Crítica

 

"Yo, Tonya": la mujer en la modernidad

2018-02-28 10:21:37

Parecería que este filme de Craig Gillespie se inserta en el tema de agenda por los derechos de las mujeres y por la equidad de género

 

 

 

Por Verónica Lugo*

 

"América quiere a alguien a quién amar, pero también quiere a alguien a quien odiar", es una frase que Tonya Harding (Margot Robbie) dice, casi al final del largometraje, y aunque podrían parecer palabras inocuas tienen mucho sentido una vez que conoces su historia.

Yo, Tonya (Craig Gillespie, 2017) es un filme basado en el antes y después del escándalo que involucró a la atleta olímpica Tonya Harding, luego de que fuera acusada de agredir físicamente a la patinadora Nancy Kerrigan, quien además era su rival principal.

Uno de los aciertos de esta película no es el escándalo por la "conducta antideportiva" de la protagonista, ni mucho menos tiene la intención de revindicar la figura de la ex patinadora, sino que es una cruda tragedia -que recurre al humor en bastantes ocasiones para hacerla más soportable- del abuso constante al que se enfrenta una joven de clase trabajadora pero con grandes sueños ante una sociedad a la que le preocupan muy poco los derechos de la mujer.

A medida que el largometraje se desenvuelve es fácil sentir empatía por el personaje de Tonya y no precisamente porque ella se ponga en un plan de víctima, al contrario, ella es genuina porque a momentos es contradictoria, dulce, soñadora, iracunda, volátil y sumamente real pero a nadie le gustan las personas reales y menos las mujeres con carácter como Tonya, al menos no a los jueces que la califican de forma injusta. Ellos no quieren a una mujer talentosa, pobre, "machorra" y con malos modales, esa "no es la imagen que Estados Unidos quiere proyectar", el jurado prefiere la hipocresía y la patinadora se rehúsa a seguirles el juego.

 

 

Eso es precisamente lo que hace grandioso a este filme -que viene como anillo al dedo en la agenda actual en la que muchas mujeres en el mundo están alzando la voz para conseguir una verdadera equidad de género- ya que éste se coloca a favor de esta mujer que desde pequeña sufrió maltratos psicológicos y físicos por parte de su madre quien vive sus propios anhelos a través de su hija; una niña que fue abandonada por su padre, una adolescente a la que le fue negada una oportunidad de obtener una beca deportiva; una mujer que padeció el abuso y el acoso durante su primer matrimonio y una patinadora olímpica que fue acechada, sin piedad, por la prensa que no descansó hasta verla destruida.

Aunque nunca sabremos si en verdad Tonya Harding pagó a alguien para romperle la rodilla a su rival, pues como dice ella "todos tienen su propia versión de la verdad", algo que es innegable es que Tonya no es el monstruo en la que la convirtieron los medios para vender más periódicos y revistas. Ella sólo es una mujer que tuvo como principal error involucrarse con las personas menos indicadas pero, por ello tampoco se le pueda culpar, pues la única forma de amor que ella conocía eran los golpes, los insultos y las agresiones físicas.

Desde que Tonya era pequeña, y durante toda su vida, le dijeron que no llegaría a ningún lado y pese haber sido, en su momento, la mejor patinadora del mundo (convirtiéndose en la primera patinadora estadounidense en completar un salto triple axel) esa profecía se convirtió en una realidad sólo porque el mundo no estaba aún preparado para recibirla como la campeona que era.

 

 

*Verónica Lugo. Periodista y crítica incansable. 

 

Revista Desocupado

 

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