Crítica

 

¿Feminismo en Hollywood?

2017-07-12 15:36:58

Esta crítica plantea que en la película hollywoodense existe una visión feminista que no existía en los filmes anteriores sobre superhéroes

 

 

Por Charlotte Gartenberg*

 

Mis expectativas para La Mujer Maravilla eran altas. Estaba buscando un héroe, no sólo en la Mujer Maravilla sino en la película en sí. Me emocionó mucho la idea de ir a ver una película de superhéroes dirigida por una mujer (Patty Jenkins) y protagonizada por otra mujer (la Mujer Maravilla/Gal Gadot). Este tipo de película han avanzado mucho en la forma en que se dirigen, pues no horrorizan mi sentido en torno al feminismo, ya que ahora no sólo se trata de un concurso de penes entre Thor y Tony Stark, sino que ya hay una comparación de los éxitos profesionales e intelectuales de sus novias (https://www.youtube.com/watch?v=rblsaDVvulk) y una amistad hombre-mujer que se basa en apoyo y respeto mutuo, sin tener que llegar a la trillada tensión sexual (pienso aquí en Capitán América y la Viuda Negra).

Pero en el aluvión reciente de mega películas de Marvel y DC, La Mujer Maravilla es la primera con gran presupuesto (más de 100 millones de dólares) que gira en torno a un personaje femenino y poderoso. Es la primera en dar a conocer una historia en donde un personaje femenino sale del olvido para enfrentar al mundo. ¡Aleluya! Al fin una mujer como estrella del show y no como utilería para un protagonista masculino que, a pesar de estar progresando, sigue siendo bastante egoísta.

En cierta manera, La Mujer Maravilla se muestra a la altura del momento. Dejando de lado esa fachada de franquicia obligatoria que vincula a esta Mujer Maravillosa con Bruce Wayne, el filme abre con algo entre una fantasía y una pesadilla masculinas cuando muestra a mujeres vestidas de cuero entrenando en la isla paraíso de Temyscira. Debido a su directora es mujer, la película no tiene tomas que puedan avergonzar a las chicas por mostrar sus cuerpos de manera sexualizada. Sería una exageración decir que no se objetiva a la figura femenina en ningún momento, pero en el filme la desnudez se reduce a la del desvergonzado Steve Trevor (y con esto no me quejo de ver al actor Chris Pine desnudo). Además, se trata la belleza de Gal Gadot con cierto nivel de autoconciencia (si no del personaje, al menos por quienes la rodean).

El rodaje en sí quizá enorgullezca a la teórica del cine británico feminista, Laura Mulvey, porque La Mujer Maravilla no sale como mero objeto de una mirada escofílica, es decir, desde la frívola contemplación placentera. La cámara no la reduce a un objeto para ser mirado por un hombre ni a un espacio vacío empleado para sofocar incompetencias masculinas. Ella está aquí para completar una misión: terminar con todas las guerras, sin importarle si ella está en un cuarto lleno de hombres o que la gente la mire de cierta manera en la calle. Sin abordar la cuestión de si Gadot y guionista Allan Heinberg tienen éxito en combinar ingenuidad con inteligencia y capacidad increíble en el personaje de Diana Prince (la Mujer maravilla), esta mezcla crea una imagen poderosa: una mujer con confianza en sí misma y sin remordimientos, sin temor de ser violentada por el mundo de los hombres.

Hablando de más símbolos positivos, el filme nos lleva a una mujer que salva la vida de un hombre varias veces, un hombre que reconoce y apoya las capacidades superiores de ésta, quien tiene una relación sexual que explícitamente no intenta sancionarse por alusiones a un matrimonio eventual ni nada parecido. Por presentar una mujer que está premiada en lugar de castigada por su curiosidad y placer sexual, La Mujer Maravilla me hizo pensar en la película de 1968, Barbarella, protagonizada por Jane Fonda, y aunque este filme de hace 49 años fue revolucionario en su momento, esto no quiere decir que la situación del feminismo haya tenido avances significativos.

Pero en La Mujer Maravilla los pasos feministas parecen terminarse con una escena de sexo truncada, que es una de las razones que más han criticado los cinéfilos, sobre todo por lo que ocurre en la última parte de la película: aquel clásico final de las historias basadas en cómics, con la batalla de 30 minutos con lo cual se da un giro torpe e inesperado que cambia en absoluto el desarrollo de los personajes centrales. Por ejemplo, cambia la narrativa con que abre la película, donde se describe que en un momento histórico, las Amazonas ayudaron a los hombres a no hacer la guerra. Pero con este final, la Mujer Maravilla se comporta como la mayoría de los hombres de una película de acción: no consulta con otros sus decisiones, vence a todo con violencia, como si fuera una eyaculación de poder, vence al villano, terminando así con la guerra. Estos 30 minutos habrían servido mejor si se hubieran empleado en construir personajes, representar intimidad o dar una base verosímil para las dudas y sentimientos ambivalentes de la protagonista.

Mi crítica fundamental es hacia cualquier persona que mira esta película y piensa que el trabajo de las mujeres está terminado. No niego los pasos increíbles que están representados en y por La Mujer Maravilla. Pero, no podemos detener la conversación sobre ésta allí. Tenemos que preguntar por qué no nos gusta o sí, preguntar por qué son tan evidentemente masculinas las películas producidas por hombres, cuyos guiones y actores son hombres también, sólo para gustar a una multitud con gustos adolescentes. Pero, si lo pienso mejor, mis expectativas son muy altas para un filme que se hizo con el propósito de ser un éxito de taquilla. Quizás yo, como la Mujer Maravilla, necesite darme cuenta de que la influencia del dios griego de la guerra, Ares, fomentó nuestras condiciones actuales, la cuales no pueden ser vencidas en un solo golpe, aún dado por una mujer hecha para matar a un dios.

 

 

*Charlotte Gartenberg. Estudia el doctarado en Literatura y Culura Latinoamericana en el CUNY. Es especialista en temas de género, fantasmas en la ficción y en literatura judía.

Revista Desocupado

 

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