Crítica

 

La sexualidad censurada

2021-05-09 13:46:43

La nueva película de Arturo Ripstein trata el tema de las sexualidad y la violencia entre los adultos mayores, un tema del que pocos quieren hablar

 

 

 

Por Alejandra Flores* 

 

 

“Hay un momento que parece que ser joven es una virtud, y es solo una circunstancia”. Frase de la experimentada actriz española Carmen Maura, quien contrario a lo que el grueso de las mujeres hacemos con cada año cumplido, ella va diciendo su edad -75 años- “por todo el mundo”, orgullosa. “Hay un momento que parece que ser joven es una virtud, y es solo una circunstancia…"

Como si la juventud fuera el boleto indispensable para conseguirlo todo sin el menor esfuerzo. Pero en cuanto las canas, las arrugas y los años se acumulan en el cuerpo, ese boleto es socialmente cancelado. El viejo es cruelmente apartado de su círculo familiar y/o social porque está enfermo, se cansa muy pronto, ¡ya no oye bien! Es tan lento para caminar… es un peligro al volante, se ha vuelto irritable o siempre quiere tener la razón. Al rincón de los trebejos. A la esquina de la indiferencia. Otros deciden por él. Otros sienten por él. Otros piensan por él. Otros tienen la certeza de que su sexualidad ha muerto con el paso de los años. Como si el surgimiento de más arrugas, de más canas fuera proporcional a la disminución del deseo sexual, de la atracción física, de la necesidad de caricias, de besos, de abrazos, de roces…

Que “el corazón no envejece, el cuero es el que se arruga”, es un dicho popular del que hoy pocos estamos conscientes. Por fortuna, no todos lo han olvidado: “Yo comencé a escribir esta película después de verme en el espejo. (…) me habían pedido fotos y entre mis fotos y la cara del espejo vi una enorme diferencia. Eso obviamente me hizo reflexionar sobre la vejez, el punto al que he llegado y me puse a escribir sobre mí y sobre todo sobre mi generación; tenía ganas de saber qué había pasado con esta generación, la mía, que creció con John Lennon, la que decía que 'no confíes en nadie mayor de 30 años', y ahora es la generación que llega a la edad que tengo", esto lo comentó Paz Alicia Garciadiego, durante la conferencia de prensa virtual para anunciar el estreno de la más reciente película del director Arturo Ripstein.

 

El diablo entre las piernas 

“No estamos educados para acepar la sexualidad de los viejos y les tengo noticias: existe”, a decir de Paz Alicia. Si el instinto sexual es algo tan natural como el instinto de supervivencia, ¿por qué damos por un hecho su desaparición? Es cierto que con la edad hay un declive en la producción hormonal que regula el apetito sexual. Es cierto que derivado de ello, la líbido, el ímpetu sexual ya no es tan intenso como el de años atrás. Es cierto que el estado general de salud comienza a deteriorarse. Pero de eso a su desaparición absoluta hay un abismo lleno de deseos reprimidos, socialmente reprobados o ignorados por “impensables”.

“Lo que distingue a esta película con relación a las otras películas de adultos mayores es que están tratados en la integridad de su humanidad, no como viejos que están al margen de las emociones que alguna vez tuvieron. Lo que hicimos entre todos, la pretensión de la película es mostrar los seres humanos con las pasiones vigentes, no viejitos tranquilos, dulces, simpáticos. Qué graciosos son los viejitos, que tiernos”. Así, Paz Alicia Garcíadiego se alejó por completo de la figura infantilizada del viejo para tratar otro aspecto de su complejidad.

El diablo entre las piernas es una historia de amor. Para su director, Arturo Ripstein, la película se narra a partir de los celos: “los celos son una serpiente que se muerde la cola, que hace que para mí sea circular la manera de filmar, y la única forma de hacer circular mi cámara es con plano secuencias, y esa es la estética. Cada escena está muy estudiada, muy cercana a lo que yo necesitaba, así está pensada, en blanco y negro. Circular por los celos, y la circularidad le da un sentido que a mí me importa muchísimo: es la figura perfecta, es Platón”.

El acercamiento cinematográfico de Arturo Ripstein a una realidad censurada, como lo es la sexualidad en la vejez, no acepta concesiones. No es -como el grueso de las historias de Ripstein- complaciente ni sabe de finales felices. Es duro, hasta cruel. No deja lugar a lo circunstancial. El lenguaje de El diablo entre las piernas se convierte en un poderoso elemento narrativo, reafirma la crudeza de un humor negro perfeccionado por la guionista Paz Alicia Garciadiego y visualmente consumado por Arturo Ripstein: “He procurado que la crudeza de mi lenguaje tenga una especificidad, que suene, que tenga sonoridad, ritmo y eso permite poner toda la cantidad de leperadas imaginable".

“El sexo que abunda en la película tienen una función: demostrar la tortuosidad del amor; es una pareja que vive de una extraña manera, de una manera subvertida, un amor que los mantiene unidos. Un amor cargado de odio, cargado de reproches, cargado de insultos, pero amor, al fin y al cabo. Ella cree que los insultos son halagos. Él cree que los celos es la única cosa que lo mantiene vivo, está enamorado de los celos. Esta tergiversación hace que empate muy bien con el blanco y negro, porque la realidad se tergiversa y con el blanco y negro se enfatiza. En ese sentido, el blanco y negro del que Arturo siempre ha sido adicto y defensor beneficiaba muchísimo a la historia que estábamos contando. La realidad se cambia dentro de las cabezas de nuestros personajes pero es una historia de amor”, dijo Paz Alicia Garcíadiego.

“Insisto que es lo mejor que he hecho, porque yo llevo mucho tiempo haciendo películas y al principio yo pensaba qué es lo que quería hacer, pero lo que salía era una cosa completamente distinta. Hay un abismo enorme entre lo que tiene uno en la cabeza, sobre todo cuando uno es un cineasta principiante, y el resultado de las cosas, a través de los años se va puliendo el oficio, a través de los años el abismo entre lo que yo quiero hacer y lo que resulta y lo que sale es cada vez más estrecho. En el caso de esta película, lo que yo pretendía hacer desde el principio es prácticamente todo lo que está como resultado final del trabajo”, mencionó satisfecho Arturo Ripstein.

“Siempre he pensado que el genio de un director de cine consiste en rodease de la mejor gente posible y dejarlos hacer lo que saben hacer. Llevar los hilos por supuesto, el trabajo de un director es conducir la totalidad del asunto y en el caso de esta película haber tenido el espléndido guion de Paz y al formidable reparto que tuve al trabajar con Silvia Pasquel y Alejandro Suarez, y verlos desarrollar sus personajes con su timidez y todas las cosas particulares que pasan con ciertos actores”, añadió el también director de El castillo de la pureza.

El desnudo en la vejez fue un reto mayúsculo para Silvia Pasquel y Patricia Reyes Spíndola. Para Silvia en la película “se desnuda a la mujer físicamente y pero también es el desnudo del alma. Esta película habla de nosotros, una generación que vista desde otras edades pareciera insensible, que no tenemos emociones, líbido, ganas y se nos ve como viejitos en la mecedora frente al televisor viendo pasar sus días. Aquí estos personajes están vivos, activos, tienen ganas, deseos y se ven envueltos en esta forma de vida por estos deseos que siguen teniendo, por estas necesidades físicas y sexuales se ven inmersos en una situación muy violenta que la lleva a pensar que su agresor es el que más la ama y venera. Fue difícil hacer varias escenas. No es un desnudo total, son parciales, y es la primera vez que yo me desnudo en cine. Son desnudos que son parte de la vida de Beatriz y que forman parte de esta desnudez del alma de este personaje”.

Para Patricia Reyes Spíndola “hablar de sexualidad entre personas de mayor edad es difícil. La gente joven no ha pensado en la sexualidad de sus padres. Jóvenes de 40 años, nadie se quiere imaginar a sus papás haciendo el amor, eso es un shock para ellos. Desnudarme a los 66 años, aunque no son desnudos completos, jamás había enseñado las nalgas con esa dureza. Creo que eso les va a pasar a muchos jóvenes, se van a quedar viendo a sus papás diciendo: nunca había yo pensado en esto. Va a ser un shock para quienes lo hicimos, va a shockear, a pesar de que está super cuidada, tratado el tema con mucha sensibilidad”.

Una historia de amor amargo, tergiversado en donde un insulto puede ser interpretado por la otra persona como interés, como amor. En la cual víctima y agresor viven co-dependiendo el uno del otro.

“Una cosa es la postura política en la realidad y otra cosa es cuando uno hace una obra de arte o quiera hacerla. La ficción tiene otros márgenes y no podemos permitir que la corrección política limite esos márgenes y cierre esos márgenes dentro de los que nos movemos. No estamos a favor de insultar a las mujeres, es una ficción y tenemos el sacrosanto derecho y deber de respetar lo que tiene que ir en la ficción. En ese sentido, los últimos años la corrección política está agrediendo enormemente a los que hacemos cualquiera de las actividades artísticas: cine, literatura etcétera. Vivimos en un mundo en el que han quitado a Hukleberry Finn de las bibliotecas en Estados Unidos porque dice la palabra negro, ese sacrosanto derecho de usar todas las palabras y eso no nos convierte en abusadores o condonadores ni mucho menos, una cosa es la vida real y otra son las necesidades artísticas”.

Silvia Pasquel: “Nunca se filmó con intención de denuncia. Estamos contando una historia. Ojalá las mujeres que vean esto despierten y se alejen de su agresor”.

Paz Alicia Garcíadiego: “El arte de denuncia no normalmente no es mejor. Entre Tolstoi y Gorky, Máximo Gorky, es muchísimo mejor Tolstoi que nunca pretendió denunciar nada. Gramsci cuando analizaba el trabajo de los dos preconizaba el trabajo de Tolstoi. Porque entre más vueltas de tuerca tiene la manera de expresar el mundo en el que uno vive, mientras más envolturas tenga, más complejidad tiene el arte”.

El diablo entre las piernas representa un tipo de cine duro, valiente, complejo, profundo, que plantea al espectador cuestionamientos muy diversos. La sexualidad en la vejez recupera a seres humanos desde una óptica más amplia, más real, alejada de una concepción infantilizada. Enfrenta libremente prejuicios e indiferencia. Como la totalidad del cine del maestro Ripstein, El diablo entre las piernas nos confronta, nos incomoda al visibilizar aspectos de lo que también somos como sociedad. Por más que lo ocultemos, por más que lo ignoremos. Existe.

El diablo entre las piernas se estrenó el pasado 5 de mayo con 100 copias y se exhibirá en 46 ciudades del país.

 

 

*Alejandra Flores es periodista cultural.

 

Imagen: https://bit.ly/3hdyz5d 

Revista Desocupado

 

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