A manera de un diario, el autor de esta reseña intercala el sonido de la cumbia de un microbús con la oralidad superlativa de la autora argentina
Por Iván Gómez*
La virgen cabeza de Gabriela Cabezón Cámara, publicada por la editorial mexicana Nitro-Press en 2018, es uno de esos libros de lectura rápida, pero de larga permanencia en la memoria. Ya sea por la forma en la que se desarrolla la historia, por los personajes tan llenos de matices o por la primera línea: “Pura materia enloquecida de azar, eso, pensaba, es la vida”, que es una frase de no fácil acceso pero que al entenderla cobra un sentido íntimo que incentiva al lector a continuar.
Pero vamos por partes: Leí la novela en tres noches desaforadas (y dos viajes en camión con cumbia de fondo, algo que me hizo pensar en algunos momentos que se trataba de una ópera cumbia) en las que mi opaca luz amarilla iluminaba las palabras, y como si éstas cobraran vida me trasladaron a los lugares de la novela: una Argentina pobre en donde los pibes rápidamente se adaptan al sinsentido de la vida en la que, pese a eso, deben buscar la manera de sobrellevar el día a día.
La sorpresa llegó cuando la siguiente novela que leí en aquellas noches de vacaciones (que con el ritmo de la escuela se sienten muy lejanas) no ocurrió el mismo fenómeno de las letras lúcidas, entonces le adjudiqué la culpa de mi lectura vívida de La virgen Cabeza de la autora argentina Gabriela Cabezón Cámara, y no a mi foco mugriento. Pero quería entonces compartir mis impresiones de un libro que me pareció excepcional, a los pocos días de acabarlo.
Martes 01 de enero
Las primeras páginas son un caos narrativo que intriga por la confusión que generan los monólogos cargados de recuerdos y narración de Qüity, una de las dos voces narrativas que constituyen la novela. Ella es una periodista (con afanes literarios) que llega a la villa El Poso, en busca de entrevistar a Cleopatra, la otra protagonista de la novela; una trasvesti que dice tener contacto directo con la Virgen, quien le dice cómo dirigir la villa para ayudar a quienes la habitan. La idea era hacer un reportaje sobre Cleo, pero en el proceso se enamora de ella, de la villa y de quienes la habitan. Estos elementos de la trama se conocen conforme avanzan los primeros capítulos, en los que Qüity introduce las acciones en medio de reflexiones y caos, y Cleo, cada cierto tiempo, interviene para aclarar el orden de los hechos (aunque no del todo) y en la ambigüedad de los primeros capítulos yace una riqueza narrativa pocas veces valorada.
Las tramas sobre las que gira la novela ocurrieron en un pasado más o menos distante y el atroz suceso por el que las vidas de ellas dos cambiaron drásticamente se obvia durante varios capítulos hasta que llega el momento de explicarlo, de manera que el texto se vuelve una reconstrucción de la memoria dolorosa por parte de Qüity y Cleo. Pero como toda reconstrucción del pasado, no se menciona todo y se pierden muchos detalles, y es esa ambigüedad la que nos permite entender la maestría con la que está estructurada la novela, que es la que incentiva al lector a imaginar todo lo que no es dicho, y a seguir la lectura para reconstruir la secuencia de hechos. Esto hace de la lectura una experiencia activa, que demanda y a cambio otorga una historia contada magistralmente.
En el primer capítulo se asoma una erudición literaria que pocos autores contemporáneos poseen: en la página 16 (de la edición mexicana de Nitro Press) se asoma la siguiente frase: “Miles de años después, cuando del mundo de Homero no quedan más que unas piedras y unas columnitas de mierda amontonadas para placer de los turistas y arqueólogos, soñaba y veía a Kevin con la misma desesperación que Odiseo a su madre: sigue sin ser posible abrazar a los muertos, hechos sólo de una memoria que también se muere”, la referencia puede no decir mucho a quien no haya leído La Odisea, pero se trata de un pasaje fundamental en la tradición literaria occidental, a la que la autora pertenece y reconoce.
En la rapsodia XI del libro de Homero, Odiseo –quien luego de la guerra contra los troyanos emprende la travesía para regresar a Ítaca– baja al infierno por mandato de Circe para consultar el alma de Tiresias sobre el tan ansiado y errante regreso a su patria; en el descenso se encuentra con el alma de su madre, a quien le pregunta qué Hado o Dios le dio muerte si él la dejó viva cuando se fue a la batalla que duró más de 10 años; luego de decirle que fue la vejez y la tristeza de no ver a su hijo lo que la mato, él trata de abrazarla sin éxito:
Así se expresó: Quise entonces efectuar el designio, que tenía formado en mi espíritu, de abrazar el alma de mi difunta madre. Tres veces me acerqué a ella, pues el ánimo incitábame a abrazarla; tres veces se me fue volando de entre las manos como sombra o sueño. Entonces sentí en mi corazón un agudo dolor que iba en aumento […]
Anticlea. ¡Ay de mi hijo mío, el más desgraciado de todos los hombres! […] Esta es la condición de todos los mortales cuando fallecen: los nervios ya no mantienen unidos la carne y los huesos, pues los consume la viva fuerza de las ardientes llamas tan pronto como la vida desampara la blanca osamenta y el alma se va volando, como un sueño.
Versos 204-224.
Varios siglos después, Virgilio escribiría en La Eneida el descenso al inframundo por parte de Eneas y ahí él vería a su padre; y otros tantos siglos luego, Dante haría de Virgilio el guía por el inframundo del protagonista en su Divina Comedia. De manera que la referencia a la que hace alusión Gabriela Cabezón es un pasaje pilar en nuestra literatura, y además, por fragmentos como ese el libro invita a otras lecturas, y eso, en una sociedad donde se valora poco a los clásicos, por los difíciles que pueden resultar, es ya un acierto.
El libro posee un equilibrio visible entre erudición del autor y creación.
Miércoles 02 de enero
En los personajes también recaen las cualidades de la novela. Quizá la que posee más contrastes que la llena de vida es Cleo: una travesti que mientras es violada en una comisaría tiene una visión en la que la Virgen le habla para decirle que debe dejar su vida entre pija y pija, luego volverse la organizadora de una villa “gracias a su comunicación con la madre celestial, una niña de Lourdes chupapijas, una santa puta y con verga…” (pág. 38).
El presente de las protagonistas transcurre en Miami, en medio de la fama ocasionada por la composición de óperas cumbias que son un éxito.
Los momentos en la villa transmiten una imagen agradable: se trata de una familia compuesta por gente rezagada que aprendió a quererse a partir de sus precariedades. La peculiaridad de algunas escenas remite a escenas costumbristas en las que se muestra detalle a detalle las insuficiencias de los personajes.
Jueves 03 de enero
Hay varios logros en el uso del lenguaje y la sonoridad que las palabras crean. Si bien se trata del mismo idioma, las barreras geográficas hacen que las palabras cobren otros sentidos o retan al lector no familiarizado con los regionalismos.
Gabriela Cabezón entiende el uso del lenguaje como el medio para contar la historia, pero también como la finalidad de la creación: exaltar a través de la palabra. Además, está muy presente la oralidad, y la autora logra plasmarla de manera acertada, ya que los diálogos remiten a imágenes de los personajes hablando, esta cualidad es poco visible en muchas obras, pues ¿cómo transmitir verdaderamente la sensación de diálogo en el papel? Pareciera que basta con escuchar atentamente y transcribir de un audio al papel, pero no es así, y es que transcribir lo dicho literalmente pocas veces funciona por un detalle: la escritura y la oralidad se diferencian por reglas muy distintas, de modo que para lograr diálogos verosímiles como los que consigue Gabriela es necesario poseer un buen oído y la capacidad de crear, en el mundo narrativo propio, una construcción artificial de la comunicación entre personas. No es asunto de poco mérito.
Otra cosa importante es el compromiso de la autora con el país en el que escribe, eso se nota desde la trama: la villa es “un detalle triste al costado de la autopista…”
Sabe retratar la figura del poder a través del suceso que cambia la vida de Cleo y Qüity, y también en la figura de la Bestia, un ex policía que opera carteles de prostitución.
Viernes 04 de enero
No sé hasta cuándo se prolonguen mis reflexiones en torno al libro, pero debo parar para no hacer la reseña (si es que esto se puede llamar así) interminable. Me quedaría con una reflexión final: lo que hace especial a la novela es que sólo leyéndola es entendible, me explico: los elementos escritos arriba (la erudición, el manejo de la lengua, la construcción de personajes, etc.) dotan a la obra de tanta vida que se encierra en sí misma, de tal forma que no es posible hablar de algunos elementos por separado para referirse a su belleza, sino que es necesario que se lea todo el libro para entender lo profunda e interesante que es. En ese sentido, la lectura se vuelve un juego entre el texto y el lector en el que uno reta al otro y al mismo tiempo le regala momentos entrañables. En el caso de La virgen cabeza no es posible hablar de los personajes sin antes mencionar cómo cuentan su historia y luego qué historia cuentan, pero sin dar muchos detalles porque la trama así lo exige.
Leer La Virgen cabeza constituye un viaje sin salida: un atisbo de la literatura que se está escribiendo en América Latina en este siglo, una novela que nos da cuenta de las múltiples posibilidades de cómo contar una historia, una muestra de erudición, una trama inolvidable… La novela adquiere valor por la suma de sus partes.
Iván Gómez (Puebla. 2000). Narrador y columnista. Ha participado en diferentes medios electrónicos e impresos como La Jornada Aguascalientes, http://lasantacritica.com, entre otros. En 2017 obtuvo el segundo lugar en el Sexto Concurso Nacional de Cuento para Preparatoria convocado por la universidad Iberoamericana. Coordina el sitio electrónico https://vertederocultural.wordpress.com. Es columnista semanal en https://neotraba.com. Actualmente estudia Literatura Intercultural en la UNAM.