Crítica

 

La Luz que oculta nuestro verdadero ser

2020-01-17 12:12:50

"Brujas" de Roger Vilar es una oferta literaria que refresca en su tríptico narrativo un tema, unas atmósferas y todo un imaginario de siglos o milenios

 

 

 

Por Isaí Moreno*

 

Roger Vilar es un autor versátil que ha sabido ir del periodismo a la literatura, sabedor de que en ambos casos el escritor va tras una buena historia. Conocí su obra por Seres de la noche, libro donde un reportero nocturno y la Ciudad de México se confunden, además de presentarnos a un escritor psicótico a la espera del cumplimiento de la promesa de una divinidad de antaño. En esa obra, Vilar nos ofreció el mundo de los reporteros nocturnos y las motivaciones de la condición humana que se manifiestan en la penumbra citadina. Estas atmósferas preconizaron las de Brujas (Dark & Glow Press) en muy buena parte.

En esta entrega literaria, Roger Vilar nos da la sorpresa de enlazar tres relatos de largo aliento (y no me me condene, pero al menos el primero y el último podrían ser novelas breves, con toda la complejidad que demanda el género) unidos con una temática como mero pretexto, porque cada uno de ellos despliega un universo completo. Este biombo narrativo nos demanda como todo buen libro una lectura atenta, con libreta a la mano, que termina siendo recompensado por partida triple.

Tenemos brujas. Tenemos aquelarres tan antiguos como el tiempo. La brujas de Brujas son eruditas, curan y matan, seducen y, en el sueño del tiempo, cuyos parpadeos dejan entrever su presencia, cuecen pociones o seres vivos en calderos. Sin embargo, son, ante todo, seres capaces de provocar el deseo carnal, la concupiscencia bíblica y espiritual, y por ende el deseo de una posesión total para someter al hombre, esto es, al varón, a su completo antojo de mujeres impredecibles. La brujas de Vilar manifiestan una sensualidad salvaje.

Leyendo "La más íntima guarida del demonio" no encontramos con el doppelganger de la literatura europea y el mismo de los relatos de la ciencia ficción, pero en una historia de hechizos e Inquisición con cuentas por cobrar y venganzas de por medio. Este relato es múltiple, como un universo en paralelo con su versión primigenia. En el fondo, y a través de los siglos, trayéndolos del México de la Colonia al México contemporáneo, "La más íntima guarida del demonio" es una narración entre laberintos para intentar llegar al yo.

Corazón carnívoro es una historia a ritmo de latidos que rehace su versión personal de El corazón delator, y muestra una atracción sensual latiendo entre ingenios azucareros y cafetales y maleza con un inevitable sabor cubano. Pero ya sea que Vilar pretenda o no homenajear a Allan Poe, todo aquel que haya leído Zama, esa novela de un español solitario, el más solitario de todas las historias, en la persecución de un bandido (en nuestro caso, una bruja), hallará en este relato un buen remanso de agua para seguir bebiendo. En ambas historias late una suerte de remordimiento y lo sensual se lanza a la depredación de sus víctimas:

 

La luna subía detrás de los árboles. Su brillo entraba en el cerebro de Estévez confundiéndose con las notas y el efecto del aguardiente. El universo giraba en su cabeza. Del caos surgió una imagen: la negra Ifaiwosade, con sus tetas paradas. Le corría la sangre desde los hombros. Una gota roja resbaló por la punta de un pezón oscuro y cayó en uno de sus muslos. Estévez alargó la mano como si quisiera tocarla. Apretó un pedazo de oscuridad.

 

Corazón carnívoro es un corazón luminoso, lleno de infinita luz, con plena capacidad para provocar el deseo. Un corazón gigante, que sabe convertirse en el espacio y alterar la atmósfera, o bien, el cosmos entero, no puede ser sino un asesino. Leemos el relato con la mano sobre el pecho, preguntándonos si los latidos que se escuchan tras cada línea son los nuestros o los de otro. El corazón es un símbolo muy antiguo y Vilar sabe apropiarse de todas las connotaciones de este órgano, en el que se creía que residía el soplo de la vida. Así, su historia no es la persecución de una bruja sino la de la persecución de un corazón que enamora y se traga a su enamorado. En este relato, Roger Vilar sabe dialogar con uno de mis cuentos favoritos: El valle del silencio, de Juan José Millas: ambas son historias de presencia en tierra ajena y terminan siendo narraciones atmosféricas.

 

Leyendo el metafísico relato El Oscuro Dios de las Ruinas, quise correr a mi librero a extraer El gran dios Pan, de Arthur Machen, no sin antes dar un repaso a El horror de Dunwich y a Los hongos de Yugoth de Lovecraft para hallarme preparado en el avance de los párrafos y las páginas. Después deseé apresurarme por mis libros de filosofía, pero no estaba a mi alcance ni Nietzsche ni Sartre. Este relato, como el primero del libro, desmadeja las hebras del tiempo y nos propone un regreso al tema del eterno retorno, empero se trata de un abordaje absolutamente narrativo. El protagonista de la historia huye de algo así:

 

Su estancia en aquella vieja torre, ya había ocurrido, estaba ocurriendo y volvería a ocurrir de manera eterna. Volvería a lamer las vulvas purulentas de las meretrices portadoras de las plagas y mamar la muerte de sus tetas fláccidas. Luego descubriría aquel decrépito edificio en que ahora se encontraba.

Todo ha ocurrido ya, y lio que ha ocurrido es este despertar mío en medio del polvo y la decadencia, en medio de la soledad, y si ya ha ocurrido infinitas veces significa, en realidad, que es inmóvil; este sólo instante, inmóvil. Todas las edades, todos los siglos, concentrados en él. Tan sólo retorna de manera idéntica, pero no viene de ninguna parte, nos va hacia ninguna parte [...]

 

La repetición al infinito de lo que Vilar llama lo idéntico conforma un infierno colocado en historia enmarcada en cierto barrio de bajos fondos en una Ciudad de México alterada, grotesca, de una voluptuosidad infecta donde todo se repite de manera inevitable, dolorosamente certera, al grado tal que sólo el sufrimiento, o bien, un aquelarre que convoca la ruptura del velo del tiempo, pueden salvar a Tenebros Mork: quien bien sabe que la luz oculta nuestro verdadero ser y también, tiene esperanzas de poder destruir el universo. En este relato los siglos no transcurren. La otra cara del Ser es la Nada y viceversa. La salvación, no sólo de unas brujas del pasado hendiendo cuchillos a Mork, sino la salvación en el presente de ese Eterno Retorno, es confrontar al Ser ante la Nada.

Brujas es una oferta literaria que refresca en su tríptico narrativo un tema, unas atmósferas y todo un imaginario de siglos o milenios. Leer Brujas significará para su lector una nueva apertura de la mirada, porque el espacio vacío (donde todo es oscuro) está poblado de formas que se mueven: algunas, incluso brillan.

 

 

*Isaí Moreno. Nació en el DF y ahora radica en la CDMX. Es escritor y académico. Su reconocimiento más reciente es el Premio Nacional de Novela Corta Juan García Ponce, por Orange Road. Como pasatiempo, retrata escritores con una Canon compacta G10. Postea en Twitter desde la cuanta @isaimoreno. 

Revista Desocupado

 

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