Crítica

 

England is Mine: La historia del chico que venció al Gigante

2018-05-11 17:07:50

Verónica Lugo asocia en esta reseña la vida del líder de The Smiths con el pensamiento del escritor británico Oscar Wilde

 

 

 

 

Por Veronica Lugo*

 

 

Dice Oscar Wilde en su ensayo El Alma del Hombre Bajo el Socialismo (1891), uno de los postulados más serios y reflexivos del autor, que «el problema de los pobres es que siempre están pensando en dinero», algo que resulta irónico viniendo de alguien que todo el tiempo estuvo cobijado por la burguesía inglesa y sólo padeció la pobreza después de ser exiliado en Francia. Pero hay que ser muy ordinario para entender de forma literal las palabras de un escritor que, como él, no tenía un pelo de tonto. Wilde decía esto de la clase obrera porque era un intelectual que estudiaba su entorno.

En los múltiples viajes que hizo por Inglaterra, Wilde se dio cuenta que la mayoría de las personas que pertenecían a la clase obrera se veían obligados a renunciar a sus sueños, siendo aún muy jóvenes, porque apenas les alcanzaba el dinero para cubrir sus necesidades. Los hombres (hablando como especie) que no disponen de ninguna propiedad personal, que viven al día y están siempre al borde del hambre deben, por lo general, trabajar todo el tiempo para mitigar estas carencias. Eso es algo que, según Wilde, funciona sistemáticamente pues despojar a los hombres para dejarlos solo con su fuerza de trabajo los convierte en seres sin voluntad, personas obedientes que, en consecuencia, lo que menos les importa es soñar y cumplir estos anhelos: «Nunca he sabido de alguien que haya dicho: cuando crezca quiero ser un mediocre... Todos quieren dejar su huella en el mundo, incluso los marginados».

Este texto probablemente llegó a las manos de Steven Patrick Morrissey, casi 50 años después de haber sido publicado, en el momento más oscuro que vivió el ex líder de la legendaria banda británica The Smiths, pues aunque se sentía perdido, se convenció de que no quería pasar el resto de sus días detrás de un escritorio haciendo cosas que no le interesaban en lo absoluto, viviendo una vida que sabía que no le pertenecía y fingiendo, como todas las personas de su condición y clase, que todo estaba bien. 

Tal premisa se percibe en England is Mine (2017), película dirigida por Mark Gill quien, como Morrissey, permaneció largo tiempo en Manchester y que pese a ser un largometraje lleno de clichés (el genio incomprendido y antisocial), retrata a la clase obrera de Manchester, además de que, en el filme, hay estratosféricas referencias literarias a Wilde y, por supuesto, hay una disimulada crítica contra el abuso constante al que fueron sometidos los niños y jóvenes durante décadas.

A finales de la década de 1880 los ciudadanos de Manchester estaban hartos de vivir los estragos del pandillerismo: violaciones, asesinatos y peleas callejeras eran parte de la vida cotidiana. El pandillerismo inició como un juego inocente que practicaban los niños ingleses al tratar de imitar a los soldados y policías que reprimieron estallidos sociales como el de Rochdale, en 1845, y las revueltas de 1847 que provocaron una crisis conyuntural en la industria y el comercio de la Gran Bretaña. El problema vino cuando estos niños, explotados por las fábricas y sus familias, encontraron en sus pandilla una salida para dejar atrás la destrucción y asolamiento que les dejaban las terribles jornadas laborales a las que eran obligados a cumplir. Además de la explotación laboral, los niños de Manchester también fueron víctimas de los más brutales abusos y asesinatos de los que se tiene memoria.

Tristemente esto no cambió durante mucho tiempo, pues aún cuando Morrissey tenía cuatro años en Manchester sucedió un crimen atroz contra cinco pequeños que, aún en la actualidad, es recordado como uno de los más violentos en Inglaterra: Los asesinatos del Páramo, un hecho histórico que trae a la memoria la película England is Mine cuando el joven Morrissey, interpretado por el actor Jack Lowden, lee un libro que recoge evidencia de este hecho. En dicho crimen, que fue ejecutado por la niñera Myra Hindley y su pareja, el perturbado obrero Ian Brady, las víctimas eran niños de entre 10 y 16 años quienes fueron vejados, abusados, torturados, violados y asesinados en 1963 a las afueras del páramo Saddleworth. La denuncia es clara; igual que los niños de 1880, que se convirtieron en pandilleros sin ninguna otra opción a ser asesinados o encarcelados, los pequeños que se hacinaron cerca de la zona industrial, en 1950, de esta ciudad, ubicada al noroeste de Inglaterra, padecieron en carne propia las nocivas consecuencias de la pobreza que en consecuencia permeó en el tejido social desde la Revolución industrial hasta la juventud de Steven Patrick Morrissey. 

En este punto se muestra claramente el interés que tuvo el director por hacer énfasis en la importancia del entorno en el que vive su personaje y cómo pese a todo Morrissey se rehúsa a abandonar sus sueños pues aunque él no fue un niño abusado, al menos no en su casa, tuvo que trabajar por un salario raquítico.

Descubriendo a Morrisey, título en español de England is Mine, la cual se estrena en México este 18 de mayo, abarca la juventud de Steven Patrick Morrissey antes de consagrarse como una leyenda del rock. En el filme, Patrick Morrissey trabaja en una oficina de gobierno llenando formatos porque no tiene otra opción, o al menos eso cree, pues el mundo no es un lugar para jóvenes de clase baja que, como él, aspiran a ser escritores. Más tarde, por azares del destino conoce a Linder, interpretada por Jessica Brown Findlay, una artista de Manchester que ve en él cualidades que incluso el propio Morrissey ignora de sí mismo; por esto, ella insiste a su amigo para salir del corral de la mediocridad. Steven ve a sus compañeros de trabajo como seres ordinarios, sin ideas, que están en el mundo viviendo por vivir, pues no saben hacer otra cosa, por eso no les importa ver pasar las horas, los días o los años.

Pero «el tiempo se agota», Morrissey se está haciendo «mayor» y aún no ve su tiempo llegar, tiene un problema, un mal que según su ídolo Oscar Wilde no le permite avanzar: es pobre y está ensimismado en conseguir algo de dinero. Aunque ser pobre no siempre es sinónimo de estupidez: Morrissey pasa horas en su habitación leyendo libros, asistiendo a conciertos y escribiendo sus reflexiones. Como toda persona inteligente, experimenta una etapa de frustración, no quiere pasar el resto de sus días atándose las agujetas para salir a trabajar a cambio de un sueldo inmundo, ¿qué sentido tiene?, ¿cuál es el propósito de salir de casa con el rostro acongojado y los sueños en el suelo?

Esto también lo viven los niños del cuento «El Gigante Egoísta», otra obra de Oscar Wilde que vale la pena traer de la memoria, pues pese a ser un cuento infantil, éste retrata la crueldad con la que el gigante (que bien podría ser el sistema económico capitalista de cualquier país) abusa de dos niños a los que obliga a vivir en la marginación, sin darse cuenta que al condenar a los pequeños a vivir lejos del hermoso jardín, del que es dueño,( el jardín podría ser Inglaterra o Manchester) aleja la primavera de su hogar (la prosperidad) pues son las risas, anhelos y juegos de los niños los que mantiene lejos del jardín el crudo invierno.

Igual que los niños de este cuento, en England Is Mine, Morrissey anhela vencer al gigante egoísta que no lo deja jugar plenamente en su jardín. Morrissey tiene espíritu, por eso se rehúsa a abandonar sus sueños, está convencido que de esforzarse un poco más puede derrotar al gigante y hacer llegar la primavera a sus tardes grises. 

 

*Verónica Lugo. Periodista y crítica incansable. 

Revista Desocupado

 

0