Por Miguel Ángel Hernández Acosta*
A lo largo de varios años, José Luis Enciso se hizo acreedor a diversos galardones nacionales e internacionales de cuento. Sin embargo, estos relatos estaban dispersos y algunos no habían llegado a un libro que pudiera conseguirse en el país. Los condenaditos y otras historias de impiedad resarce este problema y entrega a los lectores los textos que le valieron el Premio de cuento Max Aub, el certamen internacional de Narrativa Breve Canal Literatura, el Concurso de Relatos Ciudad de Zaragoza, el Premio Nacional de Cuento Beatriz Espejo, y tres historias más. En ellas, Enciso inventa un México que de principio parece muy regional y antiguo, pero que conforme avanzan las narraciones (independientes entre sí, pero hilvanadas a través de algunos personajes recurrentes) llega hasta un presente incierto donde la iglesia está dentro del negocio del narcotráfico e, incluso, el sicariato.
Compuesto por siete cuentos, este libro inventa un mundo literario y lo ubica en Santa Rita y los pueblos circunvecinos. En esta región hay jóvenes que destrozan imágenes religiosas para vengarse del sacerdote que se está haciendo rico gracias a la fe y quien se aprovecha de las mujeres del pueblo; hay también mujeres que mal viven a la espera de sus seres queridos que han tenido que migrar para poder sobrevivir; hay curas que soy adictos al juego, al sexo, a la estafa y que lucran con la religión; hay hombres que se ganan el odio debido a que no siguen la voz del pueblo y quieren darle una oportunidad a esos a quienes otros llaman “apestados”; hay niños que en la cancha de futbol se juegan no el futuro, sino las ilusiones de ser alguien y al fin vencer a la mala suerte, y hay una violencia que se presenta de forma paulatina, pero inminente; pues se aloja en la casa parroquial, en los políticos que no sirven para nada, sino para vivir del erario, y en la gente del pueblo.
Sin embargo, hay algo más, y aquí es donde está el mérito de Enciso. El autor no es sólo un contador de historias o tramas, sino también un escritor que se preocupa por el lenguaje y la evocación que sus palabras originan. Por ejemplo, en “Un mejor cielo” el protagonista, un migrante que recuerda su infancia al volver al terruño, apunta sobre su tía: “Nos crio a los dos con más cariño que dinero. Eso no bastó para que la tristeza se saliera de los ojos de mi prima” o “En los nuevos reyes” el personaje principal señala: “A San Marcial regresé al día siguiente no sólo con miedo de que me mataran, sino también con miedo de seguir viviendo”.
El mundo que inventa Enciso es México y no es México. Los mismos epígrafes que anteceden los relatos lo advierten: “Sólo existe un México: el que yo inventé. Emilio Indio Fernández” o “Si alguno se considera ofendido por esta sátira, o es que su conciencia lo acusa o es que teme verse retratado en ella. Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura”. El lector ve esos vicios que de tan recurrentes en la cultura mexicana se han vuelto un estereotipo, pero también se topa con anécdotas que se desea creer que sólo existen en la ficción (como ésa donde juegan futbol con una cabeza degollada). Enciso pone delante del lector a jóvenes con labio leporino a quien se puede escuchar hablar, pero sin que ello se transforme en una burla; describe a sacerdotes teniendo sexo delante de una imagen religiosa, pero sin romantizar lo grotesco, y escarba en el mundo rural de un México que sembró en la imaginación nacional Juan Rulfo, pero lo revitaliza y lo hace contemporáneo.
Los condenaditos y otras historias de impiedad dejan ver a un autor preocupado por el lenguaje y la forma; a un escritor pulcro que no esconde sus influencias literarias, sino que las aprovecha y con ello logra un tomo de cuentos destacable.
Enciso, José Luis (2019). Los condenaditos y otras historias de impiedad. Guadalajara: Rayuela, Diseño Editorial.
*Miguel Ángel Hernández Acosta (Pachuca, 1978) es autor del cuentario Misericordia (Librosampleados/UANL, 2018) y de la novela Hijo de hombre (2011). Cursó el doctorado en Letras por la UNAM. Ha sido antologado en libros de creación y crítica, y fue colaborador en diversos medios de comunicación, además de productor de radio, editor y profesor en varias universidades.