Crítica

 

The Wild Bunch: una predicción sobre el México actual

2021-07-23 08:06:09

"The Wild Bunch de Sam Peckinpah no es una mera historia de aventuras, ni un mero wéstern. Es una gran obra de arte sobre la tragedia de la libertad humana"

 

 

 

Por Markus Raab

 

The Wild Bunch (1969) de Sam Peckinpah no es una película mexicana. Sin embargo, difícilmente pudo haberse rodado en otro lugar que en el escenario mexicano –llamado Agua Verde por Peckinpah, un título que permanece como una promesa incumplida–. Agua Verde es polvorienta e inhóspita, como se muestra en el primer plano, las costillas de un perro callejero y demacrado que nos prepara, al igual que los federales ejercientes, a aquello que nos espera.

En Agua Verde la vida únicamente es placentera para aquél que tiene poder –en tal caso es Mapache (Indio Fernández)-, un general villano quien sabe aprovechar de mejor manera los tiempos inestables de la Revolución. Su gobierno se debe (poco tiempo antes del estallido de la Primera Guerra Mundial) a lo que el siglo muy pronto proporcionará de forma monstruosa el arma de exterminación masiva y el espíritu correspondiente. En la película están presentes como símbolos: la ametralladora y el espíritu tecnócrata, personificado por el consejero de Mapache, el Coronel alemán Mohr. En el siglo 20 la muerte es un maestro de Alemania, no una calavera mexicana.

El Agua Verde, que corresponde a su nombre en contenido, es el pueblo de acogida de Ángel (Jaime Sánchez) y Teresa (Sonia Amelio), lugar que aparenta ser idílico pero que ha perdido su inocencia, ya que fue violado por los poderes de la nueva era. Los federales de Mapache asaltaron la aldea, mataron al padre de Ángel; y Teresa, reconociendo las señales de la era, decidió unirse. Se ha convertido en la manceba de Mapache.

Peckinpah muestra con una coherencia implacable, el espíritu de la nueva era, que no sólo se apodera de las cosas materiales, sino que pone todo a su disposición y sabe apoderarse de las cosas más íntimas.

The Wild Bunch captura el momento cuando una nueva era monta su imparable cabalgata (uno está tentado a decir que continua hasta hoy) de la victoria en México. Pronto esto significará también el fin de la tenue resistencia organizada por un grupo de jóvenes idealistas en torno al anciano del pueblo Don José (Chano Urueta). Una mirada hacia la tierra ajena del Rio Grande nos enseña en cómo va evolucionando el mundo. En los Estados Unidos, el capitalismo ya estableció su omnipresencia en todos los vínculos de la vida humana. El símbolo de esto es el cínico sabueso de la compañía de ferrocarriles, Mr. Harrigan (el ferrocarril es en sí mismo símbolo del alcance del capitalismo). Harrigan obliga a Thornton -un amigo y antiguo compañero del Wild Bunch- a tirar su ética por la borda y matarlos utilizando para ello una tropa de escoria humana.

Virtudes de antaño como lealtad, amistad, mantener la postura bajo presión no tienen valor y están lejos de toda práctica de vida en la nueva era. En total sintonía con ella, Harrigan confiesa sin vergüenza lo que ahora es válido, la aplicación a cualquier precio del propio interés legitimado por la ley: “Nosotros representamos la ley”.

Con estos pocos destellos, se trata de sugerir que The Wild Bunch de Sam Peckinpah no es una mera historia de aventuras, ni un mero wéstern. The Wild Bunch es una gran obra de arte sobre la tragedia de la libertad humana. Revela lo que significa tratar de ser humano en las condiciones de codicia desatadas por el capitalismo. Esas fuerzas se apoderan no sólo de todo lo que parece capitalizable -la tierra, el trabajo del hombre- sino en última instancia también del propio hombre. Quien no participa, pero insiste en su libertad, se convierte en un extraño, se sitúa fuera de la ley, se convierte en un outlaw en sentido literal de la palabra inglesa.

El trágico remate de la película es que los ladrones de bancos y ferrocarriles no son los verdaderos delincuentes, sino los protagonistas de la nueva era, que se inventan la moral y la ley para sus propios fines. Que no haya malentendidos: Los hombres del Wild Bunch no tienen moral. Resumido, en una palabra: son asesinos. Pero tienen ética. Están dispuestos a defenderla igual que la libertad de forma absoluta y hasta las últimas consecuencias. Uno, con cierta justificación, situará a los hombres del Wild Bunch en una línea de héroes que va desde los de Homero hasta los del western.

The Wild Bunch es una elegía que enseña la caída de la libertad humana. Su melodía es la canción popular mexicana de Las Golondrinas. Dos veces, en momentos cruciales, suena este coro de lamentos. La primera vez entonada por la comunidad del pueblo de Ángel y Teresa a la salida del Wild Bunch. Es la partida definitiva del mundo de las viejas virtudes y la entrada en la nueva era, en el que los hombres del Wild Bunch ya no tienen cabida, porque la vida libre se ha vuelto imposible. Y la segunda vez durante los créditos de cierre de la película: En retrospectiva, Peckinpah evoca al Wild Bunch en sus momentos de risa, probablemente los momentos más filosóficos de toda la película.

La risa es, si queremos seguir a Nietzsche, una expresión de la más alta libertad. Zarathustra dice: "He hecho de la risa algo sagrado, vosotros ustedes, los humanos más altos, aprendan a reír." Los hombres del Wild Bunch consiguen hacer esto una y otra vez durante la historia. La risa crea un escape de la situación respectiva, tal vez incluso un escape del tiempo. Pero sólo por momentos. No podemos escapar del tiempo y las circunstancias que remiten y reclaman su validez sin piedad.

La nueva era no da ningún espacio a la libertad. Además, no hay oportunidad de combatirla, ni de enfrentarla. Uno es impotente frente a ella. Este poder no es algo concreto, no es una persona, ni una institución. Es un universal anónimo. Los héroes han llegado a una frontera absoluta que no se puede cruzar en principio. No queda más que hacer. En consecuencia, ellos buscan una última batalla. En las palabras de Peckinpah: "They play their string out to the end”. Es la cuerda de la ametralladora con la cual ellos invitan a una danza de la muerte y que zambulle a Agua Verde en una carnicería.

The Wild Bunch no es una obra de arte de la risa, sino una elegía ensangrentada. Agua Verde deviene en una Troya en México. Se cuenta que al final del rodaje, después de que el equipo y el reparto abandonaran Agua Verde, Peckinpah se sentó en un rincón tranquilo del escenario y lloró.

 

Revista Desocupado

 

0