Crítica

 

El rostro autoritario de Gustavo Díaz Ordaz

2018-10-02 19:58:24

Desde el año de 1961, parte de la izquierda mexicana veía venir el ascenso de este personaje, al cual calificaron como "un peligro para la paz pública"

 

 

 

Por Marcos Daniel Aguilar*

 

La revista Política fue una publicación quincenal que nació en 1960, en pleno gobierno de Adolfo López Mateos y que murió durante el gobierno presidencial de Gustavo Díaz Ordaz, a pocos meses de las manifestaciones estudiantiles que marcarían el año de 1968. A la revista le tocó vivir un tiempo de conflictos políticos y económicos nacionales e internacionales que se vieron reflejados en las editoriales y en la pluma de los articulistas de Política, quienes analizaron y criticaron cada uno de estos procesos.

Con ideología de izquierda, la revista hizo frente al gobierno y al partido en el poder (PRI) durante estas dos administraciones y cubrió los acontecimientos que tenían que ver con movimientos sociales y sindicales que en muchas ocasiones no cubría la prensa oficialista.

A lo largo del periodo que comprende de 1960 a comienzos de 1964, esta revista registró los perfiles y acciones de los políticos quienes aspiraban a suceder al presidente Adolfo López Mateos, entre éstos, el entonces secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz.

 

1.-México en el contexto de la Guerra Fría: socialismo contra capitalismo

La revista Política fue, quizá, la publicación de corte izquierdista más importante de la década de 1960. Muchos lectores en el siglo XXI, quienes estaban interesados en la política interior y exterior de México aún la recuerdan como referente periodístico y de análisis para poder entender el contexto sociopolítico de aquel convulso presente en que se suscitaron hechos que cambiaron los valores, las dinámicas, los juegos de poder no sólo a nivel internacional, sino también local. Las circunstancias que dieron origen a los movimientos estudiantiles de 1968, por ejemplo, tienen sus semillas en lo que pasó desde el primer año de esta década y que Política pudo registrar y reflexionar en sus páginas.

Sin embargo, no se puede entender la línea editorial de la revista, así como su desarrollo dentro del periodismo independiente, sin conocer la política exterior que México jugó en aquel periodo conocido como Guerra Fría. Tras la Segunda Guerra Mundial, el planeta se dividió, prácticamente, en dos posiciones ideológicas que evidenciaban dos maneras de ver y practicar la política y la economía, “como se puede adivinar, el contexto no es otro que el de la Guerra Fría, el de la amenaza imperialista que ambas naciones representan”. [1] En esta cita, el profesor Rodolfo Suárez, de la UAM Cuajimalpa, habla sobre los países que encabezaron ambas posiciones: el capitalismo representado por el vecino del norte, los Estados Unidos, y el socialismo por la entonces Unión Soviética.

Para entender qué significaban estos dos modelos políticos y económicos, Suárez explica sutilmente que los comunistas profesaban “simpatía hacia el movimiento colectivo, un paternalismo caciquil… que linda con la idea de justicia social”[2]. Mientras que el capitalismo se entendía en aquellos años como el sistema del individuo, no colectivo, que vivía en un “mundo de trabajo fabril y en la enajenación que linda con el servilismo ante la máquina”[3].

En este contexto, México tomó rápidamente una posición de apoyo hacia el vecino del norte, acabada la guerra mundial, con un interés específico que “consideraba entonces que a cambio del apoyo político de América Latina, Estados Unidos otorgaría a la región la ayuda suficiente que ayudaría a acelerar su transformación económica”, pero “ante el fracaso de esta posición en la conferencia interamericana de Chapultepec" esto contituyó "un duro golpe para quienes abogaban unir más a México con los Estados Unidos”[4].

 

"...durante la presidencia de Miguel Alemán (1946-1952) hubo una relación cercana con los norteamericanos, ante este “fracaso” de apoyo para el cambio económico, quizá, el presidente Adolfo López Mateos decidió mantener una sana distancia con los “yanquis” como les decían los izquierdistas del momento, incluidos los de la revista Política: “México mantuvo una posición prudente, no contrarió la posición norteamericana en cuestiones vitales como la Guerra Fría, pero trató de mantener una cierta distancia de Washington”[5].

 

Esto se lee claramente en la nota que Política publicó en su edición del primero de noviembre de 1960 bajo el título de “La amistad del diablo” que refiere a la reunión que López Mateos mantuvo con su homólogo estadounidense, Dwight David Eisenhower, y que los editores de la revista criticaron severamente como una subordinación de México ante los Estados Unidos; sin embargo, esta distancia de López Mateos ante Washington se haizo presente cuando se reunió con el entonces presidente cubano Osvaldo Dorticós, quien asumió el cargo para llevar a Cuba a la transición tras el triunfo de la Revolución en el país caribeño. Una revolución de corte socialista y comunista. Entonces, ¿por qué López Mateos recibió al representante de un país socialista y luego, acto seguido, al “amigo” capitalista del norte? Ahí el juego de la política internacional de López Mateos. Así se observa en la foto que Política publicó el 1 de mayo de 1961, cuando ambos mandatarios, el cubano y el mexicano se dieron la mano.

La política de López Mateos, bipolar en sí misma, redujo los ataques hacia su persona por parte de la revista de izquierda, con esos gestos de amistad con las naciones no alineadas al llamado “imperialismo yanqui”. Esta posición ideológica ambivalente buscaba en primer término, conseguir eliminar la fuerte dependencia de México hacia su vecino a través de alianzas “y relaciones políticas y económicas con las naciones que acababan de surgir a la vida independiente, aunque sin llegar a ligarse formalmente con el llamado grupo de los no alineados… Se trató también de revitalizar los lazos económicos con los países europeos occidentales y Japón y establecerlos a un nivel significativo con el bloque socialista… aunque estos esfuerzos fueron magros”[6].

Esta manera de tratar las relaciones exteriores con ambas posiciones ideológicas, colocó a López Mateos en un “justo medio” que representaba la Doctrina Estrada que postulaba “la defensa de la libre determinación de los pueblos”[7]. Aunque con una ligera preferencia, por obvias razones, hacia los norteamericanos, López Mateos, a diferencia de su sucesor, Gustavo Díaz Ordaz, no se le pudo tachar contundentemente de “pro yanqui” o de “pro imperialista”, como lo refleja la porta de Política de enero de 1962. López Mateos se observa en medio del socialista Fidel Castro y del capitalista John F. Kennedy, entonces electo presidente de los Estados Unidos. Díaz Ordaz no correría con la misma suerte.

 

2. La nueva izquierda mexicana: el nacimiento del sucesor autoritario

El gobierno de López Mateos estuvo marcado por el comienzo de una crisis económica y política que desembocaría en la decisión del presidente por elegir un perfil de candidato a la sucesión presidencial que pusiera orden a lo que él consideraba un “nubarrón”. En términos económicos el desarrollo estabilizador no llegó a concretar los objetivos que se propuso:

 

“Lo que sucedió es que comenzaba un proceso de globalización creciente de la economía mundial, que puso en entredicho a los estados con políticas keynesianas, desarrollados y en vías de desarrollo por igual”[8].

 

En materia política, las huelgas y movimientos sindicales produjeron liderazgos independientes y ligados a los partidos comunistas y socialistas del momento, como el de los ferrocarrileros: “ningún otro gremio obrero había participado en la Revolución como ellos… ‘Huevos muchos huevos’ habían demostrado los ferrocarrileros en 1958, cuando la inmensa mayoría apoyó a su líder, Demetrio Vallejo, obrero igual que ellos… Los movía la fuerza de un líder honesto y combativo, la repulsa a los ‘líderes charros’, y ‘peleles’ del gobierno, la promesa de mejores salarios y prestaciones y el vértigo de haber doblado al gobierno”[9].

Aunque López Mateos había accedido a muchas de las exigencias de estos líderes obreros, que participaron y se movieron fuera de los sindicatos allegados al PRI y al Estado mexicano, al final de cuentas estos militantes fueron encarcelados por el gobierno lopezmateísta, lo cual, representó una mancha para su administración que en el futuro pretendió remediar:

 

“La prisión decretada al inicio de su mandato a los líderes ferrocarriles Valentín Campa y Demetrio Vallejo, así como la muerte del líder campesino Rubén Jaramillo, fueron los dos reclamos políticos que ensombrecieron una gestión, por otro lado, timbrada por una amplia política social”[10].

 

Aunque la izquierda mexicana estaba escindida desde años atrás, debido a las constantes rupturas y pugnas entre los integantes del Partido Comunista Mexicano (PCM) y a la decisión del movimiento de Vicente Lombardo Toledano de “abandonar el marxismo revolucionario para pasar a la colaboración con el gobierno desde una posición de izquierda reformista”[11], la anomalía que significó para el continente americano la Revolución cubana pudo reagrupar a movimientos sindicales izquierdistas con una burguesía e intelectualidad que comulgaba en cierto sentido con el marxismo académico y que no era ajeno a la revolución de la isla:

 

“Paralelamente, más bajo el influjo de la Revolución cubana que por inspiración soviética o maoísta, se fue conformando una nueva izquierda en México… Constituida en su origen por politólogos y escritores, la nueva izquierda se dejó ver a finales de los años cincuenta. Portadora de un marxismo intelectualizado de fuerte sabor francés, este grupo hizo una doble aportación a la cultura política mexicana, importó a México el arquetipo del intelectual cosmopolita, y comprometido con las causas de izquierda, y renovó el arsenal retórico de este tramo al abanico político superando el fuerte dogmatismo en el que había caído el Partido Comunista Mexicano”[12].

Al lado de esta nueva izquierda resurgió un liderazgo político que acompañó a estos intelectuales, obreros e incluso campesinos: el del general Lázaro Cárdenas, ex presidente de la República. Él se convirtió en la figura de la izquierda latinoamericana que representó a México en diversos foros, incluso tutelados por el gobierno mexicano, como la “Conferencia Latinoamericana. Movimiento Mundial por la Paz”, pues durante este sexenio de López Mateos:

 

“la nueva izquierda universitaria apareció de la mano de Lázaro Cárdenas suscribiendo el manifiesto que llamó a la formación del Movimiento de Liberación Nacional y que se fundó con el propósito de proporcionar una organización cúpula a toda la izquierda”[13].

 

En las páginas de Política se publicaron notas en torno al inicio de esta organización política de izquierda encabezada por Lázaro Cárdenas. Pero ésta fue atacada por el mismo gobierno, aunque no por el presidente directamente, sino por el secretario de Gobernación, Díaz Ordaz, encargado de la política interior, y quién, para algunos, gracias a su estilo de reprimir a los movimientos de izquierda, representó la punta de lanza sobre los otros contendientes a la silla presidencial. Así lo explica el historiador Enrique Krauze:

 

“En cambio, el secretario de Gobernación planeaba con el oaxaqueño Gilberto Suárez Torres, subprocurador General del Distrito Federal, ‘agarrar a los huelguistas por los huevos’. ‘Nos jugamos nuestro destino y nuestra historia como país’, advertía Díaz Ordaz, fue entonces, recuerda Antonio Ortiz Mena cuando empezó realmente el momento histórico de Díaz Ordaz”[14].

 

Esta forma de reprimir a los huelguistas, a los manifestantes, a los críticos, a la prensa independiente, fue un elemento que caracterizó a Díaz Ordaz desde los primeros años como secretario de Gobernación, tal como lo muestra la revista Política en su artículo titulado “Política Interior. Guerrero, crisis de un sistema”, del 15 de enero de 1961, en el cual se recogen las opiniones del entonces secretario de Gobernación, en donde valida la represión de manifestantes en contra del gobernador de aquel Estado, acción que se va a repetir días después en Acapulco. Un modus operandi que caracterizó a este político.

Quizá lo que no hacía explícitamente López Mateos sí lo hacía Díaz Ordaz, quien era abiertamente un “anticomunista”, defensor del catolicismo, personaje conservador a quien el orden le importaba demasiado, “la Doctrina Díaz Ordaz… la renovada cercanía de la Iglesia con el Estado mexicano o de los beneplácitos y bendiciones que el gobierno de Díaz Ordaz recibió de las más distintas autoridades clericales, el solo contexto nacional e internacional son suficientes para entender que el conflicto entre soviéticos y estadounidenses tocara las fibras más íntimas de la patria haciendo obligada su defensa”[15].

Férreo defensor del nacionalismo mexicano, de su hispanidad católica, Díaz Ordaz fue un hombre “autoritario, sin carisma y de una profunda actitud conservadora, rasgos exactamente opuestos a los de López Mateos. Secretario de Gobernación precisamente en la época del gran miedo por el triunfo en impacto de la Revolución cubana fue un político que otorgó valor supremo, casi mítico, a la estabilidad y al principio de autoridad”[16].

Política había detectado este liderazgo desde el año de 1961. Cuando la carrera presidencial se aproximó hacia 1963 había otros candidatos, pero nadie que tuviera tanta autoridad como Díaz Ordaz, ni Ortiz Mena, secretario de Hacienda, ni Raúl Salinas Lozano, secretario de Trabajo, le hicieron ruido al secretario de Gobernación. Así lo precisó Política en su portada y editorial en el año de 1963, bajo el llamado de “No será presidente” y la foto del que sería el próximo candidato a la presidencia. En la editorial, se describe el perfil cerrado del personaje, así como su fobia a cualquier movimiento de izquierda. Díaz Ordaz para Política “es un pro estadounidenses y católico alejado de la tradición revolucionaria mexicana”, por ello Política se adelantó desde muchos años antes a prevenir a sus lectores sobre el “peligro” de la política de Díaz ante un mundo que estaba cambiando y cuyas exigencias democráticas se hacían cada vez más evidentes.

En la editorial de la revista del 15 de agosto del años 63, se advierte sobre el peligro de que Díaz Ordaz llegue a la presidencia. Se anuncia que esto pondría en peligro la paz pública y metería a la sociedad mexicana en un estado de guerra, y así sucedió. Los eventos del año de 1968 fueron una sacudida a la conciencia nacional, como lo dice el historiador Luis Medina. Ahí se aceleró la ruptura entre sociedad civil y clase política, y los contrastes se hicieron evidentes.

El grupo de intelectuales de izquierda que se reunieron en torno a Política se separó justo en ese año de 1968. Cuando se suscitaron los movimientos estudiantiles, dice Humberto Musacchio que el director de Política, Marcué Pardiñas, fue detenido, vejado, torturado y mantenido en la Penitenciaria de Lecumberri, durante tres años,. Hechos atribuidos a la sucia perversidad de Gustavo Díaz Ordaz. Tal vez, dice Musacchio, el presidente se vengó del director editorial de la revista tras la crítica que le asistieron cuando éste era secretario de Gobernación. Si López Mateos se mantuvo en un punto intermedio, Política no se equivocó al ejercer la libertad de expresión y exhibir y criticar y advertir el carácter represivo e intolerante de Díaz Ordaz hacia el nacimiento de la nueva izquierda mexicana.

 

 

*Marcos Daniel Aguilar (Ciudad de México, 1982). Es editor de la revista Desocupado. Estudia una maestría en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).

 

 

Bibliografía:

  • Aguilar Camín Héctor y Lorenzo Meyer, A la sombra de la Revolución mexicana, SEP, México, 1997.

 

  • Krauze, Enrique, La presidencia imperial, Tusquets, México, 1997.

 

  • Medina Peña, Luis, Hacia el nuevo Estado. México, 1920-2000, FCE, México, 2010.
 

[1] Rodolfo Suárez, “Se prohíbe a los materialistas estacionarse”, en Camaradas Nueva historia del comunismo en México (Coordinado por Carlos Illades), Secretaría de Cultura-FCE, México, 2018, P. 359.

[2] Rodolfo Suárez, “Se prohíbe a los materialistas estacionarse”, p. 351.

[3] Rodolfo Suárez, “Se prohíbe a los materialistas estacionarse”, p. 353.

[4] Héctor Aguilar Camín y Lorenzo Meyer, A la sombra de la Revolución mexicana, SEP, México, 1997, p. 232.

[5] Héctor Aguilar Camín y Lorenzo Meyer, A la sombra de la Revolución mexicana, p. 233.

[6] Héctor Aguilar Camín y Lorenzo Meyer, A la sombra de la Revolución mexicana, p. 233.

[7] Rodolfo Suárez, “Se prohíbe a los materialistas estacionarse”, p. 363.

[8] Luis Medina Peña, Hacia el nuevo Estado. México, 1920-2000, FCE, México, 2010, p. 204.

[9] Enrique Krauze, La presidencia imperial, Tusquets, México, 1997, p. 250.

[10] Luis Medina Peña, Hacia el nuevo Estado. México, 1920-2000, p. 206.

[11] Luis Medina Peña, Hacia el nuevo Estado. México, 1920-2000, p. 207.

[12] ídem.

[13] Luis Medina Peña, Hacia el nuevo Estado. México, 1920-2000, p. 208.

[14] Enrique Krauze, La presidencia imperial, p. 251.

[15] Rodolfo Suárez, “Se prohíbe a los materialistas estacionarse”, p. 365.

[16] Luis Medina Peña, Hacia el nuevo Estado. México, 1920-2000, p. 206.

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