Crítica

 

La individualidad que desborda en ficción

2020-05-10 20:52:59

Este libro de Vanessa Téllez contiene una serie de cuentos donde la autora explora la individualidad y la falta de amor propio de personas que viven en la urbanidad del siglo XXI

 

 

 

Por Marcos Daniel Aguilar*

 

Animales de costumbre de Vanessa Téllez es un libro de relatos en el que la autora captura como si fuera una fotografía un instante de la vida de sus protagonistas. De manera lineal, Téllez narra con lenguaje claro y preciso la historia de personas comunes y reales, nada fuera del otro mundo en "apariencia". La vida en pareja, la vida familiar, el chico o la chica que se agradan, la madre soltera, la hija de alguien quien trabaja en el negocio del padre. Nada fuera de lo aparentemente "normal"; sin embargo, como una historia que corre en paralelo de manera oculta, hechos y fenómenos fantásticos van brotando a lo largo y ancho de estas historias que van tornando a los relatos de un sentido de extrañeza. Pero no es una extrañeza por la emergencia de un elemento sobrenatural o salido de la ciencia ficción, sino que la distorsión de la realidad se hace palpable por emociones y sobre todo ideas que habitan en la psicología de los protagonistas de Animales de costumbre (Cuadrivio, 2020).

Aunque la línea recta de los cuentos de Vanessa Téllez pertenece sin duda a la línea argumentativa del cuento moderno, en donde la epifanía o elemento inesperado emerge del interior más profundo de las personas que habitan estos universos paralelos al nuestro, hay en los cuentos de este libro un elemento que los hace actuales y que ejemplifican nuestro tiempo ultramoderno, ultradigital y fragmentario, y este es el sentido de “relatividad", pues lo que hace fantásticas a estas historias es sobre todo el cambio de perspectiva, el punto de vista del que mira, pero sobre todo desde donde mira. Donde la geografía cobra un valor subjetivo que objetiviza la lectura del que lee este libro de Téllez. La relatividad que extrañiza, por llamarlo de alguna manera, los comportamientos humanos son una frase dicha, un movimiento inesperado de la mascota, una sombra que atraviesa sin más al fundirse el único foco de alguna habitación.

Y ese elemento que en cualquier otra historia del siglo XX sería algo que pasaría desapercibido, hoy Vanessa representa este sentido al dejarnos ver que no todo lo que se observa tiene la careta o el rostro que aparenta, sino que hay una historia de fondo que sólo lo puede revelar un chispazo, una imagen, o un flash que en este caso tiene forma de cuento o de un libro. Además, Téllez hace aparecer lo fantástico con el manejo del sentido de “otredad”, de la sorpresa o terror a lo desconocido, a lo que está al otro lado del río, de la vía del tren o en el caso de los relatos de la autora del otro lado de la pared, lo que sucede tras la puerta, tras la venta, y en la otra habitación.

Otredad que autores como Borges o Bioy Casares utilizaron a la perfección para crear eso que éste último llamó lo "real maravilloso". Hay un tema más que llama la atención de este libro en torno a este siglo XXI, y es el tema del confinamiento. Los personajes están atrapados en un lugar en específico del que no pueden salir, no pueden escapar, aunque lo deseen, y no es precisamente por la presencia de un virus.

Comosi fuera la "Casa Tomada" de Cortázar o el "Hogar Sólido" de Elena Garro, las historias pertenecen a un tiempo de cuarentena permanente, en donde la única puerta de salida está en las ideas de los que viven estos mundos y estas vidas y las emociones que les provoca lo único que tienen a su al redor: el jardín con árboles, la planta en la maceta, la escalera y el sótano, la cocina con el olor a Chao Mein. Todo depende del ojo indiscreto que mire, o que no quiera mirar la felicidad o la angustia que habita en una sola persona que vive en la siguiente pared.

 

 

*Marcos Daniel Aguilar. Ciudad de México, 1982. Es ensayista y académico de la UNAM. 

Revista Desocupado

 

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