Crítica

 

"Cuando las Luces Aparezcan" de Roberto Abad

2021-09-30 12:20:34

 

En esta reseña al libro de cuentos de Roberto Abad, el periodista Carlos Díaz Reyes nos comenta que el universo es fascinante y misterioso y así es este libro, que transmite muy bien esa sentencia que personas como Jaime Maussan nos vienen diciendo desde hace años: “no estamos solos”.

 

 

Por Carlos Díaz Reyes*

 

 

 

Cada vez encuentro menos espacio y tiempo para leer. Entre el trabajo y otras actividades, me veo sin un instante de respiro para concentrarme en alguna lectura. Tampoco soy un lector muy veloz, necesito prestar total atención y no me gustan las distracciones. Los buenos libros, sin embargo, se leen sin tanto esfuerzo y Cuando las Luces Aparezcan de Roberto Abad, es uno de ellos.

En vista de mi predicamento, decidí leer el libro de Abad, editado por Paraíso Perdido, por las mañanas, principalmente durante mi desayuno y los cerca de 15 minutos que hace el Tren Suburbano desde mi casa a la Ciudad de México. Tuve miedo de que dichas condiciones no fueran las más adecuadas, que hubiera demasiado ruido y movimiento a mi alrededor para concentrarme, pero la lectura me atrapó. Esa es la primera gran cualidad que deseo resaltar de esta obra: su sencillez, sus descripciones directas y poco rebuscadas. Esto le otorga gran velocidad a los seis relatos que la componen.

“Va sobre extraterrestres”, me dijo el autor por Twitter, antes de enviarme la bastante limpia primera edición de Paraíso Perdido, publicada en diciembre de 2020, con una genial y muy adecuada ilustración de Jimena Estíbaliz en la portada. Los seis cuentos son bastante extensos o quizá los sentí así por haberlos leído en lapsos diarios tan cortos, como ya mencioné. Además, son tan sustanciales y están tan bien pensados, que hasta me parecieron como novelitas breves. Contienen un amplio universo en unas cuantas páginas, así como el gato Orión de la película Hombres de Negro, que porta una galaxia colgando de su pequeño collar.

Estas historias, sin embargo, tienen muy pocos personajes y se enfocan en uno quien casi siempre es también el narrador en primera persona. Ellos habitan un mundo, como me dijo Abad, donde los encuentros con seres de otros planetas son casi cotidianos. La obra se divide en dos partes: “Formas de abducción” y “Después del contacto”, que contienen tres cuentos cada una. En ellos, sus protagonistas son simples puntos, como estrellas en el extenso espacio que oculta secretos de todo tipo. Cualquiera de estas historias podría expandirse o narrarse desde otros ángulos, pero no porque les falte algo, sino porque sus mundos están tan bien construidos que aquello que solo se nos sugiere se vuelven elementos que enriquecen el contenido.

Abad hace esto deliberadamente. En todos los relatos encontrará el lector finales abiertos, abruptos, que cortan la trama justo en el momento preciso, lo que también nos habla de la habilidad del escritor para el ritmo. Esta es una característica muy importante en las historias de misterio o suspenso, que podría decir es uno de los géneros en que se contiene este libro. Sus personajes están perdidos en circunstancias extrañas que no comprenden, como nosotros que leemos. Tratan de adivinar las pistas y sobrevivir a una realidad aterradora que amenaza con ser mortal.

Ese miedo primordial que mueve a los protagonistas se parece a lo abrumador que puede ser para muchos pensar en el universo. La Tierra no es más que una mota de polvo en una extensión que podría ser infinita de estrellas, planetas, satélites y demás. ¿Qué hay allá afuera? ¿Cómo sabemos que alguno de estos sitios distantes no está habitado por otras formas de vida más inteligentes o más malvadas que nosotros? Estas preguntas se las ha hecho la humanidad desde hace siglos y han inspirado infinidad de obras de ciencia ficción. Es sobrecogedor vernos flotando en un espacio hostil, en el que podemos desaparecer de un momento a otro.

“Historia sobre mi familia”, “El retrato” y “Amatlán”, forman parte de la primera mitad, que, como su nombre lo indica, habla de distintas abducciones, actos en los que, se dice, seres de otros mundos vienen a secuestrar personas para objetivos que no alcanzamos a comprender. Y Abad narra esto con una sutileza que parece de un guionista de los mejores capítulos de The X-Files, serie de televisión que popularizó el fenómeno ovni y de la cual se toman un par de líneas como epígrafe de la segunda parte del libro. Esta funciona a modo de secuela, no son invasores que llegan y se van, sino que ya viven aquí entre nosotros, como han llegado a especular muchos expertos en el tema. Los títulos de estos otros tres relatos son: “Los visitantes”, “Hijo” y “El último experimento”.

Los detalles de estas historias se nos dan en partes, como claves sueltas que alguien como Fox Mulder podría investigar sin necesariamente encontrar una respuesta satisfactoria. Algo ocurre, pero, ¿qué? El no saber, aquí se emplea como una virtud. En el primer cuento, un niño narra lo que pareciera ser la aducción de su padre, comprendiendo todo desde una inocencia que, como sabemos, tiende a crear un punto de vista único que se pierde conforme crecemos y racionalizamos todo lo que nos rodea. En los siguientes ya se siente el peligro: “El retrato” atormenta a un hombre con visiones de pesadilla y un cuadro que parece pintar todas sus acciones, y “Amatlán” habla de una especie de doble abducción, una más humana que la otra.

“Los visitantes” ya nos cuenta de una sociedad que apenas comienza a aprender a convivir con extraterrestres que llegaron para quedarse; “Hijo” trata sobre una mujer que se somete a un sospechoso proceso para embarazarse; y en “El último experimento” un agente investiga un programa de clonación realizado por una organización que vive en las sombras. Los secretos son muy importantes aquí. ¿Quién está detrás de los eventos que mueven a todos estos personajes? ¿Cuál es su propósito? Parece que lo único que sabemos es que no puede ser nada bueno y que, a final de cuentas, somos insignificantes y no podemos hacer nada para evitar estas circunstancias. Somos como el planeta en el que nos encontramos y que vive presa de la gravedad y otras leyes mucho más grandes que todos nosotros.

El sentimiento que me deja el libro es de un desasosiego muy placentero. Imagine los mejores episodios de La Dimensión Desconocida u otros similares y tendrá una idea muy clara del contenido. Así, como si un rayo de luz hubiera salido desde el cielo, abriéndose paso por el techo de mi casa, me sorprendí abducido por esta ficción. Mis recorridos matutinos se me fueron sumergido en sus páginas, atento a todo lo que ocurría, preguntándome si acaso no me estarían espiando a través de un microscopio o si ese hombre sentado frente a mí no ocultaría una piel escamosa debajo de su disfraz humano. El universo es fascinante y misterioso y así es este libro, que transmite muy bien esa sentencia que personas como Jaime Maussan nos vienen diciendo desde hace años: “no estamos solos”.

 

 

 

*Carlos Díaz Reyes (Sabinas, Coahuila, 1988). Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Premio Estatal de Periodismo Coahuila 2011 en el área de Reportaje Cultural. Becario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) Coahuila, 2016. Trabajó como editor, reportero y crítico de cine en el periódico Vanguardia de Saltillo. Ha colaborado en medios como Newsweek, Vice, La Jornada y El Universal. Actualmente es editor de Selecciones México. Publica constantemente en su blog personal: El Blog en Llamas. Es autor de los libros de cuentos Demasiado Tarde (Acequia Mayor, 2016), Los Ausentes (Acequia Mayor, 2017) y Hombres al Borde de un Ataque de Celos (Ediciones Periféricas, 2018).

 

Revista Desocupado

 

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