamente en febrero de 1895, ahora bajo la dirección de José Martí, quien logra sumar a este esfuerzo de guerra a los generales Antonio Maceo y Máximo Gómez. Este mando insurgente era decididamente contrario a cualquier componenda con los yanquis. Sin embargo Martí cae en combate casi al inicio de la contienda y Maceo perece a manos de soldados españoles un año y medio después. En febrero de 1898 explota el acorazado Maine en la bahía de La Habana, los Estados Unidos declaran la guerra a España y las tropas norteamericanas desembarcan en Cuba. El nuevo mando insurgente ordena a los generales Calixto García y Máximo Gómez apoyar a las fuerzas yanquis y coordinarse con las mismas. Las fuerzas españolas en Cuba se rindieron en julio de 1898 y en diciembre de ese mismo año España, como resultado del Tratado de París, acuerda la independencia de Cuba. Las tropas yanquis se retiraron hasta 1902 pero antes se fraguó la llamada Enmienda Platt que convirtió de hecho a la isla en un protectorado norteamericano. Cuba siguió sometida, esta vez a los yanquis.

La isla era una república subordinada ahora a los Estados Unidos y esta situación, que prolongaba la miseria y marginación del pueblo cubano aunada a la corrupción y los frecuentes casos de fraudes de los políticos cubanos, provocó la resistencia popular, teñida por fuertes sentimientos antiimperialistas que no tardaron en manifestarse incluso de manera violenta. El gobierno cubano cumplía su papel de lacayo de los intereses norteamericanos, reprimiendo brutalmente las insurrecciones populares. Si el ejército cipayo no era suficiente para esa tarea, entonces intervenían las tropas yanquis, pues para ello se había concebido la Enmienda Platt.

En este periodo de lucha contra la ocupación norteamericana, de nuevo fue la provincia de Oriente la más combativa, al grado que el líder revolucionario Antonio Guiteras llegó a concebir que “la única forma de lograr que la insurrección tuviera éxito sería realizarla en el Oriente del país”.

El propio Fidel, al plantearse la lucha armada como vía para derrocar la dictadura de Batista, realiza su primera acción militar -el ataque al cuartel Moncada- precisamente en la Provincia de Oriente. Fidel escoge de nuevo esa provincia como punto de llegada de la expedición venida en el Granma; y no es casual que fuese la ciudad de Santiago el más importante punto de apoyo logístico y humano del núcleo guerrillero que combatía en Sierra Maestra.

La acción armada del 26 de julio de 1953 fracasó, Fidel fue hecho prisionero y condenado a quince años de prisión. Durante el juicio al que lo sometió el régimen de Batista, Fidel pronunció su famoso discurso de autodefensa, La historia me absolverá, que termina por afianzarlo como el líder más relevante entre los revolucionarios cubanos; a tal grado que Batista se vio obligado a amnistiarlo tras 22 meses de prisión. Fidel partió al exilio y finalmente llega a México, donde comienza a preparar al grupo de revolucionarios con los que partiría en el Granma el 25 de noviembre de 1956 para reiniciar la lucha armada en la isla.

Es precisamente en la Ciudad de México, en julio de 1955, donde Fidel y el Che se conocieron. Y fueron suficientes unas horas de conversación para que el Che decidiera unirse al proyecto de Fidel, convencido que, como él mismo escribiría, “… Valía la pena morir en una playa extranjera por un ideal tan puro”. Desde ese día y hasta su caída en combate en Bolivia, Ernesto Guevara, El Che, asumió su compromiso con aquellos a los que Frantz Fanon llamó Los condenados de la Tierra.

Antes de llegar a México y ligarse al Movimiento 26 de Julio, que se sepa, el Che nunca tuvo militancia política alguna. Había nacido en el seno de una familia acomodada y sus padres eran lo que podríamos llamar librepensadores, pero al mismo tiempo antiperonistas. No obstante, la familia del Che le atribuye a éste sentimientos proclives al peronismo. Desde muy temprana edad Ernesto contrajo una enfermedad que lo acompañaría el resto de su vida: asma. Debido a ello su involucramiento en actividades deportivas fue más bien restringido. En cambio se volvió un lector voraz. En su primera adolescencia leyó sobre todo libros de aventuras y ya después se interesó por leer poesía y filosofía. Él mismo reconoció que como estudiante nunca tuvo preocupaciones sociales ni militó en luchas estudiantiles o políticas en Argentina. Rechazó apoyar las posiciones del Partido Comunista Argentino pues éstas le parecieron “sectarias y dogmáticas”.

En 1952 realizó su primer periplo latinoamericano, acompañado por su amigo Alberto Granado. Durante ese viaje conoció en Perú al médico Hugo Pesce, quien lo condujo a un leprosario y ahí Ernesto y Alberto atendieron a enfermos aquejados por ese mal. El doctor Pesce era miembro del Partido Comunista Peruano y ejerció fuerte influencia sobre el Che. Aun cuando no podemos considerar esto como una formación ideológica formal, sí podemos decir que terminó de afianzar en él una decidida posición antimperialista, especialmente contraria al imperialismo norteamericano. Durante esta travesía el Che llevó un diario de viaje, y cuenta que cuando cumplió 24 años el personal del leprosario le ofreció una modesta fiesta. Él escribe que brindó con estas palabras

Creemos, y después de este viaje más firmemente que antes, que la división de América en nacionalidades inciertas e ilusorias es completamente ficticia. Constituimos una sola raza mestiza, que desde México hasta el estrecho de Magallanes presenta notables similitudes etnográficas. Por eso, tratando de quitarme toda carga de provincialismo exiguo, brindo por Perú y por América Unida”.

Los dos amigos todavía alcanzaron a recorrer parte de Colombia y Venezuela. No obstante, Ernesto debía terminar sus estudios de medicina y en julio de 1952 retornó a la Argentina. Después de revisar su diario redactó unas Notas de Viaje, en las que escribió:

“El personaje que escribió estas notas murió al pisar de nuevo tierra argentina. El que las ordena y pule, «yo», no soy yo; por lo menos no soy el mismo yo interior. Este vagar sin rumbo por nuestra «Mayúscula América» me ha cambiado más de lo que creí”.

En abril de 1953 Ernesto Guevara recibió su título de médico y ese mismo año emprendió su segundo peregrinaje latinoamericano, que ahora lo llevaría hasta Guatemala, después a México y finalmente Cuba y a la historia.

A Guatemala Ernesto llegaría para conocer de cerca el esfuerzo, encabezado por el gobierno nacionalista de Jacobo Arbenz, por realizar cambios en la tenencia de la tierra llevando a cabo una reforma agraria. Esto iba directamente en contra de los intereses de la compañía norteamericana United Fruit Co. que era el mayor latifundista en todo el país. Guevara pasaría nueve meses en Guatemala, quiso colaborar con un régimen que por primera vez le daba al pueblo chapín “…una libertad absoluta, la gente es feliz aquí…”; se ofreció para trabajar como médico del Estado, sin embargo rehusó convertirse en militante de organización política alguna y rechazó con firmeza la sugerencia que le hizo el Partido Guatemalteco del Trabajo (comunista) de afiliarse para poder colaborar en tareas de salud pública favor de los guatemaltecos más pobres. Finalmente, la United Fruit, que mantenía fuertes lazos con la administración Eisenhower, organizó, financió y operó un golpe contrarrevolucionario que derrocó al gobierno democrático de Arbenz e instauró un largo periodo de sanguinarias dictaduras militares.

Esta experiencia, aunada al hecho de haber conocido a exiliados cubanos que habían tomado parte en el ataque al cuartel Moncada, así como haber establecido una relación personal con una exiliada peruana ligada al APRA, Hilda Gadea quien tiempo después se convertiría en su primera esposa y madre de su hija mayor, llevaron al Che a depurar su posición antimperialista y a orientarse, de manera más bien empírica, hacia el socialismo. En una carta dirigida a su tía Beatriz, fechada el 10 de diciembre de 1953, Ernesto escribió:

“En el paso tuve la oportunidad de pasar por los dominios de la United Fruit, convenciéndome una vez más de lo terrible que son estos pulpos. He jurado ante una estampa del viejo y llorado camarada Stalin no descansar hasta ver aniquilados estos pulpos capitalistas. En Guatemala me perfeccionaré y lograré lo que me falta para ser un revolucionario auténtico... Tu sobrino, el de la salud de hierro, el estómago vacío y la luciente fe en el porvenir socialista. Chau. Chancho”.

A resultas del golpe contrarrevolucionario de Castillo Armas, el Che buscó refugio en la embajada argentina y a mediados de septiembre de 1954 obtuvo un salvoconducto que le permitió marchar hacia México. Ahí se reencontraría con el cubano moncadista Antonio Ñico López, quien lo presentó con Raúl Castro y éste con Fidel. El 25 de noviembre de 1956 el Che partiría desde el puerto de Tuxpan en el yate Granma hacia Cuba.

Así, con una breve experiencia militar y con una formación teórica bastante exigua, el Che analiza la Revolución Cubana y enuncia lo que a su juicio hizo posible el triunfo de la gesta fidelista. El Che escribió "En nuestra situación americana, consideramos que tres aportaciones fundamentales hizo la Revolución Cubana a la mecánica de los movimientos revolucionarios en América; son ellas: Primero: las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército. Segundo: no siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas. Tercero: en la América subdesarrollada, el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo. Tales son las aportaciones para el desarrollo de la lucha revolucionaria en América, y pueden aplicarse a cualquiera de los países de nuestro continente en los cuales se vaya a desarrollar una guerra de guerrillas” (La Guerra de Guerrillas).

Es decir, para el Che la experiencia cubana es perfectamente aplicable en cualquier parte de América. De esos tres aportes que señala, el primero y el tercero son de sentido común y están más que demostrados en la práctica; la Revolución Mexicana es un ejemplo bastante ilustrativo. El segundo en cambio se convirtió en la “regla de oro” que guió la acción militar no sólo del Che sino de innumerables grupos guerrilleros que se lanzaron a la lucha armada en toda Latinoamérica, convencidos que su propio accionar convocaría la adhesión popular, desencadenaría la insurrección de masas y conduciría al triunfo revolucionario.

Según el Che, la organización, asentamiento y consolidación del foco guerrillero en una zona rural es suficiente para precipitar una situación revolucionaria, entendida ésta como la imposibilidad para la clase dominante de mantener su dominación sobre las clases trabajadoras y, por otra parte, la negativa tajante de los oprimidos a seguir siendo dominados por sus opresores, la imposibilidad para la clase dominante de mantener inmutable su dominio. El agravamiento de la miseria y los sufrimientos del pueblo trabajador aunado al accionar guerrillero conduciría a las masas a una toma de conciencia política, a la rebelión popular y a la toma del poder revolucionario.

La agudización de las contradicciones en el seno de las clases opresoras, que eventualmente puede llevar a crisis políticas graves, y el aumento de la miseria y sufrimiento del pueblo, son factores que aparecen de tiempo en tiempo y son ajenas a la voluntad de los hombres. Constituyen lo que se ha denominado las condiciones objetivas y no conducen por sí solas a la revolución. Para que eso suceda es indispensable la elevación de la conciencia política de las clases oprimidas, que éstas comprendan que la única salida a su situación de explotados es la transformación de las relaciones sociales de producción, la eliminación del trabajo asalariado, la expropiación de los expropiadores; en suma, la toma del poder. Y la forma más elevada de conciencia política se expresa en la creación del partido comunista y que éste lleve al pueblo a tomar conciencia de cuál es la raíz de la explotación, de la opresión, la miseria en la que vive; cuál es la base de las bárbaras leyes de la burguesía y el imperialismo y a partir de esta toma de conciencia política el pueblo haga suya la necesidad de la revolución como el medio para derrocar al régimen esclavizador. Tales serían las condiciones subjetivas. En su análisis, el Che se convence que el partido es algo completamente prescindible y su lugar ahora lo ocupa el foco guerrillero.

A mi juicio, esto obedece a una lectura errónea por parte del Che del propio proceso cubano. Fidel y sus compañeros desembarcan en diciembre de 1956 y de hecho no tardaron mucho para comenzar a recibir apoyo de los habitantes más pobres de la Sierra Maestra. Es precisamente ese apoyo lo que permitió que sobrevivieran como grupo al desastre de Alegría de Pío. El Che fue testigo y también receptor de las muestras de apoyo y sostén que los campesinos brindaron a los guerrilleros. Pese a las campañas de cerco y aniquilamiento que el ejército cubano montó para exterminar a los rebeldes, éstos no sólo no fueron eliminados sino que acrecentaron su número y su zona de influencia, gracias a la incorporación de nuevos combatientes oriundos de la propia región donde operaba el núcleo guerrillero. El Che también atestiguó el fervor con que la población más pobre acogía el mensaje que irradiaba la guerrilla desde la sierra. Todo ello lo llevó a la idea de que el núcleo guerrillero había creado la situación revolucionaria que a la postre condujo a la caída de la dictadura de Batista.

En su análisis el Che no toma en cuenta la larga lucha del pueblo cubano en pos de su independencia nacional y su lucha por salir de la miseria y sufrimiento a la que lo condenaba su condición de neocolonia de los Estados Unidos. Contrariamente a lo que él enuncia, fue esa situación revolucionaria en ascenso lo que hizo posible la creación, asentamiento y consolidación del grupo guerrillero. Fue la conjugación de condiciones objetivas y subjetivas revolucionarias lo que creó al foco insurgente. El Che dice precisamente lo contrario. Así, las masas revolucionarias que deben asumir su papel como sujeto histórico, quedan relegadas a soportes necesarios -inclusive imprescindibles- pero soportes al fin de un vanguardismo heroico que adoptó para sí la misión de despertar conciencias.

Fue esa base sobre la que montó su intento revolucionario en Bolivia y comprobó él mismo que no es posible crear “uno, dos, tres, muchos Vietnam” simplemente por consigna. La lucha del pueblo vietnamita no surgió únicamente sobre la base de la voluntad de Ho Chi Minh o la sola creación del Viet Minh y su acción militar. Al igual que Cuba, Vietnam también cubrió un largo periodo de insurrecciones locales en busca de su redención. Pero definitivamente fue la existencia de una dirección política revolucionaria, asentada firme y profundamente en el seno de las masas populares gracias a un largo y persistente trabajo de agitación y educación político-ideológico, lo que hizo posible la aparición del Viet aMinh y que ésta organización armada pudiera consolidarse y encabezara a todo el pueblo hacia la guerra popular para enfrentar victorioso a la mayor maquinaria de guerra contrarrevolucionaria que el mundo haya visto jamás.

Contrariamente a lo ocurrido en Cuba, una vez desatada la lucha armada en Bolivia bajo la conducción del Che, éste no pudo reclutar a un solo campesino como combatiente ni recibió apoyo local para resolver problemas logísticos; por el contrario, los habitantes de la zona guerrillera optaron por apoyar al ejército boliviano en su campaña contrainsurgente, negando todo apoyo a los guerrilleros y, en cambio, denunciando con las fuerzas gubernamentales la presencia de los “sediciosos”. Podemos consolarnos con explicaciones parciales y a modo, por ejemplo la “traición del Partido Comunista Boliviano y su secretario general Mario Monje”, la inacción de las masas mineras en apoyo al ELNB, pese a ser el sector más combativo del pueblo boliviano y además la rápida intervención de asesores militares yanquis y agentes de la CIA apoyando al ejército en la caza del Che. Todo ello es cierto, pero el hecho es innegable, el foco guerrillero no logró ni ha logrado “crear las condiciones para la revolución”. Ni el foco del Che ni ninguno otro ha logrado precipitar una situación revolucionaria. Incluso en condiciones de fuerte participación popular como ocurrió en Guatemala, en el caso del Ejército Guerrillero de los Pobres, pudieron los destacamentos guerrilleros contener la acción contrainsurgente del ejército, que centró su acción decisiva sobre los habitantes de las zonas en conflicto, a los que simplemente aplicó la táctica de tierra arrasada y genocidio. El destacado dirigente revolucionario guatemalteco Mario Payeras, fundador del EGP, concluyó que en Guatemala “el foquismo –como se ha denominado el planteamiento guevarista- demostró sus límites históricos” pues “… ninguna fuerza guerrillera foquista logró alcanzar la etapa de construcción de fuerzas militares regulares ni pasar a la guerra de movimientos en un territorio liberado a partir de ella” (Mario Payeras: Los fusiles de octubre. Juan Pablos Editor. 1991).

El Che se equivocó pues al analizar las causas que hicieron posible el triunfo de la Revolución Cubana y al enunciar las lecciones que de su experiencia él extrajo. Pero no se equivocó en lo fundamental, en su fidelidad a las causas populares y la necesidad de la lucha armada para la toma del poder revolucionario. Formular una idea y poner la propia vida en juego para demostrar su justeza es algo que tenemos que respetar. Debemos apropiarnos del ejemplo de lealtad y congruencia que nos brinda el Che al asumir hasta las últimas consecuencias su compromiso con la lucha por la libertad de los oprimidos del mundo. El Che cayó defendiendo los intereses de los marginados de la tierra, y ante la historia los hombres que actúan como él, los hombres que lo hacen todo y lo dan todo por la causa de los humildes, cada día que pasa se agigantan, cada día que pasa se adentran más profundamente en el corazón de los revolucionarios. Es verdad que murió al aplicar un planteamiento que se reveló erróneo, que no sólo le costó la vida a él sino a toda una generación de jóvenes que se lanzaron al combate creyendo que para la revolución bastaba el ejemplo heroico. Pero su fracaso no demuestra la inviabilidad de la lucha armada ni justifica a la “democracia” –así, sin adjetivos- como única vía de lucha política. Y mucho menos convalida a los zánganos “izquierdistas” que hoy medran y trafican con los intereses de los oprimidos del mundo entero. Los revolucionarios como el Che saben que enfrentan a una lucha a muerte, como él mismo lo llegó a expresar “…Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera)”. Y para aquellos que proclaman que sólo es posible iniciar la lucha cuando existan condiciones para el triunfo, el Che señaló “el camino… está lleno de peligros, peligros que no son inventados ni previstos para un lejano futuro por alguna mente superior”. El conocimiento es fruto de la práctica y en el terreno de la lucha de clases ello implica la probabilidad de perder la vida, el Che lo sabía y así lo escribió “Creo en la lucha armada como única solución para los pueblos que luchan por liberarse y soy consecuente con mis creencias… Puede ser que ésta sea la definitiva. No lo busco pero está dentro del cálculo lógico de probabilidades”.

Convertir a Ernesto Che Guevara en tan sólo un afiche, una figura emblemática pero que sólo es utilizada para adornar las playeras que portan en el pecho su imagen pero que cotidianamente lo despojan de su significado como combatiente es asesinarlo nuevamente

Por encima de todo el Che fue un hombre consecuente, fiel a la lucha por la libertad de los marginados y así lo expresó: “Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad”. Hoy, a cincuenta años de su caída en combate, reivindiquemos al combatiente, al hombre que lo dio todo por amor a los sans-culottes, los Condenados de la Tierra.

 

*Enrique Martínez Aguilar. Gestor cultural y cinéfilo. 

Ilustraciones de José Rodolfo Chávez Peralta "Cazaf". 

 

 

Revista Desocupado

 

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