Crítica

 

La introducción de Nietzsche en México en pleno porfiriato

2019-03-04 11:18:10

Fue Justo Sierra quien introdujo las ideas del pensador alemán entre sus alumnos, muchos de ellos futuros integrantes del Ateneo de la Juventud

 

 

 

 

Por Diana Hernández Suárez*

 

 

De manera panorámica mencionaré en este artículo los hallazgos realizados en un proyecto de investigación doctoral que he estado elaborando desde 2016. Los datos aquí expuestos forman parte del proyecto de investigación inicial sobre la relación entre dos revistas literarias, una mexicana y otra alemana. Nietzsche es el enclave de dicha relación.

Sobre la recepción de Nietzsche en México se ha escrito mucho en función de la dialéctica –aparentemente armónica– entre lo dionisíaco y lo apolíneo que inspiró al Ateneo de la Juventud. Esto supone que Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes y José Vasconcelos, por mencionar a los principales ateneístas, fueron unos muchachos que se acercaron con amor al saber alegre (la denominada Gaya ciencia) y que buscaron la claridad y la bella delimitación. Pero semejante armonía se rompe cuando, leyendo bien tanto a Nietzsche como a Reyes y a Vasconcelos, se advierte en ellos una embriaguez orgiástica y con frecuencia violenta o con apologías a la violencia. Las vastas obras de Vasconcelos o de Reyes rebasan cualquier noción de “bella delimitación”. No se olvide que el fin del Ateneo coincide con el estallido violento de la Revolución mexicana, y que Vasconcelos y Martín Luis Guzmán inicialmente se enrolaron en las huestes revolucionarias. Dionisos en México venció a Apolo. Nietzsche era un soldado alemán cuando durante la guerra francoprusiana, en las batallas en Metz y en Worth entre el 1 y el 31 de agosto de 1870, se internó en los Alpes suizos para componer El nacimiento de la tragedia o helenismo y pesimismo. Tampoco ignoró la fuerza dionisiaca Walter Benjamin cuando en 1940, huyendo del nazismo, elevó en sus famosas tesis “Sobre el concepto de historia” una denuncia tremenda: “todo documento de cultura es a la vez uno de barbarie”.

Por lo tanto, la recepción cultural de Nietzsche en el México de comienzos del siglo XX es un problema eminentemente político. No pudo darse sin el visto bueno o la tolerancia (¿simpatía?) del régimen porfirista. Pues, en un momento en que adquirían auge los movimientos socialistas y obreros, el interés por Nietzsche como teórico de la voluntad de Poder no fue gratuito entre la intelectualidad mexicana afín a Porfirio Díaz. La clase intelectual cercana al poder, la del último porfiriato, estaba deseosa de fundar una educación moderna, pública y laica, pero también aristocrática y alejada del igualitarismo socialista. Por decirlo en términos nietzscheanos, una educación más allá del bien y del mal, una moral para amor y no para esclavos. Desde 1893 aparecen menciones de Nietzsche en la prensa mexicana, y hay un dossier dedicado al pensador alemán en el número de la Revista Moderna correspondiente a la segunda quincena de enero de 1900. Éste es allí presentado como un “educador”. Para entonces, los muchachos del Ateneo de la Juventud estaban casi todos en la Escuela Nacional Preparatoria, y fueron sus maestros, Jesús Urueta y Justo Sierra principalmente, colaboradores asiduos de la Revista Moderna, quienes los introdujeron en Nietzsche. De modo que las tertulias y escarceos dionisíacos del Ateneo chocaron inicialmente contra la apolínea actitud de mayestática repulsa de Justo Sierra. Es Sierra, dicho de otra manera, quien lidera los planes apolíneos para la modernización pedagógica y el que logra que, de una preparatoria, emerja la moderna Universidad Nacional. Conviene hacer una edición crítico del Discurso inaugural de la Universidad Nacional (1910), proyecto que traigo entre manos, para advertir la cantidad de referencias nietzscheanas de Justo Sierra, cuyo interés por el pensador alemán se remonta a 1899.

Es difícil admitir, para quien siga ideologizado en el marxismo leninismo, que un liberal porfirista y hasta cierto punto anti-socialista como Sierra sea el introductor de Nietzsche en México. Lo que inicialmente Sierra asimiló de los libros Nietzsche (que leyó en traducciones francesas), si se recuerda su columna de El Mundo en 1899, fue el diagnóstico de la decadencia latina: la enfermedad del intelectualismo. Pero volvamos al discurso de Sierra del 22 de septiembre de 1910, el Discurso inaugural de la Universidad Nacional. En dicho texto, exactamente en el primer párrafo, Sierra mencionó a Nietzsche en relación con el autor del Imperio germánico (de quien no menciona el nombre), pero que se podría suponer que se trata de Bismarck: “[…] el que la concebía como instrumento de dominación, como agente superior de lo que Nietzsche llama la voluntad de potencia”. La noción de voluntad de poder o de potestad Nietzsche la formuló en relación con el Deutsches Reich o Imperio Alemán, cuyo nacimiento data del final de la guerra franco-prusiana en 1871 y cuyo principal dirigente fue el canciller Bismarck. Más allá de preguntarse si Sierra trataba de comparar a Díaz con Bismarck, lo interesante es que el ministro mexicano, al citar a Nietzsche, buscaba defender la incorporación de las disciplinas humanísticas en los planes de estudio, en contra del mecanismo o cientificismo de la ideología positivista, más específicamente contra la falsa oposición entre ciencia y arte.

(Continuará…)

 

 

 

*Diana Hernández Suárez. Maestra en Letras Mexicanas por la UNAM, sus principales temas de investigación son las polémicas literarias de finales del siglo XIX y la literatura comparada entre Hispanoamérica y Alemania. Estudia el doctorado en la Freie Universität Berlin. 

 

 

Revista Desocupado

 

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